Posada del Silencio
Una buena opción para disfrutar Salinas Grandes
En un viaje en el que recorrimos el tramo extremo norte de la ruta nacional 40, decidimos pasar una noche en Salinas Grandes. Luego de la glamorosa experiencia en Pristine Camps, en la que dormimos en el mismo salar, disfrutando del confort y exclusividad del glamping, fuimos en busca de una opción más accesible, por lo que reservamos en Posada del Silencio. Un hospedaje de solo tres habitaciones, en el pequeño paraje Pozo Colorado.
Las comodidades son más que suficientes, agua abundante y bien caliente, sábanas y toallas impecables, desayuno incluido, en el verdadero medio de la nada. El alojamiento ofrece además buena calefacción y baño completo.
Y así fue como, luego de hacer el check in programado previamente, ya que por esas zonas no hay señal de teléfono alguno, volvimos a salir del pueblito para apostarnos en el camino rural de acceso. Frenar allí donde nos había gustado más, bajar del cacharro, la noble Hilux 2007 que nos lleva a todos lados, y ser testigos de otro atardecer mágico, de esos que te energizan, te hacen agradecer por la vida, por la oportunidad de presenciar la belleza del universo.
Posada del Silencio honra su nombre. Sin siquiera percibir una lejana voz o un ladrido esa noche dormimos súper relajados después del arduo y desolado camino por la puna jujeña, en la última y más recóndita parte de la Ruta 40.
Digna de destacar también es la comida casera que nos sirvieron en el pequeño comedor. La reserva de comida es obligatoria en esos parajes. En nuestro caso, optamos por el estofado de verduras. Así fue como nos presentaron la olla, en la que se mantuvo caliente la cazuela de riquísimas verduritas con su caldo. También ofrecen la variante de cazuela de carne. El postre fue el dulce norteño típico conocido como anchi, hecho a base de sémola, servido tibio, ideal como preludio de un gran sueño. Además, la indicación es que cada huésped lleve su opción de bebida, por lo que esa noche decidimos abrir la potente botella que adquirimos al visitar el taller y viñedos de Utama, de Saicha y Huayra Haro Galli.
Así fue como vimos una vez más ese cielo de noche en la inmensidad de Salinas Grandes, una cara menos conocida de la atracción turística por excelencia del norte argentino, allí donde solo se encuentran lugareños.
En la mañana, luego del desayuno de campo, con un tremendo bollo y dulce de durazno, partimos de regreso a Salta, no sin antes hacer un obligatorio stop en Purmamarca, uno de los favoritos de @tripticity_ en la Quebrada de Humahuaca, y por supuesto un almuerzo delicioso en Flor de Pago ya en Volcán.