Jaipur

La rosada capital del Rajasthán

Llegamos por la tarde desde Pushkar, por lo que luego del check in en el peculiar hotel Pearl Palace salimos a pasear por la gran ciudad.

El hotel, categoría heritage, tiene una decoración bien alegórica, muy llamativa. Nuestra habitación era la Nirvana, por lo que arriba de la cama había un gran Budha, ya que estaba ornamentada al estilo de Ladakh, región del estado de Jammu & Kashmir, en la que prima el budismo. Esculturas, pinturas y motivos bien coloridos recrean las características salvajes de la zona.

Se suponía que nos quedaríamos allí solo una noche y la siguiente en Jaipur, en otro de mejor categoría pero más alejado de la ciudad, mas un cambio de último momento de la agencia determinó que las dos noches en la ciudad nos hospedaríamos en el Pearl Palace. Estuvo bien el cambio pues Jaipur es una ciudad muy grande y estar más cerca de las atracciones resultó más cómodo. Además, el hotel contaba con un muy buen restaurante al que fuimos las dos noches: el Peacock tenía una llamativa decoración y una linda terraza. Nos sirvieron muy buena comida a muy buen precio. La única contra es que no quedaba en el mismo haveli, sino a unas cuadras del hotel, por lo que había que tomar el traslado en el tuk tuk de cortesía.

Ese día estuvo más fresco que los anteriores por lo que tuvimos que usar abrigo.

Dejamos nuestras cosas, nos refrescamos un poquito y Mahindra nos llevó hasta uno de los tradicionales mercados de la ciudad, el Chandpole Bazar. A diferencia de Pushkar, había textiles por doquier, pero no con diseños occidentales sino más bien los típicos saris, kurtas y telas al por mayor. Lo que sí encontré fueron unos zapatos, tipo mules, con el ojo turco azulino que tras el regateo de rigor, compré a menos de cinco dólares, un 70% menos que el precio original. En verdad todo era una tentación, pero teníamos la determinación de mantener la valija liviana para que el viaje fuese más fácil. Más equipaje siempre significa más complicación. Por ello, una de las sugerencias de @tripticity_ es siempre viajar lo más light posible. Y aunque costó en India, debimos honrar ese mandato.

Paseamos por uno de los tantos callejones del enorme mercado para luego ir al cine, que es toda una atracción en sí misma en la ciudad.

Jaipur es el lugar indicado para ver una película de Bollywood, en el famoso cine Raj Mandir, elegido por la CNN como la tercera mejor sala del mundo. Enorme, como los cines de antes. En la cartelera de ese día no se ofrecía una típica película ñoña de Bollywood, como nos hubiese gustado, sino una de acción, una copia de Top Gun, con un buen mozo híper famoso en India, Hrithik Roshan, que hacía las veces del Tom Cruise. Fue toda una experiencia. La película se llamaba Fighter, un copy & paste simpático y de altísimo presupuesto.

El indio que asiste a la sala metaboliza el argumento e interacciona liberándose en su asiento sin pudor. Los enemigos eran, por supuesto, los paquistaníes, y nos resultó notable ver a los espectadores fustigar a los malos como lo haría un plateísta en un partido de fútbol; celebrar con vítores un acto de justicia, reír a carcajadas por un gag o suspirar ante el primer escarceo romántico. La música del cine indio es otro must: entre los misilazos y atentados hubo un tiempo para que los galanes cantasen y bailasen una canción.

Al siguiente día nos esperaba todo un circuito para recorrer la ciudad vecina de Amber, con su increíble fuerte, y también las principales atracciones de Jaipur.

Pero sucede que nuestro hotel quedaba justo enfrente del templo del Shri Bisari Ji, donde cada amanecer los tambores y campanas atronaban con el rito hindú del aarti, por lo que hubo que recorrer Jaipur con mal descanso.

Iniciamos en el fuerte de Amber. Una opción permite subir en elefante por unos trece dólares americanos pero decidimos disfrutar de la escena desde abajo, un poco por piedad por los enormes animales y otro tanto por cuidarnos. La idea de estar subido en esas enormes criaturas parecía muy simpática pero también tomaba tiempo, y no nos resultaba tan segura, lo cual confirmamos ni bien regresamos a nuestra casa, al finalizar el viaje, pues vimos en las noticias que una turista había sufrido graves lesiones al caer en ese mismo fuerte de un elefante descontrolado.

Yo había subido a uno de ellos en un viaje a Tailandia y sentí que no estaba bueno repetirlo.

Goladji, nuestro guía, hinduista y vegano, ni siquiera comía huevo porque huevo, según nos explicaba, es vida, pero defendía a los elefantes taxis. Elefantas, en realidad, cuyo trabajo se encuentra en la actualidad sindicalizado, ya que está previsto que trabajen a reglamento, con horas tope, viviendas y una ración de veinte kilos diarios de pan y melaza. Estatuto de elefantas…¡only in India!

La plaza principal de ingreso del fuerte era el lugar donde los animales terminaban el recorrido y donde los turistas iniciaban los tours, por lo que era una multitud de vendedores ambulantes y turistas, completamente repleta.

Una vez adentro, tras pagar el ticket de ingreso y subir una empinada escalinata, pasamos por la parte nueva de los aposentos reales tanto del palacio de verano como del palacio de invierno, los que contaban con novedosos sistemas para refrigerar las terrazas.

Resulta impresionante la arquitectura Rajput y Mogol. La fortaleza-palacio es simplemente majestuosa.

Luego descubrimos la belleza de un interior.

Y más tarde el palacio viejo, en el que vivían las doce concubinas del monarca, cada una en sus propios aposentos. En una de ellas, aún se conservan las esculturas y pinturas propias del Kamasutra.

Los fuertes en Rajasthán son muy hermosos tanto como los palacios reales que en ellos se esconden pero el por siempre favorito de @tripticity_ será el de Jodhpur, quizás por haber sido uno de los primeros en visitar. Igualmente, la belleza del fuerte de Amber es realmente extraordinaria.

Antes de bajar a la ciudad hicimos un stop en el museo Anokhi, una conocida marca de textiles, para conocer la técnica de estampado manual (block printing), el que se encuentra muy cerca del fuerte de Amber.

Los guías te ofrecen llevar a lugares donde también hacen la demostración pero este museo tiene un costo de ingreso -aunque menor- que lo vale pues está muy bien organizada la exposición sobre esta manufactura artesanal.

También paramos en una tienda de venta de piedras. India se caracteriza por sus piedras preciosas y semi preciosas pero ni en Jodhpur ni en Jaipur nos convencieron. Quizás pues esos enormes centros de ventas ofrecen todas las calidades desde miles de dólares a unos pocos cinco, todo en la misma tienda. Cuestión que nos resultó poco tentador hacernos de las preciadas piedras indias.

A continuación, ingresamos a la ciudad de Jaipur por una de las puertas de sus bulliciosos y coloridos mercados. Ya era el mediodía por lo que la actividad estaba a pleno.

La primera parada fue en Jal Mahal (el Palacio de Agua).

Luego en Hawa Mahal o Palacio de los vientos con su icónico color rosa, ese que se encuentra presente en la ciudad toda. Se trata del edificio de arenisca rosa cubierto de ventanas rematadas por delicadas filigranas. Desde sus pequeñas ventanas las mujeres de la realeza podían ver pasar los desfiles propios de los festivales sin ser vistas por los hombres.

Mientras la orquesta de bocinas no paraba de tronar, tomamos las clásicas fotos de la fachada para luego subir a un rickshaw que nos llevó hasta el observatorio astrológico, el que nos resultó una genialidad. Se trata de Jantar Matar, construido por la gran afición del Maharaja Man Singh por la astronomía y la astrología.

Continuamos el circuito visitando los cenotafios de Gaitor, con una parada en un vendedor de tés y especies, aunque nos resultó mucho menos atractiva que la tienda de las Seven Sisters de Jodhpur, a las que nos llevó nuestro guía Jasu.

La última escala fue en una tienda de textiles donde nos hicieron la demostración del estampado block print y donde el señor @tripticity_ se compró una camisa con un estampado de elefantitos, bien divertida.

De regreso al hotel hicimos la consulta para tomar los masajes que ofrecían.

Jaipur también es conocida por sus centros de Ayurveda y los masajes ayurvédicos.

En solo segundos, el recepcionista coordinó con el centro para que nos buscaran del hotel. Un uber indio nos llevó en el caos de tránsito hasta el Kerala Ayurveda Kendra. La sensación de estar entregados a la suerte se sintió nuevamente... Casi como todos los destinos en India es un aprendizaje a confiar.

Los masajes Abhyangam fueron muy relajantes. El nombre de la chica que me los hizo no puedo ni recordarlo y aún de hacerlo no podría pronunciarlo. Una de las cosas que me costó en India fue pronunciar los exóticos nombres de las personas que fuimos conociendo.

El aroma a menta con el que volví al hotel por el aceite que usó para los masajes era imposible, pero ganó el hambre y el cansancio por lo que decidimos ir directo al Peacock Restaurant para nuestra cena temprana, de modo de descansar, ya que al día siguiente salíamos temprano rumbo a Agra.

Para empezar ordenamos las honey chilly potato, unas papas fritas crujientes con una mezcla de miel y picante. Luego, disfrutamos un arroz afgano, un curry estilo thai con arroz jasmine y para el postre, el hara pista, un helado de pistacho delicioso que llevaremos en la memoria. Tanto como la bella y caótica Jaipur.