Cruzar el Canal de Panamá
Asombro, asombro y más asombro
Elegimos un crucero por el sur del Caribe principalmente pues su itinerario incluía el cruce del Canal de Panamá. Así fue que luego de un fabuloso recorrido por Cartagena de Indias en Colombia, por Bonaire, Aruba y Curaçao (las ABC holandesas) y por Limón en Costa Rica, amanecimos al alba del último día de navegación para presenciar toda la travesía interoceánica.
Es -sin dudas- la prueba concreta del formidable ingenio del hombre.
Ya cuando los españoles llegaron al istmo había surgido la idea de la unión de los océanos. Pero fueron los franceses quienes en 1880 iniciaron los primeros trabajos del proyecto, el que no pudieron concluir por subsecuentes problemas financieros y, para peor, la enorme mortandad de los trabajadores producida por la enfermedad tropical de la fiebre amarilla.
Por ello, en 1903, al tiempo que se iba consolidando la independencia de Panamá, los franceses vendieron su proyecto a los Estados Unidos, país que lo modifica mediante un sistema de esclusas elevadoras y aprovechamiento de las aguas del lago Gatún y en 1914 inaugura el canal.
Así se mantuvo bajo la administración de ese país hasta las 11:59 horas del 31 de diciembre de 1999, cuando Panamá tomó para sí su gestión y administración como consecuencia de lo acordado en los Tratados Torrijos-Carter.
Cerca de las siete de la mañana, el crucero ya se encontraba muy cerca de la ciudad costera de Colón. Desde el balcón de nuestro camarote podíamos ver la centena de barcos que cada día esperan su turno para el paso. Una imagen de película.
Cerca de ochenta kilómetros separan el Caribe del Pacífico y es el Canal de Panamá el que permite el flujo de navíos gracias a un sistema complejo de esclusas, que funcionan como ascensores con agua que van elevando los barcos al nivel del lago Gatún (el que se encuentra a 27 metros sobre el nivel del mar).
Una vez que se inició el proceso de ingreso, operarios del Canal de Panamá se suben en lanchas para gestionar las sogas que colocan al barco en el cauce de aproximación y que luego se conectan en máquinas ferroviarias que van haciéndolo avanzar una vez ya en la esclusa.
La primera fue la esclusa de Gatún, donde gigantes barcos transportadores de gas licuado, que la atravesaban en sentido opuesto, magnificaban y daban mayor sentido a la experiencia. Sentir, ver cómo el crucero se elevaba a medida que la esclusa se llenaba de agua, mientras el barco vecino se “achicaba” al bajar a la altura del mar Caribe, nos estremeció.
Una vez que se atraviesan esas esclusas, se navega por el lago Gatún. Fue entonces momento de un almuerzo temprano en el que apreciamos la diversidad de la cuenca hidrográfica y la vegetación tropical que lo acompaña.
A ello le sigue el paso por el corte Culebra, se trata de la parte más estrecha del canal, que fue excavada para que puedan transitar los barcos.
Luego se arriba a la esclusa de Pedro Miguel.
Un ratito más tarde, ya en las esclusas de Miraflores se produce el mismo procedimiento pero a la inversa pues es hora de bajar el barco al nivel del Pacífico.
Allí, los turistas del Centro de Visitantes nos saludaban a nosotros, los pasajeros del Norwegian Jewel. También muchos panameños, desde la ruta 852, frenaban sus autos para contemplar la inmensidad de nuestro hotel flotante.
Ya habiendo atravesado el Canal de Panamá, todavía nos faltaba otro espectacular momento, el cruzar por debajo del Puente de las Américas con el sol poniéndose, iluminando de dorado todo el skyline panameño.
Extasiados por tanta belleza, subimos hasta la cubierta trece para presenciar todas esas postales con amplitud. Y allí esa última nochecita de verano, agradecimos lo vivido y empezamos a pensar en cuál podría ser un siguiente itinerario para @tripticity_.
Una aclaración: en el año 2007 se iniciaron las obras de ampliación del Canal de Panamá que finalizaron en el año 2016. Para nuestra fortuna el cruce lo hicimos por el canal original. Y toda la tarde de investigación previa surtió efecto pues habíamos elegido un camarote a babor, es decir a la izquierda del barco, lo que nos permitió -en esa privacidad y confort- apreciar todo el trabajo en las esclusas y los barcos vecinos subir y bajar.
El Canal de Panamá implica una conectividad de los océanos, una ruta comercial de enorme importancia, conectando Asia con Europa. Funciona las veinticuatro horas. Durante el día lo atraviesan los buques más grandes, en tanto que en la noche lo hacen los de menor calado.
Esta colosal obra de más de cien años para nosotros fue un hito, algo así como una cucarda que orgullosos llevaremos para siempre en la memoria. Esa noche en la cena, tomamos nuestros últimos tragos despidiéndonos de los mozos favoritos de @tripticity_, Ralph, I Made, Amri y Jason. También por ellos brindamos, valorando su trabajo y vida y nuestra fortuna de haber podido hacer tremenda travesía.