El Calafate
Grandes momentos en la Patagonia
Incluso antes de llegar uno ya se encandila con el paisaje, pues las vistas desde las ventanillas del avión son extraordinarias, tanto de la característica estepa patagónica como del zigzagueante río Santa Cruz que la atraviesa. En el fondo se avizora el inmenso Lago Argentino, de un fuerte turquesa.
Aterrizamos en el moderno aeropuerto de El Calafate en la tarde de un soleado día de noviembre. Como viene siendo costumbre, @tripticity_ decidió hospedarse en el céntrico hotel del Automóvil Club Argentino para las primeras jornadas, en las que nos debíamos ausentar durante varias horas para conocer las atracciones. Siempre los alojamientos del ACA ofrecen una perfecta relación precio calidad. Para la última noche la opción fue el Hotel Design Suites, de categoría superior, para disfrutar de sus instalaciones y del paisaje que lo rodea. Se trata de una práctica eficiente y cumplidora que consiste en combinar dos tipos de hotelería aprovechando de sus mayores beneficios.
En la mañana, tomamos dos tours diferentes.
Por una parte, el Big Ice, la experiencia extrema para caminar sobre el glaciar. Años atrás, @tripticity_ había disfrutado de la propuesta de Hielo y Aventura por lo que sin dudas había que repetir la experiencia.
El Big Ice es una excursión de día completo de alta exigencia, que inicia en la ciudad de El Calafate para dirigirse -en una primera etapa- al Parque Nacional Los Glaciares y tener una primera aproximación al glaciar desde las pasarelas. Allí encontramos un divertido pájaro carpintero que forjaba su trabajo sobre el tronco de un árbol.
Luego, desde el puerto “Bajo de las Sombras” abordamos la embarcación que cruza el Lago Rico, para llegar a la cara sur del Glaciar Perito Moreno.
Una vez en el refugio, guías de montaña formaron grupos de no más de diez personas y brindaron los elementos de seguridad (cascos y arneses) que portamos durante el recorrido. Así, iniciamos un primer trekking por la morrena por unas dos horas. Un poco para tomar aire, hicimos mini stops en puntos estratégicos para obtener fabulosas vistas panorámicas.
Luego de la parada en el segundo refugio y justo antes de iniciar la caminata sobre el hielo, nos colocamos los crampones para ingresar al glaciar.
Azules charcos de agua, grietas incisivas, cuevas de hielo, sumideros, todo lo que se atraviesa es absolutamente admirable.
La sensación es un tanto sobrenatural al avanzar por el extraordinario glaciar. En un momento de la caminata, unos cóndores sorprendieron con su vuelo danzante.
Para cuando se hizo el mediodía, los dos guías que nos acompañaban encontraron el lugar para parar y recobrar energías con el almuerzo liviano que cada uno llevaba en su mochila.
En el camino de regreso sentimos el peso de la travesía y del esfuerzo que implica caminar con crampones sobre el hielo. Se trata del mismo recorrido que el de ida de cerca de dos horas.
Un corto stop en el refugio para luego tomar la embarcación de regreso, en la que disfrutamos de un whisky con hielo del glaciar, un auténtico “on the rocks”.
Durante el traslado de vuelta a la ciudad resultó imposible no dormitar tras las casi doce horas de excursión, totalmente maravillada de lo vivido.
Por la otra parte, esa mañana el señor @tripticity_ partió rumbo a El Chaltén.
La primera escala de este tour desde el Calafate es la Estancia La Leona, un casco erigido en 1894 por inmigrantes daneses. La sugerencia de los guías es tomar allí un café o comprar un recuerdo, pero al estar repleto de ómnibus y combis de turistas es mejor sentarse a respirar el aire puro a la vera del río homónimo.
Tras bordear el Lago Viedma por la ruta 40, se toma la provincial 23 rumbo oeste para llegar al destino, una de las ciudades más nuevas de la Argentina, creada en 1985 para fortalecer la soberanía en ese entonces en disputa con Chile.
Bautizada como la Capital Nacional del Trekking, se hizo popular en todo el mundo cuando fue elegida por Lonely Planet como uno de los mejores destinos por conocer, lo que trajo consigo una importante cantidad de inversiones en hostels y pubs. Durante el día sus pocas manzanas están desiertas: es por las noches cuando los cientos de montañistas de todas las nacionalidades imaginables regresan de los senderos y le dan vida.
Para quien no es deportista o está de paso, una linda opción es subir hacia el Mirador de los Cóndores, desde donde se puede divisar la fisonomía del pueblo y la majestuosidad del icónico Fitz Roy. Esto cuando el clima lo permite, pues por lo general está oculto por las nubes. De hecho, su nombre original en tehuelche significa “montaña humeante”.
Es una travesía muy fácil y agradable, en la que se disfruta de las vistas, de la compañía de los cóndores y de las curiosas flores autóctonas: el dondiego de la noche, el neneo, el almohadón de suegra, el zapatito de virgen, la paramela o la flor de chocolate.
No es fácil almorzar pues los pubs están más enfocados en la oferta nocturna. El elegido del chofer y cadete fue el comedor del hostel Rancho Grande, un infaltable estofado de cordero patagónico con papas fritas. La revelación fue el soberbio helado de Domo Blanco.
El tour finalizó por una caminata sencilla hacia el Chorrillo del Salto, una cascada cuyo mayor encanto lo ofrece en invierno cuando se congela completamente.
Una vez de regreso en El Calafate y tras el reencuentro, fuimos a comer a Mako, el restaurant del chef Matías Villalba.
Ubicado en la arteria principal de la ciudad, sobre Avenida del Libertador, el distinguido comedor propone la experiencia de fuegos y vinos. Cuenta con una carta variada en la que destacan las carnes, por ello esa tarde noche, cuando el sol aún brillaba en El Calafate, optamos por un lomo Wellington y un cordero glaseado, acompañado con vegetales.
Rematamos con un dulce extraordinario, la triple textura de chocolate; así como una sopita de chocolate blanco con crocante negro de cacao.
El cansancio era mayúsculo por lo que la cómoda cama de la Hostería del ACA esa noche se sintió como un lecho de reyes.
El descanso era necesario pues al día siguiente nos esperaba otra agotadora excursión de muchas horas al Parque Nacional Torres del Paine en Chile.
Para nuestro tercer día en la ciudad de El Calafate habíamos contratado el tour de la Navegación Gourmet.
Se trata de un paseo en una moderna embarcación para visitar tres de los principales glaciares del Campo de Hielo Sur. La opción premium ofrece no sólo un servicio especial de pasos sino un exclusivo sector para no más de veinte personas, lo que permite la posibilidad de apreciar el circuito con absoluta tranquilidad y confort.
Ni bien llegamos, e incluso antes de zarpar desde puerto Soledad, fuimos convidados con pequeños manjares dulces junto a un servicio de cafetería. Fue allí cuando se presentó Gabriela, la guía que nos acompañó durante el circuito. Iniciamos el recorrido por el Canal de los Témpanos. Atravesamos el Paso del Diablo, el sector más estrecho del lago más grande de la Argentina. Para entonces Gabriela nos explicó que la leche glaciaria es la liberación de partículas de roca que refractan la luz solar y les da color turquesa o gris según la hora; que las aguas permanecen entre dos y ocho grados centígrados con peces como percas, truchas y el salmón, que ingresa una vez al año.
Los desprendimientos, enormes piezas de hielo -en especial- del glaciar Upsala se trasladan corriente abajo en el enorme Lago Argentino. Por ello, ni bien arrancamos con la navegación nos topamos con esas impresionantes formaciones de hielos flotantes de un celeste brilloso con manchas de un intenso azul. Las formas son maravillosas, los colores son surreales.
Continuamos hacia el glaciar Upsala pudiendo advertir su inmensidad a lo lejos.
Luego la embarcación se detuvo en el muelle de Bahía de Las Vacas para un corto paseo en el que justo un aguacero nos sorprendió, lo que generó un momento divertido al chapotear por la pedregosa playa del lago. Herencia de establecimientos ganaderos son las vacas en estado salvaje.
A continuación, nos dirigimos en dirección al glaciar Spegazzini. Fue allí cuando pudimos sorprendernos con un cóndor en su nido. Entonces nos invitaron a compartir un momento con el capitán del navío, quien nos fue contando los avatares de su oficio, a la vez que detallaba características del glaciar y de cómo se navega en esas aguas heladas.
El relato de los guías fue muy valioso. Aprendimos que la Antártida, Groenlandia y el Campo del Hielo Patagónico –situado entre Chile y Argentina- son los bloques de agua congelada más grandes del mundo; que los hielos de las cumbres acumulan nevadas de hace más de quinientos años; que a los témpanos los mueven los vientos; que toda la zona se compone de unos trescientos glaciares; que el Spegazzini es el más alto del parque nacional con 134 metros; que junto a él se levanta el majestuoso cerro Peineta; que a solo unos 17 kilómetros se encuentra el límite con Chile.
Todo resulta imponente, alucinan los blancos y turquesas de las crestas de los hielos centenarios.
Tras el impresionante acercamiento a las altas paredes del Spegazzini, nos resguardamos en nuestro sector para disfrutar del almuerzo de pasos que nos esperaba. Arrancamos primero con una terrina que combinaba típicos sabores argentinos, como el de la morcilla; luego una sopa de vegetales; y de principal el clásico cordero patagónico.
El clima de la Patagonia es cambiante, pasamos de la lluvia fría al sol punzante en cuestión de segundos.
Fue así cuando realmente pudimos conocer a nuestros compañeros de mesa, los encantadores españoles con los que tuvimos la fortuna de coincidir. Los trofeos que orgullosamente @tripticity_ atesora no son las experiencias que sus viajes le regalan, sino aquellas personas que el destino le tiene reservadas. En efecto, Ángela y Alfonso habían sido ubicados en la mesa contigua al inicio, mas como nuestro grupo estaba incompleto decidieron sumarse a nuestro lado; de esas coincidencias emocionantes pues las charlas que continuaron junto a ellos durante la travesía fueron realmente memorables. Alfonso, miembro de la Academia Iberoamericana de Gastronomía, esa jornada nos regaló una clase teórica avanzada no solo del mundo de la cocina y del buen comer sino de la vida misma. Intrépido, ocurrente, un auténtico galán de cine, nos conquistó para siempre tanto como la dulce mirada de su bella compañera Ángela, la hermosa y serena sevillana.
Luego de la sobremesa fue el turno del imponente glaciar Perito Moreno, la mundialmente conocida formación de hielo. La embarcación la navega por el largo de la cara norte, y si bien son contados los minutos que se le dedica al highlight de la excursión, las formas caprichosas y los derrumbes de sus paredes dejan pasmados a los dichosos visitantes.
Al finalizar el paseo sólo queríamos agradecer a la vida por tan linda oportunidad de conocer esta inmensidad patagónica y celebrar el encuentro con Ángela y Alfonso, con la añoranza de volvernos a cruzar en el futuro.
Regresamos al hotel para un cortísimo descanso pues a la hora de haber llegado nos buscaron para el siguiente tour contratado en Patagonia Chic. La región es un corredor astronómico por lo que nos tentamos de poder ver con claridad las estrellas, casi como un recuerdo de aquella noche en Salinas Grandes en que nos alojamos en Pristine Camps, o incluso la que vivimos en Trevelin, en el jardín de la casa Cuatro Vientos.
La opción de El Calafate es más modesta. El tour incluye una visita por una antigua estancia de cría de oveja, de cuando la lana era la principal producción de la zona. Luego de un sencillo plato de guiso de lentejas esperamos que llegara la oscuridad, que en primavera en esas latitudes se presenta después de las diez.
Quizás un poco por el cansancio y otro por la larga espera, el tour no fue lo que esperábamos. Mas hay que decirlo, con claridad vimos el paso de los satélites e incluso estrellas fugaces.
Luego del merecido descanso y antes de mudarnos de hotel, decidimos conocer Glaciarium, un centro de interpretación del hielo patagónico. La vista desde allí hacia la ciudad de El Calafate y del Lago Argentino son destacables; además, la visita guiada permite comprender la trascendencia de ese patrimonio natural.
Ya cerca del mediodía nos dirigimos hacia el hotel Design Suites, donde pasamos nuestra última noche, disfrutando de la panorámica de nuestra suite hacia el lago turquesa. Además el sector de spa incluye una pileta de agua tibia, ideal para relajarse luego del esfuerzo de los tours de los días anteriores.
Por la noche, optamos por tomar nuestra cena en el correcto restaurant del hotel.
En la mañana disfrutamos de la variedad de opciones del desayuno buffet para luego continuar con nuestro relax en la pileta.
El vuelo de regreso estaba programado para después de la siesta, por lo que nos atrevimos a pasar por El Alambique para una despedida gourmet de El Calafate. Hicimos el check out del hotel, tomamos nuestras valijas y nos dirigimos hacia Estancia 25 de Mayo, donde se encuentra el hotel Kau Yatun.
Allí funciona el restaurant de Alejandra Repetto, galardonada en la edición 2022 del Prix Barón B. En nuestro recorrido por la Argentina, @tripticity_ viene intentando conocer cada uno de los restaurantes elegidos en el concurso federal y nos enorgullece haber probado las propuestas gastronómicas de El Nuevo Progreso por María Florencia Rodríguez en Jujuy; de Kalma Restó por Jorge Monopoli en Tierra del Fuego; Poytava por Saúl Lencina en Misiones; El Baqueano por Fernando Rivarola en Salta; Fonda Sur por Paula Chiaradia en Trevelin; todo por nuestro afán por conocer las distintas variantes de auténtica cocina argentina.
Era, en realidad, nuestra segunda visita. Luego del Tour por Torres del Paine habíamos decidido cenar en El Alambique antes del regreso al hotel. Gracias a la buena predisposición de Georgina pudimos ocupar una mesa sin reserva previa. Esa noche ordenamos un carmenere chileno, el Cono Sur del Valle de Cachapoal. Las opciones de la noche fueron para empezar unas peculiares empanadas de guanaco con masa negra de carbón vegetal, continuando con una pasta con guanaco y unos langostinos con charqui de guanaco. El cierre, un merengue de Calafate con crema de lavanda, exquisito y delicado.
Por eso, tras esa noche de sabores, sabíamos que no podíamos partir de El Calafate sin probar unos de los platos célebres de la casa, la hamburguesa de guanaco con cebollas caramelizadas, manzana verde y queso de tres leches, además de una pizza de masa madre con tomates a la chapa. Para el dulce optamos por una fantástica crema helada de pera y tomillo.
Y así, exhaustos aunque felices, dejamos la ciudad de los glaciares habiendo conocido de cerca sus famosos hielos y disfrutado de su gloriosa oferta gastronómica.