Mumbai
Vibrante metrópolis con un fuerte legado colonial
Llegamos a la ciudad cosmopolita en un vuelo a la madrugada desde Dubai, luego de cruzar el Mar Rojo. El aeropuerto internacional Chhatrapati Shivaji tiene tanta actividad que, a las cinco de la mañana, sobrevolamos la ciudad más de veinte minutos antes de aterrizar, dando vuelta con otros tantos aviones que veíamos desde la ventanilla, hasta que al fin llegó la autorización de la torre.
Tomó cerca de una hora el trámite migratorio y recorrer el inmenso aeropuerto.
Un dato a tener en cuenta. Cuando contratamos el eSim para el teléfono, recibimos un mensaje que informaba que solo estaría disponible hasta la fecha de expiración de la visa, que era mucho anterior a la prevista. Grande fue el susto al confirmar que el personal de migraciones que me atendió se había equivocado y había estampado una fecha anterior a los treinta días que se otorgan y, por supuesto, a la salida del país por nosotros planeada. Por suerte, al terminar el viaje en Delhi y explicar la situación el día que partíamos, el oficial entendió perfectamente que había sido un error de ellos y que no generaría consecuencia alguna. Mas en algunos hoteles tuvimos que explicarlo un largo rato, pues los conserjes más recelosos chequeaban ese dato. Por ello, a modo de sugerencia, siempre hay que revisar el pasaporte en Migraciones para confirmar que la información estampada sea correcta.
Nuestros agentes de viajes nos habían indicado que un chofer nos esperaría al salir de la terminal y así fue. Warma sonriente mostraba un cartelito con nuestros nombres. Nos recibió, abrió una bolsita de plástico y sacó dos coloridos collares de flores frescas, que nos colgó en el cuello como señal de bienvenida. De inmediato nos puso en contacto con Helena quien quería asegurarse de saludarnos y darnos también la bienvenida a nuestro circuito por el norte de la India.
Y allí inició una travesía de apenas cuarenta y cinco minutos hasta el centro de la ciudad hacia el barrio histórico de Colaba.
Era aún de madrugada, por lo que los estruendos de las incesantes bocinas que caracterizan a India todavía no se hacían notar, pero igualmente pudimos ir adivinando algo del caos característico de la ciudad.
Llamó nuestra atención la cantidad de camiones que circulaban a esa hora de la mañana. Fue Warma quien nos explicó que muchos de ellos cargaban agua para abastecer a la población.
Y así con la adrenalina de llegar nos recibió el Taj Palace Mumbai. El histórico hotel de lujo ubicado justo frente a la Puerta de India.
En una primera sugerencia, la agencia Black Pepper Tours nos había propuesto hoteles categoría intermedio y en Mumbai el hotel Ascot en la misma zona de Colaba.
Tras la dedicada tarea de planificar nuestra travesía nos convencimos de que debíamos elevar el presupuesto para acceder a hoteles de mayor jerarquía, en especial al ingresar al país y al salir por Delhi.
Además, una persona de confianza nos había sugerido que para ir a India ahorrásemos lo más posible, cosa de contratar la mejor hotelería al alcance.
Por ello, decidimos que el viaje lo íbamos a iniciar y terminar en hoteles de súper lujo y además previmos postas -cada cinco días promedio- donde repararnos y, también, como una manera de consentirnos.
Fue entonces nuestra elección: para el arribo, el impresionante Taj Palace Mumbai; y para la despedida en Delhi, el icónico The Imperial.
¡Qué acertada apuesta!
La magnificencia en el Taj fue la síntesis del concepto lujo asiático. Se encuentra ubicado justo frente a la Puerta de la India, uno de los monumentos más emblemáticos de Mumbai.
Una ceremonia de bienvenida estuvo a cargo del concierge, quien nos deseó un viaje lleno de felicidad mientras recitaba un mantra. Nos obsequió un collar de la buena fortuna hecho con ramitas de albahaca y nos tocó la frente para hacernos con su dedo el “bindi”, el punto en la frente, a la altura del sexto chakra que -según la tradición védica- fortalece la concentración y la energía vital.
En India la superstición está presente en todos lados, en los colores, en los dioses, en las estatuillas, en las ceremonias, en las banderas. Hay toda una simbología representada en los colores.
Para cuando nos estaban entregando la tarjeta de nuestra habitación, una pasajera americana se descompuso en el medio del lobby del hotel y no pudo evitar el vómito en público. A partir de allí yo también me hice supersticiosa, practicando cada rito que me proponían a lo largo del viaje pidiendo solamente mantenernos sanos. Y, muy a pesar de la incredulidad del señor @tripticity_, todos mis amuletos dieron resultado pues pudimos disfrutar el viaje sin malestares y, particularmente, sin sufrir el famoso “Delhi Belly”, frase de la jerga con la que se conoce la colitis que sufren los extranjeros en India, al no estar acostumbrados a la comida y al agua local.
Pues bien, después de un largo vuelo de casi veinte horas desde Buenos Aires hasta Dubai, un stopover rápido para visitarla y el siguiente tramo hacia Mumbai, no podíamos darnos el lujo de descansar, pues solo teníamos un día para conocer la ciudad. Por lo que dormimos solo media hora antes de dar inicio a nuestro ajetreado tour. Era tal la emoción que no hubo reparos en levantarnos cuando el despertador sonó.
Antes de salir, por supuesto, nos empanzamos con un opíparo desayuno en el grandioso hotel, con una decena de chefs preparando delicias a la vista.
Justo a las diez de la mañana, como habíamos quedado, se presentó nuestra guía local.
Ante nuestra primera pregunta sobre la razón de tanta seguridad del hotel, Aakanksha respondió con cierta ironía que se debía a la situación con sus vecinos, Pakistán y China. Es que un atentado sangriento tuvo lugar en ese hotel, en el que murieron locales y extranjeros, por eso entendimos la razón de tantas extremas medidas de seguridad, situación que en lo personal me hicieron acordar un poco a mi viaje a Egipto.
Y así dimos inicio a nuestro tour por la ciudad. Mumbai es la capital del estado de Maharashtra y es considerada la más cosmopolita del país.
El primer stop lo hicimos para cambiar divisas. Había dos opciones, con o sin papeles, esto último sería el equivalente a lo que Argentina llamamos “arbolitos”. Escondido en una cinematógrafica covacha concretamos la operación velozmente. Nada extraño para nosotros...
Los resabios de la dominación inglesa se advierten en los antiguos edificios del barrio de Colaba. dejados a su suerte. Un poco me recordó a la imagen de La Habana en Cuba.
En los distritos de Fort y Churchgate las construcciones de la época colonial se encuentran en mejor estado, como la estación de tren Victoria Terminus, el Tribunal Supremo, la Universidad de Mumbai y la catedral de Saint Thomas. La iglesia anglicana conserva las tumbas de aquellos conquistadores británicos a quienes les encontró la muerte en esas latitudes.
Continuamos rumbo a Crawford Market. Como todas las ciudades de India, Mumbai es conocida por sus mercados. Ingresamos por la parte antigua, luego de pasar un basural, allí donde los vendedores aún se encuentran sentados en el piso de tierra, mientras gatos y alimañas pasean encantados entre las frutas y verduras exóticas. Algunos pocos puesteros, más circunspectos, cargan sus mercaderías en sus cabezas.
Antes del viaje, no solo había leído a expertos con blogs sobre India, sino que también había visto varias películas, en el afán de estar preparada, lo cual es -ahora entiendo- imposible. Una de ellas había sido The Lunch Box (La Caja de Almuerzo), que cuenta la historia de dos personas solitarias que por obra del azar se conectan tras una falla en el sistema de distribución de viandas de almuerzo. Sucede que en Mumbai los trenes viajan atestados de gente en las horas pico, por lo que se desarrolló un sistema de entrega de comida muy peculiar, reconocido en el mundo como infalible, al punto que fue estudiado por la Universidad de Harvard por su perfección. En la historia, el yerro sucede y a su merced la unión vía cartas que van y vienen entre los protagonistas de la ficción. Muy conmovedora, la historia no solo entretiene sino que muestra la realidad de un ama de casa y un oficinista durante la época de los monzones.
Pues bien, al comentarle a Aakanksha sobre mi interés sobre el sistema, miró su reloj y dijo: "¡Estamos justo en hora, si nos apuramos llegamos!" Pues bien, el auto frenó, nos bajamos y vimos en vivo las cientos de lunch box siendo organizadas por los señores vestidos de blanco impoluto, dispuestos a tomar sus bicicletas para iniciar el delivery. ¡Maravilloso!
Otra visita impactante fue el Dhobi Ghat, la lavandería al aire libre más grande y antigua de la ciudad, a exclusivo cargo de hombres que ofician de lavadores de la urbe. Incluso Aakanksha nos confirmó que en su casa envían allí la ropa a lavar. Sábanas y sábanas colgadas al aire, en el que el espeso smog grisáceo se adueña del cielo. La imagen es única.
El recorrido en nuestro auto siguió hasta Dargah Haji, una de las mezquitas y tumbas más importantes de India, situada en un islote de la costa de Worli. Con origen en el siglo XV, es un lugar de peregrinación de personas de todas las creencias, quienes se unen en una sola plegaria a quien consideran un hacedor de milagros. Una explanada conecta la costa, por lo que es accesible solo durante marea baja. Allí mendigos y personas enfermas aguardan al rayo del sol la donación de los visitantes.
Las mujeres ingresan por la izquierda y los hombres por la derecha, luego de sacarse –como es costumbre antes de ingresar a todo templo o mezquita en India- el calzado y negociar el precio con los cuidadores de zapatos.
La energía del lugar me resultó cautivante. Me estremeció contemplar el trance que vivían al formular sus súplicas mientras entregan sus ofrendas en dinero.
De camino a los famosos Jardines Colgantes, en el exclusivo barrio de Malabar Hill, la guía nos indicó que prestásemos atención al impresionante edificio de Mukesh Ambani, el billonario indio que construyó su particular casa para unas pocas personas pero con más de quinientos empleados permanentes. Ver esa ostentación mientras en la calle por la que circulábamos todo era hacinamiento, mugre y pobreza fue una síntesis de esa idiosincrasia. La tierra de las contradicciones, de los extremos, en la que abundan las sonrisas.
Una vez en los Jardines Colgantes, situados en las terrazas, mientras paseábamos entre los arbustos tallados con forma de animales se generó una charla con Aakanksha sobre el hinduismo y la vida cotidiana en India. Ante la pregunta obligada del matrimonio arreglado, ella nos explicó con entusiasmo que sus creencias no constituyen una religión, sino más bien una filosofía de vida, y cómo aquello que resulta inverosímil a nuestra visión para los hinduistas es su estilo de vida. El matrimonio, la muerte, la vida misma es considerada por ellos de una manera totalmente diferente a la que nosotros la entendemos. El matrimonio no es entre dos personas sino una unión de familias, una conformación de un clan, que luego se moverá de un lado a otro de esa manera, todos juntos a todas partes. A partir de allí fue notable advertir -al visitar monumentos- cómo el turismo local estaba conformado principalmente por grandes grupos de indios que eran -–justamente- familias en vacaciones.
La muerte en los hindúes genera un duelo, pero solo por doce días pues luego de eso la vida se impone. De hecho sus principales dioses son Brahmā, dios creador del universo, Viṣṇu, dios operador preservador, y Śiva, dios destructor. Es que la destrucción entraña nueva creación.
Así inició nuestra primera aproximación al hinduismo, a eso de tratar de entenderlo, en un balcón de Malabar Hill, mientras disfrutábamos de una maravillosa vista del mar y del skyline de la ciudad.
La última parada fue en el mirador de la contaminada playa Chowpatty. El horizonte con los edificios se vislumbraba en un tono grisáceo en razón del smog que genera la contaminación.
Nos despedimos de Aakanksha y regresamos al hotel, el que se sintió como refugio en la tan vibrante metrópolis no sin antes tomar la fotografía de rigor en la histórica Puerta de la India.
Ya en ese oasis de paz, agradable aroma y extremo lujo, hicimos una primera reflexión sobre lo intenso que serían los veinte días venideros.
Decidimos relajarnos tomándonos un baño de agua templada en el jacuzzi del hotel, mientras disfrutábamos la belleza de la arquitectura de este monumental edificio creado por Jamsetji Tata. Se trata de un personaje histórico de India, dueño de infinidad de industrias, al punto que –luego- su nombre iba a estar presentes en varios de los destinos que visitamos. La historia cuenta que el millonario decidió construir el hotel frente al Mar Arábico luego de un episodio de discriminación sufrido en el hotel Watson, al no serle permitido el ingreso. Así fue como en el año 1903 inauguró el emblemático hotel de ultra lujo de estilo indo-sarraceno, combinando elementos de la arquitectura indo islámica, mogola y detalles propios de los templos hindúes. ¡De extraordinaria belleza!
En el ascensor del hotel nos topamos con un montón de jugadores de cricket allí alojados. Es que se trata del deporte por excelencia de India. Durante todo nuestro recorrido por el enorme subcontinente fue común ver a locales jugarlo en estacionamientos, en explanadas, en todos lados.
Luego de una última recorrida por el enorme hotel, como un tour en sí mismo, llegó el ansiado descanso después de tanta adrenalina en nuestro primer día en India con una promisoria impresión de buena fortuna para todo el viaje.