Vieja Posada
Un oasis de comodidad, buen gusto y bohemia en el centro de Cafayate
En las galerías del hotel boutique se siente la historia que allí alguna vez transcurrió. Lo mismo sucede con los pisos, los árboles y las flores, con los objetos que forman parte no sólo de la decoración sino del mobiliario de uso diario.
Llegamos un miércoles pasadas las 10 de la noche, exhaustos, después de una larga travesía por la ruta 40 que coronaba un viaje de 3 mil kilómetros. Micaela nos asignó la habitación de grandes ventanales y muros de adobe y casi sin demoras fuimos a gratificarnos con una cena en La Despensa, el restaurant de la posada que se caracteriza por la perfecta combinación de cultura y cocina.
Para el inicio, optamos por nuestras favoritas, las poco comunes empanadas de queso y quinoa. Acto seguido, una pasta rellena con tomatitos salteados en oliva con albahaca. Ese principal fue el banquete de la noche, muy bien escoltado con un Gualiama, el sensacional malbec del cafayateño Chavo Figueroa. Estábamos tan fatigados que no teníamos resto para los postres. Apenas para deleitarnos con los ladrillones de adobe a la vista, los instrumentos musicales, las viejas sillas y mesas. En La Despensa queda a la vista la impronta de sus creadores, el músico y escritor Ramiro Trunsky y la arquitecta Paola Marcón.
De regreso a nuestra tierra aquella noche significó en verdad una vuelta a casa. Sí, porque la estancia en Vieja Posada es lo más parecido a quedarse de invitado en la casa de un amigo. Tal como en otro tiempo lo hacía Doralba Trunsky, quien era la anfitriona de ilustres visitantes en su afán de promover la cultura de Cafayate.
Dormimos diez horas de un tirón. Al despertarnos, el atento manager Juan nos invitó a tomar el desayuno en el porche de arcadas, pues esa mañana de primavera aún con el resabio del aire fresco proponía un clima propicio para aprovechar el sol calchaquí. Jugos naturales, frutas frescas, delicias dulces y variedad de budines y panificados de manufactura de la casa compusieron el convite matutino.
Alojarse en Vieja Posada es una opción diferente en Cafayate. Está a dos pasos de la plaza principal pero en una esquina muy tranquila, por lo que el relax es una garantía.
Aun cuando Cafayate como destino ofrece una valiosa cantidad de actividades, las instalaciones del hotel boutique invitan a quedarse durante un día entero disfrutando del frescor de sus sombras, como la que brinda el centenario olivo del parque principal, o allí mismo refrescarse en la pileta de estilo, desde la cual incluso se puede vislumbrar las cúpulas de la iglesia catedral Nuestra Señora del Rosario.
Además, el proyecto de Ramiro y Paola incluye una gema como lo es Casa Cultural Pedro Lávaque, toda una invitación para un momento de compras de objetos de diseño y vanguardia. Y en las noches la oferta cultural se completa con presentaciones y conciertos de artistas en La Despensa.
Y, dentro ya del enorme predio de media manzana, es imposible no complacerse en sus confortantes instalaciones, deleitarse con su cocina y apreciar la historia, el diseño y la alta sensibilidad de sus creadores. Como plus, para los amantes del arte, por lo general viernes y sábado hay propuestas musicales de primer nivel.
@tripticity_ espera con ansias regresar a Cafayate para embeberse otra vez de la experiencia Vieja Posada.