Viena

Imperial y exquisita

Es de las capitales más antiguas de Europa. Ciudad musical del mundo, acogió a Beethoven, Strauss y Mozart.

Es, también, el punto donde terminó el sueño turco de conquistar Europa. Fue tres veces sitiada por las tropas otomanas y resistió siempre, incluyendo la batalla de Kahlenberg en 1683, célebre por la medialuna. Resulta que los pasteleros que trabajaban de noche escucharon ruidos de túneles que se iban excavando. Así dieron aviso a los guardias del reino y, tras descubrir que eran los otomanos, las milicias se adelantaron al ataque. Cuando aquel último sitio de Viena finalizó, para celebrar esos mismos pasteleros elaboraron una masa dulce con forma de media luna, símbolo indiscutido de los vencidos. Y así, de Viena, surgió la medialuna, entre tantos grandes platos cotidianos, como su célebre salchicha.

Es también la ciudad natal del rey Francisco José, quien reinó sesenta y ocho años desde 1848, esposo de Isabel de Baviera, la famosa Sisí Emperatriz. La dinastía Habsburgo reinó desde el año 1200 hasta el fin de la Primera Guerra Mundial.

En Viena brillaron Klimt, Freud, Ludwig Wittgenstein. Allí malamente tuvo lugar el primer discurso masivo de Hitler.

Llegamos a esta impresionante ciudad en tren desde Praga, tras un viaje de un poco más de cuatro horas. Habíamos reservado en el hotel Leonardo, por su estratégica ubicación justo frente a la estación de trenes, la que si bien no queda en el centro, cuenta con una red de transporte público que conecta con las principales atracciones.

Se toma el tranvía D en la estación, Hauptbahnhof Ost S, rumbo a Oper Karlsplatz U, y se puede pagar con contact less en el mismo tram.

Al bajar, admiramos la arquitectura exquisita de la Ópera Estatal, Wiener Staatsoper, reconstruida tras un feroz bombardeo de 1945. Es sin dudas una de las principales del mundo.

Luego nos dirigimos hacia el Museo Albertina. Teníamos tickets para conocer la colección de Alberto de Sajonia-Teschen, archiduque de Austria. Disfrutamos la completa muestra de arte y luego nos dirigimos al icónico puesto de hot dogs, Bitzinger, pues resultaba imperioso probar la salchicha estilo Viena.

Muy cerca de la Ópera, se encuentra una tradicional cafetería que se hizo ultra famosa por su torta de chocolate, la del Hotel Sacher. Siempre hay largas filas para ingresar y probarla, por lo que optamos por la versión eficiente y económica. Compramos una porción para llevar en el sector para los pedidos To Go.

Iniciamos una larga caminata rumbo al Museo Belvedere, haciendo una parada en la plaza que conmemora a los soldados soviéticos que liberaron la ciudad del dominio nazi. Allí degustamos el manjar de chocolate. Al señor @tripticity_ le gustó, mas a mí me resultó muy empalagosa.

Una vez en el Palacio Belvedere, aprovechando el día gratis del mes, gracias a nuestra gran amiga Maru habíamos conseguido tickets para ingresar a las 6.30 pm.

Disfrutamos de las enormes pinturas de los más destacados artistas locales, como Klimt o Egon Schiele, y la magnífica colección del museo.

Al salir paseamos por el parque del palacio y nos dirigimos hacia Aurora Rooftop Bar, pues queríamos tomar un cóctel con lista vista pero resultó que se encontraba cerrado por un evento privado, por lo que nos volvimos a descansar. Nos esperaba una larga jornada al día siguiente.

Salimos tras el desayuno en tranvía rumbo al norte del Landstrasse, el Tercer Distrito.

Bajamos en la parada Sechskrügelgasse, pues queríamos conocer el Pasaje Sünnhof. Es un ejemplo del movimiento Biedermeier, la corriente artístico-filosófica de la Viena de mediados del 1800, elegante y sobria. La arquitectura en este barrio sigue toda esa línea.

De allí, una caminata de menos de media hora hacia Hoher Markt y su Reloj Anker.

Primero cruzamos el Puente Stubenbrücke bordeando el Parque Estatal.

Hicimos un stop en la fachada del que fuera el apartamento de Mozart, Mozarthaus, en la que funciona un museo en su honor. Vivió allí de 1784 a 1787, y es la única de sus 13 viviendas que ocupó que aún hoy está en pie. Es del período de mayor prosperidad económica del compositor.

Apenas más allá está la Catedral de San Esteban de Viena, Stephandom, famosa por Pummerin, la campana hecha con los cañones turcos de la trunca segunda invasión en 1683. Todo se perdió en 1945, por el bombardeo de la gran guerra con posterior incendio. Fue la Iglesia favorita de Mozart: en ella se casó, bautizó a dos hijos, fue su director musical en sus últimos años y luego fue su funeral, en el año 1791, a sus 35 años.

A las 12 del mediodía nos encontramos frente al Reloj Anker, para ver sus doce figuras en movimiento. Fue encargada en 1914 por una compañía de seguros, en la plaza más vieja de Viena.

Luego nos perdimos por Innere Stadt, el Casco Viejo.

Visitamos el bien parisino Pasaje Ferstel, una galería con cafés y chocolaterías, cuyo nombre honra al arquitecto famoso de fines del siglo XIX.

Pasamos por el Café Central, original de 1860, centro de la intelectualidad vienesa, reabierto en 1975. Como era de esperar había mucha gente. Para que el que quiera tomar allí un café o merienda la recomendación es reservar un par de días antes.

Cuando nos dirigíamos a la Universidad de Viena, nos topamos con la marcha del orgullo gay, con miles de personas desfilando a puro ruido y color.

Todo el enorme sector conformado por la universidad, el Rathausplatz, el Rathaus, el Teatro Burgtheater y el Parlamento servía de pasarela para el hermoso circuito. Decidimos unirnos a la fiesta y contagiarnos con su entusiasmo.

La legendaria universidad ofrece ciento noventa carreras, a la cual asisten unos noventa mil alumnos. Es una de las más antiguas del mundo, fundada en el año 1365.

Rathausplatz es la Plaza del Ayuntamiento, la que en invierno se convierte en pista de patinaje sobre hielo.

Rathaus es el edificio neogótico de 1883. Resulta muy popular el Rathausmann, el portaestandarte en lo alto de la torre que es un símbolo de Viena.

Después de la algarabía, continuamos rumbo al Palacio Hofburg, un conjunto de edificios que fue sede real en los inviernos de la dinastía Habsburgo durante seis siglos. En la actualidad es la sede del presidente de la República. A un costado, la Plaza María Teresa y los edificios gemelos: Museo de Historia Natural y el Museo de Historia del Arte. Al otro, el Museo de Sisí, por Isabel de Baviera, la esposa de Francisco José que murió por apuñalamiento en un atentado en 1898.

Al anochecer, nos esperaba un concierto de las Cuatro Estaciones de Vivaldi en la Catedral de San Esteban.

Al día siguiente salimos en un day trip rumbo a Bratislava.

Ironías del destino, al despedirnos de Viena, cuando tomamos el tren a Ljubljana desde su súper moderna estación de trenes, concluimos sobre la fuerte impronta que la migración musulmana está generando en la ciudad del arte y de la delicadeza europea. Se nota… y mucho.