Mihir Garh

Placer y lujo en el medio del desierto

Cuando organizamos nuestro viaje a India, tomamos el consejo de varias personas que nos indicaron que lo mejor era ahorrar lo máximo posible y luego invertir en los mejores hoteles a los que se pudiese acceder.

Por eso, en Mumbai -nuestro primer destino en India- paramos en el Taj Palace, en Delhi -el último- en The Imperial, ambos icónicos e históricos. Y durante el recorrido elegimos algunos hoteles, de esos de lujo, que invitan a cerrar los ojos, sentir el silencio y simplemente respirar.

Es que un viaje a India no son vacaciones, no es un viaje cualquiera. Es una aventura intensa, muchas veces agotadora, por lo que estas postas intermedias resultan muy convenientes para reponer energías y continuar con el circuito establecido.

En Rajasthán, nuestra primera posta tuvo lugar en Mihir Garh.

El hotel boutique cuenta con el sello Relais & Châteaux. Se trata de una propiedad en el medio del desierto, a una hora en auto de Jodhpur, que alberga un establo de caballos de pura raza Marwari. Son solo nueve espaciosas suites de lujo, con piscinas individuales de agua templada y espacios comunes ornamentados con mucho estilo. Se destacan los detalles alegóricos a lo ecuestre, evidenciando la pasión de sus dueños por los caballos.

La arquitectura de Mihir Garh es sobresaliente. Utiliza elementos típicos de los pueblos de la región, con ángulos redondeados. Las amplias habitaciones cuentan con chimeneas y terrazas. En su exterior predomina el color de la piedra fundiéndose con el de la arena del desierto.

El camino de Jaisalmer a Jodhpur fue super entretenido. Cuando te cuentan que en India la vaca es sagrada y está en todos lados no te imaginas que literalmente están en todos lados, hasta en las autopistas, echadas en el centro de un carril, obligando a los miles de conductores a esquivarlas, o en los peajes, inutilizando los puestos. ¡En todos lados!

Pasaban autos, motos, muchas motos, en eso un convoy militar de tanques, muchos tanques. De repente, unos camellos cruzaron la vía y a continuación camiones muy coloridos todos ornamentados, incluso -más adelante- un tractor cargando sacos gigantes de “cow food” (comida para vacas como dijo Birmarm nuestro conductor), que parecía iba a explotar en cualquier momento.

Ya en Mihir Garh, nuestro refugio por esa noche, nos recibió Shakti (que significa poder). En India todos los nombres tienen un significado positivo. Como los nuestros les resultaba difíciles, optamos por usar Tripti, por @tripticiy_ (cuyo significado -remanso, satisfacción del corazón- lo conocimos justamente en este viaje a India) y Nacho, ya que nos anoticiamos de que era el tema principal de una película de Bollywood, por lo que cuando lo pronunciábamos todos sonreían acordándose del film.

Shakti nos convidó agua de rosas, deliciosa y refrescante.

Así inició nuestro día de relax, de descanso, en el que saboreamos la mejor gastronomía india tanto en el almuerzo, en la cena y en el desayuno, pues nos animamos a probar sus diferentes platos, de esos que para la mirada occidental lucen tan exóticos.

El curry de cordero, los dátiles con panceta, la sopa fría de mango -al estilo de un gazpacho-, la sopa caliente de ajo, el tandoori de hígado, las croquetas de higos, por nombrar solo algunos de nuestros favoritos.

Fue en Mihir Garh donde también conocimos el vino indio. Probamos el shiraz-cabernet de Sula, de los viñedos de Nashik en el estado de Maharashtra, el mismo que Mumbai, de muy buen nivel.

Chain Singh, nuestro mozo, oriundo de Nagaur, bien serio y con facciones rígidas hasta nos dio -al principio- una sensación de hosco, como de guerrero mogul, pero fue todo lo contrario, de lo más amable y fue quien nos lo recomendó.

Ese día contemplamos un glorioso atardecer en la terraza, mientras disfrutábamos un café arábigo delicioso y las cookies de rigor. Los pavos reales empezaban a volar hasta lo alto de las copas de los árboles y un sinfín de aves revoloteaban ornamentando aún más la escena.

También tomamos provecho de nuestra pequeña pileta de agua caliente.

En la cena, conocimos al gentil dueño del fuerte, un amante de los caballos de raza, Sidhart Singh, quien junto a su mujer Rashm creó este paraíso.

Sidhart incluso nos invitó a que fuésemos al evento que ese fin de semana se celebraba en Jodhpur. ¡Lamentamos no poder honrarla por falta de tiempo!

A la mañana siguiente, luego del completo desayuno partimos. Nos despedimos de Bhupendra, el manager, sin muchas ganas pues era tentador quedarse un día más en ese oasis, pero Jodhpur y su belleza nos esperaba para seguir descubriendo Rajasthán.