Olomouc

Una gris ciudad en la profundidad checa

El señor @tripticity_, quien había planeado este viaje por el este europeo, cuando llegamos a Olomouc sintió arrepentimiento. La idea era hacer un stop de camino en el viaje en tren de Cracovia a Praga, en la región de Moravia, para que el trayecto no se hiciese tan pesado. La elección fue Olomouc, una pequeña ciudad que parecía ofrecer varias atracciones en su centro histórico.

Un tanto lúgubre, quieta, cual sin vida, con el resabio que les dejó el comunismo.

Al finalizar la corta visita concluimos que lo bueno de haber llegado hasta Olomouc fue haber conocido quizás un poco la idiosincrasia de una pequeña ciudad checa, en su versión real, no para turistas. Es que turistas no los hay. Obviamente no está preparada para el turismo como sí lo está la grandiosa capital Praga.

De hecho, en la elección también había influido la existencia de curiosos spa de cerveza. Los baños de cerveza se hacen desde hace mil años en la región. Amante de los spa, cuando @tripticity_ supo de esa posibilidad quiso probarla, mas ni aun llegando hasta Olomouc lo pudo hacer… y hay que llegar hasta Olomouc.

Elegimos el hotel no solo por su estratégica ubicación frente de la estación de tren sino también porque contaba con spa. Sucedió que debiendo usar google translator la poco amable señora a cargo del servicio tercerizado nos indicó que no había turnos para ese día. Sin más, nos despachó. Decidimos buscar la alternativa que quedaba de camino al casco antiguo, justo al lado de un histórico bar de cervezas, el Svatováclavský Pivovar, pero al llegar nos dimos con un cartel en checo y cuando consultamos ni la moza ni un par de locales no nos supieron indicar, sólo supimos una cosa: estaba cerrado. ¡Y a pelarse!

En vano fue la visita a la oficina turística de la ciudad: un mapa de papel fue la única respuesta a nuestras preguntas.

Fue grande la desilusión. Pero bueno, en los viajes, como en la vida, hay que saber sortear los malos momentos. Por lo que decidimos volver a la estación, de arquitectura bien de la posguerra, a comer unos bien regulares panchos con cerveza y dormir temprano para prepararnos para los días que venían de visita a las ciudades imperiales de Praga y Viena. Nada de la oferta gastronómica nos convenció más que ese street food.

Pero antes cumplimos el recorrido planeado por su centro histórico.

Tomamos el tranvía hasta el centro. Era un día gris y la ciudad lucía sombría, incluso su monumental Catedral de San Wenceslao. En la explanada de la plaza principal se erige la Columna de Santísima Trinidad, hoy Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, levantada tras la Segunda Peste Negra (una infección bacteriana que mató a casi la mitad de Europa). Fue construida en el año 1754 e inaugurada por el emperador Francisco I. Arriba está Dios Padre, un Cristo joven lleva la cruz y vuela la paloma del Espíritu Santo con el sol. También el Arcángel Miguel con su espada, la Asunción, junto a varios santos.

Otra destacada es la Torre del Ayuntamiento con el Orloj, el Reloj Astronómico, cuyo original data del año 1420.

Tomamos el tranvía de regreso luego de visitar la Iglesia de San Mauricio y cumplimos nuestro objetivo de descanso en el cómodo, y caro, hotel Clarion.

Al día siguiente, nos despedimos de Olomouc, la aldea medieval de la Moravia para deleitarnos con la bella y sí atractiva Praga.