Jodhpur
La ciudad azul y su extraordinario fuerte
Descansados, luego de una jornada de relax y alta gastronomía en Mihir Garh, partimos a la ciudad azul. Así es conocida Jodhpur por el color con el que fueron pintadas algunas de sus casitas. El color índigo se usaba para repeler mosquitos, aunque según la tradición se dice que fue usado por ser propio de los sacerdotes.
Como todos los caminos que hicimos por carretera, el viaje fue una aventura. Además de muchos autos, motos, camiones, vacas, mujeres con vestimentas coloridas cargando en sus cabezas enormes vasijas, al ingresar a Jodhpur miré -casualmente- hacia un costado y vi un elefante, literal, un elefante en una calle de las afueras de la ciudad. Para entonces empezábamos a comprender que todo es posible en India.
Birmaram, nuestro conductor frenó para recoger a nuestro guía. Jaswant Singh se presentó y subió al auto. Para simplificar nos sugirió llamarlo Jasu. Se lo agradecí pues me resultó difícil pronunciar los nombre indios.
Primero nos dirigimos al Palacio del Maharajá, del siglo XX. Entre los más de quinientos reinos que existieron en India antes de la democracia, declarada por Constitución en el año 1950, el de Jodhpur se caracteriza por su magnífico palacio, el que cuenta con un museo histórico bien interesante. Los antiguos palacios de los maharajás, por lo general, se convirtieron en parte en hoteles de cadenas de lujo, conservando las familias reales otra parte para sus aposentos. Ellos mantuvieron la estirpe pero no el poder político.
En el caso del de Jodhpur, el que fuese el palacio real se redujo a un tercio, pues una parte está convertida en hotel de la cadena Taj y otra en museo. Justo cuando llegamos, una cantidad impresionante de músicos vestidos con trajes típicos, bailarinas y guardias montando camellos daban la bienvenida a los invitados de la boda de celebrities que iba a tener lugar esa noche en el hotel. El espectáculo fue extraordinario. Nuestro viaje a India coincidió con la temporada de bodas, por lo que esa situación la vivimos en otras oportunidades, como en Jaisalmer.
Luego de presenciar el show que significaba el ingreso de un auto de lujo con los ilustres invitados a la boda millonaria, pasamos al museo histórico Umaid Bhawan, que cuenta con un muestrario de antigüedades y objetos pertenecientes a la familia real, incluso una colección de autos antiguos. La presencia argentina se materializa allí gracias al polo, popular en la región y que forma parte del legado interesante de la familia. También objetos de diferentes culturas y obras de Stephan Norbling, un pintor polaco refugiado en India. En el museo hay incluso fotografías del que fue el primer aeropuerto del país, ubicado en Jodhpur.
Pur significa ciudad hindi. Por eso muchas ciudades de India finalizan en “pur”, como Jaipur, Udaipur, etc. En tanto que “bad” es la manera de referir a ciudad en el idioma de los musulmanes que invadieron el norte de India.
Desde allí nos dirigimos a los cenotafios reales de Jaswant Thada (memorial de los gobernantes marwari de Jodhpur, en particular, el de mármol blanco del Maharajá Jaswant Singhji), donde el guía -con mucha paciencia y profesionalismo- nos explicó los ritos y ceremonias que siguen a la muerte; la tradición hindú de cremar los cuerpos y la construcción de estos monumentos para recordar la vida pasada.
Desde el otro lado de la vía, obtuvimos una gran vista del fuerte de Mehrangarh, quizás el más lindo de todo Rajasthán. Es el monumento más impresionante de la ciudad.
En el camino, vimos varias tiendas de antigüedades con puertas talladas de antiguos haveli. Le comenté a Jaswant sobre mi interés en conocer alguna de ellas. Sin dudarlo, le indicó a Birmaram que frenase y nos bajamos a descubrir ese galpón gigante repleto de objetos de todo tamaño, forma y color, al que continuaba una sala llena de muebles, para luego invitarnos a bajar unas escaleras y darnos con un depósito descomunal de telas, textiles y alfombras. Nos sentimos abrumados por la universal cantidad de cosas apiladas en esos pasadizos. Todo lleno de telas, recorrimos galerías interminables mientras el dueño, un encantador mercachifle, citaba todas las grandes marcas europeas para convencernos de comprar.
Fue un montón. No nos tentamos con nada. Las pashminas de cashmere auténtico ya las habíamos comprado en Jaisalmer y los objetos de decoración -si bien algunos eran extraordinarios- resultaban imposible de llevar en nuestros equipaje carry on. Sí: viajamos con carry on para tres semanas en la India. ¡Una locura! Pero siempre prima en @tripticity_ la eficiencia viajera. Y nada como viajar liviano.
De allí nos dirigimos al fuerte, que en la actualidad se encuentra convertido en un museo. En verdad, la familia real -muy inteligentemente- gestionó una fundación a la que van los ingresos que cobran a los turistas. Junto al de Udaipur, ese City Palace fue uno de los más costosos tickets que pagamos, como unas 650 rupias indias.
En la enorme puerta de ingreso, Jaswant nos contó la historia de la guerra entre dos príncipes por una mujer, quien luego de finalizada la lucha por su amor terminó suicidándose y varias otras historias de novela, haciendo del ingreso todavía más espectacular. Sin dudas, Jaswant fue nuestro guía favorito del país.
El Maharajá, sagaz, mandó construir un ascensor que evita una subida de más de cuarenta metros.
Una vez arriba, nos extasiarnos con las vistas, comprendimos por qué es conocida con su denominación cromática. Todas las casitas están pintadas de distintos tonos de celeste claro al azul oscuro.
Dentro del fuerte, visitamos el palacio y su extraordinaria arquitectura. Todo labrado en piedra. Al principio pensamos que esas tallas estaban hechas en madera pero Jaswant nos confirmó que no, era en piedra. Es simplemente alucinante, de una belleza extraordinaria. La fachada es lo más destacable aunque la colección de objetos también resulta muy entretenida como las monturas de elefantes, o las pinturas de miniatura, y qué decir de los salones de espejos o de perlas que en otros tiempos permitía a los miembros de la familia real a meditar con la luz de las velas reflejándose hacia el infinito.
Bajamos hacia la ciudad, mientras comprendíamos que era mucho más grande que Jaisalmer. Las bocinas, las motos, el caos vehicular nos sorprendió.
En un semáforo, paramos justo al lado de un niño que manejaba una moto llevando a su hermana y su madre atrás. Nos sonreímos mutuamente por lo que nos animamos a bajar el vidrio y tener una pequeña charla con ellos mientras duraba el semáforo en rojo. ¡Extraordinario!
Luego en medio de ese caos, el guía nos indicó bajar y seguirlo en el barullo que era ese mercado callejero, tan vibrante, tan colorido. Nos dirigimos hacia Seven Sisters, cuyo nombre oficial es The Spice Girls of Rajasthan and India, MV SPICES, una tienda de venta de especias, de siete hermanas huérfanas de su padre, Mohanlal Verhomal, quien había iniciado el negocio y que supieron conservar junto a su madre, la experta en la manufactura de masalas y curries. Priya, una de las siete hermanas, muy amablemente nos atendió y ofreció sus especies.
La experiencia en el mercado de Sadar y la plaza alrededor de la Torre del Reloj fue descomunal, jamás la olvidaremos.
Mientras paseábamos por los diferentes puestos, tal era nuestro asombro que un puestero nos dio para probar un dulce, que confieso no lograba definir si honrar la invitación o cuidar mi estómago y desecharlo, pero la mirada compasiva y de bondad del vendedor que me había regalado un pedazo de ese manjar cortado con sus manos no me permitió honrar mis miedos, sino que lo probé sin más. Realmente delicioso, dulce, muy dulce.
Nos perdimos por el mercado y en un momento Jasu nos indicó que había una tienda que a las argentinas les gustaba. Entré sin creer que me fuese a tentar con nada, pues no soy de usar colores vibrantes, como los de los estampados indios. Algo sucedió y se despertó el deseo de usar esos bellos y coloridos textiles.
En eso que me probaba las prendas, mientras Jasu y el señor @tripticity_ esperaban afuera sentados muy pacientemente, un señor ingresó con un fuego. Era la hora del cierre y como allí son muy supersticiosos, todas las noches antes de cerrar -para la buena fortuna- llevan a cabo ceremonias, en este caso con un fuego y unas oraciones. Fuego en medio de una tienda repleta de textiles. ¡Otra vez de no creer!
Uno de los vestidos elegidos me quedaba un poco grande. El vendedor me convenció indicándome que él me lo llevaría al hotel una vez que estuviese entallado y así fue. Cerca de media hora después estaba mensajeándome desde el lobby del hotel con el vestido ya listo.
Se había hecho muy tarde pero seguimos con Jasu por lo que nos sentíamos seguros entre las calles ya más desiertas. ¡Qué importante es el guía comprometido, que sabe que es anfitrión! ¡Gracias por tanto Jasu!
El hotel se encontraba a una corta distancia de la Torre del Reloj. Tomamos la foto y continuamos. La jornada había sido intensa, agotadora, extraordinaria, por lo que subimos a la terraza del hotel donde se encontraba el restaurant Indique para tomar allí la cena. Probamos los vegetales con arroz bien especiados.
Al ser temporada de bodas, desde la terraza pudimos disfrutar de varios shows de fuegos artificiales mientras cenábamos.
En la mañana, bien temprano debíamos partir rumbo a nuestro próximo destino, la romántica Udaipur. Pero la jornada anterior, como habíamos visitado el pozo de agua escalonado Toorji Ka Jhalra ya tarde en la noche, antes de que nuestro conductor nos buscara fuimos caminando hasta allí pasando por el mercado, el que aún se encontraba cerrado. Recién iniciaban la actividad algunos puesteros, sobre todo los de comida, como el que hervía leche en un gigante cuenco de metal para preparar el tradicional masala chai (un té con leche bien especiado).
Con esos sabores que quedarán en la memoria dejamos la inolvidable Jodhpur.