Sur de Catarmarca
Seismiles, Balcón de Pissis, Dunas Mágicas y de Tatón, Ruta del Adobe
En un épico viaje por el centro oeste de la Argentina visitamos la inagotable Catamarca, provincia argentina que no para de asombrar a @tripticity_.
Tras una relajante estadía en Chañarmuyo, La Rioja, por la ruta nacional 60 llegamos primero a Cortaderas con un objetivo, transitar por la ruta de los Seismiles y conocer el Balcón de Pissis. No teníamos buen ánimo, pues el día anterior nuestro guía, Rodolfo Reales, nos había informado que se pronosticaba viento fuerte en la cordillera por lo que la salida estaba prácticamente descartada.
Hicimos un rápido check in en el Hotel Cortaderas y nos aprestamos a continuar por la ruta nacional 60, que a las 5 de la tarde ya se encontraba desolada. Durante la visita solo nos cruzamos con guanacos que habitaban los cerros circundantes. El camino, conocido como los Seismiles, finaliza en la frontera con Chile, en el paso San Francisco. Y el nombre es obvio pues a lo largo se van viendo las cumbres cordilleranas que superan los seis mil metros de altura sobre el nivel del mar. Además del Monte Pissis, se visualiza el San Francisco, el Tres Cruces, Los Patos, el bellísimo Ojos del Salado y el Incahuasi.
Se hacía tarde por lo que antes de Gendarmería pegamos la vuelta para pasar la noche en el conveniente Hotel Cortaderas. Ni bien llegamos nos invitaron a tomar la ducha con agua caliente, disponible entre las siete y las diez de la noche. Así lo hicimos. Luego nos dirigimos al gran comedor en búsqueda de wifi para chequear cuáles eran las noticias de la salida o no al Pissis por parte de Rodolfo.
Fue allí donde conocimos a Juan Ramón Zamberlan y a Germán Moreno, los guías de Ceballos Turismo a cargo de un contingente de adultos mayores que esa noche compartían con nosotros la osadía de visitar esas alturas ni bien terminado el invierno.
De inmediato se generó una amena charla, de esas que @tripticity_ suele compartir con amantes de los viajes, ávidos buscadores de información sobre un próximo destino. Y estos dos expertos del turismo argentino generosamente contribuyeron a engrosar la lista de lugares a visitar.
La señal de internet era muy inestable, pero resulta que Rodolfo había pasado por el hotel en la tarde y dejado un mensaje sintético al conserje Johnny: 9 am en punto nos buscaría.
Por ello a la mañana siguiente no solo hubo euforia por saber que llegaríamos hasta el Balcón de Pissis, sino también por ir acompañados de esos nuevos amigos de Cortaderas.
Así fue que salimos. Durante el camino, en el que se va subiendo lentamente por la cordillera, Rodolfo Reales nos contó su historia. Apasionante, llena de desafíos, simplemente conmovedora.
Nacido en Tatón, conoce la zona como pocos, por eso una vez retirado como maestro rural, empezó con su Toyota Hilux a llevar a turistas a visitar el descomunal Balcón del Pissis. Éste baqueano catamarqueño nos fue relatando también las características topográficas de ese camino 100% offroad, mejorado gracias al trabajo vial que hacen las mineras. En el mes de septiembre, aún se mantenían los hielos del invierno, incluso algunos formando penitentes de una belleza extraordinaria.
Mientras subíamos la temperatura lógicamente iba descendiendo.
Sólo camionetas 4 × 4 logran llegar a la cima. Detrás de nosotros venían otras dos camionetas de turistas, que al no cumplir con ese requerimiento tuvieron dificultades cuando el camino se puso empinado, casi a un ángulo de 35 grados. Allí fue cuando comprobamos no sólo el profesionalismo sino también la calidez humana de Rodolfo, quien no dudó en dejarnos en lo alto para que apreciáramos el paisaje, con la laguna en lo bajo, y descendió para ayudarlos. En verdad fue un milagro: encontró un resquicio del terreno y pronto toda la caravana estaba con nosotros.
La alegría de poder disfrutar ese extremo paisaje fue enorme, pero fugaz, pues el frío empezó a sentirse. Entonces apareció otro tándem de 4 × 4; era la de nuestros nuevos amigos Juan Ramón y Germán, quienes sin hesitación nos invitaron a subirnos en un vehículo calefaccionado, mientras los abuelos del tour bajaban por las fotografías, como si estuvieran en el patio de sus casas, felices de la vida, desentendidos del posible mal de altura y de las ráfagas paralizantes.
Luego un último gran ascenso y llegamos al anhelado Balcón del Pissis. El viento furioso corría cada vez más fuerte pero nos permitió concretar el sueño de conocerlo.
El Monte Pissis, con más de seis mil setecientos metros sobre el nivel del mar, es el volcán inactivo más alto del mundo y disputa con su vecino Ojos del Salado el puesto de segundo pico más alto de América después del Aconcagua.
Allá arriba, helados como estábamos, en pocos minutos tomamos las fotografías de rigor, contemplamos en silencio la inmensidad de la montaña y el hielo, y agradecimos a la vida por tal gigante oportunidad. De vuelta en el vehículo de Rodolfo emprendimos el rápido descenso pues nos indicó que el viento se estaba empezando levantar y a poner cada vez más fuerte y que era prudente pegar el retorno. Y así lo hicimos siguiéndo las recomendaciones del experto. Sucede que corre con tanta potencia levantando la nieve que nubla la visión e incluso también arrasa con piedras que caen como bombas desde las laderas. De allí el respeto del baquiano.
También nos contó que tiempo atrás un viento blanco lo topó de regreso rompiéndole la luneta de la camioneta por la fuerza.
El camino de regreso fue entretenido. Sin dudas fue un hallazgo hacer la visita guiados por una persona como él, pues no sólo asegura sentirse súper seguros ante la adversidad del paisaje sino que además son de esas experiencias que enseñan, cultivan, hasta quizás te permiten ser mejor persona tras escuchar su ejemplo de vida.
Una vez de vuelta en el Hotel Cortaderas tomamos nuestro cacharro y partimos rumbo a Fiambalá, no sin antes acordar con Rodolfo la visita en la tarde por sus características dunas.
El camino es bonito, colorido, con muchas, muchas curvas.
Una vez en el pueblo nos dirigimos a Bodega Don Diego, donde nos recibieron siendo que ya casi eran las tres de la tarde y no dudaron en servirnos unas riquísimas empanadas las que acompañamos con el tinto Malbec Ruta 60 de su producción. Incluso nos convidaron como starter un rico bocadito de berenjena arrollada con jamón, queso y aceitunas.
De postre ordenamos un flan con crema. Nos generó ternura escuchar cómo se encendía la batidora tras esos muros gruesos de adobe. Cuando nos acercaron el dulce confirmamos que la crema efectivamente estaba bien fresquita, recién batida, deliciosa.
Luego visitamos la bodega, donde se produce un syrah extraordinario, y la pequeña capilla en forma de iglú de la finca. Todas las construcciones por supuesto hechas de adobe con el característico color terracota.
Justo al lado de Don Diego se encuentra un hito de La Ruta del Adobe.
Se trata de la Comandancia de Armas, la que forma parte del conjunto arquitectónico construido en 1745. Allí se desarrollaban actividades militares.
Además, muy cerquita, se encuentra la pequeña Iglesia de San Pedro en la que un pequeño cartel da cuenta de que es el lugar donde descansan los restos del general Carrizo, responsable de traer la imagen del Santo hasta el lugar y quien decidió construir el templo en su honor en el año 1770.
Luego de degustar el tremendo syrah de la Bodega Don Diego y visitar los hitos históricos más singulares de la ciudad nos dirigimos hacia La Ramadita, el pequeño hotel boutique en el que nos alojamos esa noche.
Cuenta con muy pocas habitaciones, muy cómodas y bien calefaccionadas. Además ofrece un acogedor espacio común para relajar luego de los tours, donde se sirve el desayuno en la mañana.
Luego de un corto descanso Rodolfo nos pasó a buscar para el anhelado atardecer.
Primero fue hora de un poco de diversión ya que Rodolfo trajo consigo una tabla de sanboard para que juguemos en las Dunas Mágicas, las que deben su nombre al hecho de que se van moviendo de manera constante. Subimos la duna con Rodolfo, quien nos dio unas brevísimas indicaciones y nos lanzó cuesta abajo cuales niños. ¡Tan divertido!
El viento se mantuvo incesante generando -cuando nos dirigíamos por la ruta- incluso un efecto un tanto hipnótico.
La puesta del sol que nos esperaba esa tarde fue gloriosa, gigante, bellísima.
La disfrutamos en las Dunas de Tatón, las que lucen como inagotables, allí donde en otros tiempos se corría el Dakar.
En un momento la 4 × 4 quedó varada en la arena más fina pero Rodolfo, siempre preparado, sacó de la caja las planchas especiales que nos permitieron avanzar. La belleza del paisaje, todo teñido en tonos pasteles, fue extrardinaria y así concluimos un increíble día en la inagotable Catamarca.
Después de tanto baile se apreció mucho la comodidad ofrecida por La Ramadita.
A la mañana siguiente partimos rumbo a Tinogasta, haciendo las paradas necesarias para completar la Ruta del Adobe.
Visitamos la iglesia de Nuestra Señora de Andacollo, en La Falda, donde compramos un aceite de jarilla (el arbusto que abunda en la zona) y la correspondiente loción con la promesa de la catamarqueña que nos la vendió sobre sus importantes bondades para conservar el pelo.
También visitamos el oratorio de los Orquera, el Mayorazgo y la capilla en Anillaco.
Una vez en el pueblo de Tinogasta visitamos el Museo Arqueológico Tulio Robaudi y si bien en Casagrande funciona el Hotel de Adobe, no pudimos ni entrar a su confitería pues desde adentro nos respondieron ante nuestra insistencia que estaba completo y no podían recibir más personas, ni siquiera para un café. De esas situaciones un tanto cotidianas que suceden en el norte argentino. Mas hay que ubicarse en el lugar y bajar las pretensiones.
Por supuesto hicimos un stop para la fotografía del punto del kilómetro 4040 de la ruta 40.
Ese día debíamos llegar hasta Cafayate por lo que las paradas que siguieron fueron eficientes. Así hicimos solo una corta visita al museo de sitio de las Ruinas de Shincal.
Luego en Londres no podíamos no hacernos de sus icónicas nueces. Ahora, para nuestro asombro, en lo de don Juan Carrizo también encontramos un auténtico aceite de nuez. Único, tanto su aceite, como su carácter. Fanático hincha de River se levantó de su siesta para atendernos, luego de que lo llamásemos al teléfono indicado en el rústico cartelito del portón.
En el pequeño pueblo visitamos el Museo del Folklore, bien curado y entretenido, luego de camino a Belén sabíamos que debíamos conocer a alguna de las célebres tejedoras.
Así fue que en medio del temporal de viento paramos en la Cooperativa Arañitas Hilanderas, en la que nos recibieron un grupo de mujeres laboriosas, cada una trabajando en una etapa del proceso de la manufactura de los ponchos, pashminas y variedad de tejidos, todos hechos con tintes naturales y en telar.
Cuando ya estaba por atardecer, llegamos a Colalao del Valle, donde nos vimos tentados por conocer la Bodega Altos La Ciénaga. Para nuestra fortuna, el enólogo a cargo y propietario, el enorme Rolo Díaz no dudó en recibirnos e invitarnos a una degustación de su colosal vino, beneficiario de muchos y merecidos premios.
Continuamos rumbo a Cafayate. Llegamos a Vieja Posada, nuestro alojamiento, muy tarde en la noche. Valoramos muchísimo tanto la tranquilidad y comodidad del hotel boutique como la riquísima cena de pastas en su restaurant La Despensa, celebrando con un Gualiama por haber disfrutado tremendo viaje.
Esa misma noche recordando todo lo vivido y las recomendaciones recibidas de parte de Rodolfo, Germán y Juan Ramón supimos que un nuevo viaje para @tripticity_ se estaba gestando. Si bien ya conocíamos Antofagasta de la Sierra, Campo de Piedra Pómez, El Peñón, Antofalla y los highlights del norte de Catamarca, recordamos que aún restaba descubrir el majestuoso Volcán Galán, por lo que esa misma cena, entre la pasta, el vino y el cansancio empezamos a idear nuestra nueva escapada.
Días tan intensos como los vividos en Catamarca ciertamente son un impulso de vida que te llevan a querer seguir descubriendo el mundo, disfrutando la aventura y valorando a la gente que el camino coloca en el paso. ¡Gracias Catamarca por tanto, te vemos de vuelta pronto!