Altos La Ciénaga
Vino de altura en Colalao del Valle
Tiempo atrás, en el restaurante escuela del enorme Álvaro Arismendi cerca de Tafí del Valle, probamos el trivarietal de Altos La Ciénaga por recomendación del chef.
Desde entonces sabíamos que era un pendiente conocer a su hacedor, por lo que en un viaje de regreso a Salta por la ruta 40 paramos en Colalao del Valle, del lado tucumano de los Valles Calchaquíes.
En el norte argentino es usual que Google Maps se confunda, por lo que cuando nos marcó el punto de la bodega en la esquina de la plaza nos resistimos incrédulos a confiar en el supuesto sabelotodo universal. Pero como no era cuestión de desperdiciar la oportunidad, decidimos consultar en la farmacia. Fue allí donde nos indicaron que efectivamente en esa pequeña puerta de la antigua casona encontraríamos la “oficina” de Altos La Cienaga.
Lucrecia, la hermana de Rolo Díaz, enólogo a cargo del sobresaliente vino tucumano, nos abrió la puerta cuando ya comenzaba la noche. Pensamos que de seguro nos despacharía hasta otra oportunidad, pero sin dudar lo llamó por teléfono y le contó de nuestra visita. No pasaron ni diez minutos que se apareció el encantador bodeguero. Valoramos su historia con la misma intensidad que a su trivarietal de culto en aquella noche en Arismendi. Es que Rolo resulta un personaje tan valioso, tan genuino y tan enriquecedor que con él los minutos se pasan volando.
Iba oscureciendo, mas Lucrecia desplegó un blanco mantel como si nos conociese de toda la vida, mientras Rolo abría su increíble Syrah cosecha 2021, invitándonos con él a degustarlo. ¡Cómo no honrar tan hospitalario ofrecimiento!
Durante esa hora y media Rolo compartió con @tripticity_ su historia de vida y la de Altos La Ciénaga. Son cuatro hectáreas productivas, pero tiene el proyecto de agregar dos más, mediante un sistema de reservorio de agua. Todo el riego de la finca es exclusivamente por acequia de vertiente. Ubicada a una veintena de kilómetros de Colalao, en la falda de un cerro, la producción del vino se hace allí donde su papá le enseñó los secretos de la uva, cuando él tan solo era un niño.
En esas tierras se sembraba pimiento, anís y comino, por lo que el suelo -dijo- conserva esas notas definitorias.
Ante nuestra consulta sobre su favorito, cual papá orgullo respondió que todos lo satisfacen, por lo que le resulta imposible elegir a un mimado.
Pocos saben que es técnico enólogo recibido, pues a los cincuenta empezó a estudiar formalmente, aunque quizás sus conocimientos tan sólidos sean los adquiridos por la experiencia y por los años, al punto de que se anima a afirmar que “ya en cada cosecha uno sabe cómo va a salir la añada”.
Luego nos comentó que él precisamente cosecha tarde, cerca del 20 de marzo de cada año, pues el syrah se hace esperar.
Su vino es casi orgánico. Solo utiliza hormiguicida ya que, tal como respondió ante una consulta en una jornada de expertos, aún lo utiliza pues “se hace difícil matarlas una a una a las hormigas”. Sacando ese dato tan menor, en lo demás su vino es de lo más natural que se pueda encontrar.
Después de esa charla memorable, elegimos las botellas con las que la cavita de @tripticity_ se iba a nutrir de esa visita y partimos rumbo a Cafayate, con la satisfacción de haber conocido a un ser humano colosal, más la alegría de haber compartido su vino nada menos que en su mesa.
Antes del último saludo, otra genial respuesta de Rolo: ¿Cuántos años de guarda tiene su vino?, le consultamos. Nos miró cómplice y afirmó: “El vino dura hasta que se acaba”, como una última enseñanza de que la vida se debe vivir con intensidad en el momento.
¡Gracias Rolo y Lucrecia por tanta amabilidad y ejemplaridad!