Bratislava
La diminuta gran capital de Eslovaquia
Visitamos la ciudad en un day trip desde Viena, donde estábamos parando. Hay diferentes opciones para el viaje. Habíamos encontrado que resultaba pintoresco hacerlo en el ferry que en temporada navega por el Danubio. Pese al alto precio adquirimos los tickets. Pues bien, al llegar muy temprano al puerto Schiffsstation Wien, desde donde partía nuestra embarcación, nos dimos con que se encontraban todos los viajes de ese día cancelados por una significativa crecida de sus aguas.
Grande fue la desilusión, pero no podíamos dejar que ese menor percance nos impidiese la visita a Eslovaquia. Retomamos hasta la estación central de Viena en Metro y, una vez allí, encontramos que el bus Regio Jet era otra muy buena manera de llegar hasta el centro mismo de Bratislava.
¡Cuánto ayuda una buena empleada! Con su excelente predisposición e inglés, compramos los tickets, subimos y partimos. Un dato curioso, el viaje en el Regio Jet resultó significativamente más barato y eficaz que el ferry.
Luego de pasar la frontera, un campo de molinos de viento para energía eólica precedió la llegada a la pequeña Bratislava.
Bratislava fue parte del reino de Hungría, allí se refugiaron los húngaros durante las invasiones otomanas. Tras la Primera Guerra Mundial pasó a ser parte de Checoslovaquia. Luego llegó el nazismo, que fue muy marcado, y quedó bajo la influencia de la URSS, que asfixió varios intentos de liberalización. En 1993 se separó de República Checa en el “divorcio de terciopelo” y hoy pertenece a la OTAN.
La ciudad mira al río. El bus de hecho nos dejó en la rivera, justo donde se encuentra el puerto de arribo del ferry.
Paseamos con el ritmo propio que marca una ciudad chica, con calma, disfrutando.
Primero visitamos la Iglesia Azul, esa que parece una torta recubierta de fondant. Se trata de la Iglesia de Santa Isabel de Hungría, ícono de la ciudad, de estilo art noveau. Construida en el año 1913, bajo la dirección de un arquitecto húngaro admirador de Gaudí, en yeso y cerámica azul, lo que genera ese efecto de perfección e ilusión.
Retomamos al centro para dar inicio al recorrido que había planeado bien meticulosamente el señor @tripticity_. Pasamos por el Teatro Nacional, luego las icónicas esculturas de artistas locales que se hicieron famosas por Instagram, como Čumil, el Hombre Trabajando, que representa a un obrero saliendo de una alcantarilla. A continuación Schöne Náci, el Hermoso Ignacio, un desdichado personaje de la calle de Bratislava que pese a todo vestía de etiqueta y saludaba a todo el mundo quitándose su sombrero de copa.
El Soldado Napoleónico reposa en una banca en la Plaza Mayor. La historia detrás de la escultura es así: justo detrás, en el Palacio de Presburgo, se firmó en el año 1805 el Tratado de Paz tras la sangrienta batalla de Austerlitz. Napoleón destruyó al ejército del Imperio Austriaco aliado al ruso y selló el fin del Sacro Imperio Románico Germánico.
En la Plaza Mayor, Hlavné Námestie, se destaca la fuente del rey húngaro Maximiliano II de 1572 para abastecer a la ciudad de agua potable.
Sobresale el edificio del Ayuntamiento con su torre y el Palacio del Vicegobernador, Miestodržiteľský Palác, en cuyo frente se pueden ver las balas del ejército de Napoleón.
Nos perdimos por las calles peatonales hasta la Puerta de San Miguel, Michalská Brána, del año 1300, la actual fue reconstruida a mediados del 1700. Allí se ubica el kilómetro cero de Eslovaquia.
Retomamos la caminata dirigiéndonos hacia el Castillo. Pasamos por la Catedral San Martín, sacrogótica, donde se coronaban los reyes austrohúngaros. En la peatonal del frente se destacan dos iconos de la ciudad. Posmievačik, el Burlón, piedra muy antigua con un pene, que representa al vecino que miroteaba la mujer del que la construyó. Y bien cerquita la antigua farmacia de la ciudad. Impecable, bonita tienda que vale visitar.
Al ir ascendiendo hicimos un stop a mitad de camino. Una atracción de la ciudad es Bosorka, la Bruja, una estatua que recuerda las cuatrocientas mujeres de la capital quemadas vivas por brujería durante la Edad Media, como a las otras tantas que se arrojaron al Danubio antes de ser atrapadas.
Luego una subida ardua hasta el Castillo de Bratislava, Hrad, arrasado por Napoleón en 1805, reconstruido en la década del cincuenta. En la actualidad alberga el Museo Nacional. La vista de la ciudad toda desde lo alto resulta imperdible. Del otro lado del río se observa la torre UFO, en el puente Nuevo o Most SNP, Most Slovenského národného povstania, que recuerda la Insurrección Nacional Eslovaca, del año 1972. Es el puente con tirantes más largo del mundo con un solo pilón y un solo plano con cables. Su construcción obligó a demoler buena parte de la ciudad vieja.
Bajamos, cruzamos la autopista y paseamos por la peatonal hasta la escultura del escritor danés Hans Christian Andersen, que se enamoró de Bratislava en una visita del año 1841.
Fue entonces cuando decidimos probar la gastronomía eslovaca. Elegimos un restaurant de comida tradicional, donde degustamos el Bryndzové Halušky, suculentos ñoquis cubiertos de queso de oveja y panceta y el Szegedin goulash, una carne de cerdo macerada en su caldo de cocción con pan blanco.
Bien sabroso y recomendado para glotones. Al salir, bien satisfechos, hicimos otra caminata por el centro histórico, paseando por el Stará Tržnica, el antiguo mercado, y por la plaza principal, donde un conjunto de niños efectuaban bailes tradicionales con trajes típicos. Colorido y alegre.
No podíamos partir de Bratislava sin probar la Kofola, la bebida local que le hizo competencia a la Coca Cola. De verdad nos decepcionó con su fuerte sabor a alcachofa.
Una vez en la que oficiaba como estación de bus bajo el puente de la Insurrección, bien básica y sin infraestructura, agradecimos al destino por habernos cambiado nuestros planes de viajar en ferry pues el bus salía antes y el pronóstico en Viena auguraba un diluvio, por lo que haber navegado en esas condiciones hubiese resultado una pérdida de dinero.
¡Todo pasa por una razón! Solo falta saber adaptarse a las situaciones que la vida te propone. Llegamos a la estación de buses, pegada al hotel de Viena, y a los minutos comenzó el chaparrón, poniéndole un lindo broche a nuestra jornada de day trip internacional.