Una tarde en San Martín de los Andes
Después de cruzar medio país, la bienvenida en San Martín de los Andes no fue precisamente prometedora.
Deseosos de un típico té patagónico con tortas y saladitos, de esos que se sirven en bandeja de tres pisos, visitamos la Casa de Té Arrayán. Habíamos sido precavidos y reservamos con anticipación, por lo que nos evitamos la larga espera que anunciaba la recepcionista, que hacía las veces de maître.
Es que para empezar esta crónica de temporada alta, lo primero que debe remarcarse es el imperioso requisito de concretar reservas con varias semanas de anticipación, sean los destinos más selectos y onerosos, sean aquellos más populares y masivos que convocan a las oleadas de turistas hambrientos.
Casa de Té Arrayán ofrecía una vista panorámica del enorme lago Lácar y de sus verdes montañas. Las fotos de la búsqueda previa eran alucinantes. Al arribar, la mesa nos fue indicada a la brevedad… pero el servicio tardó exactamente una hora y diez minutos, y para colmo las tortas no resultaron para nada memorables.
La historia del lugar es encantadora, tanto como su ambientación, por lo que de ir, más que nada por la visión panorámica que ofrece, sugerimos ordenar una infusión rápida y algún bocadito, que resultarán suficientes.
Luego nos registramos en nuestro alojamiento, el Hostal del Esquiador, donde recibimos otra decepción. Al contratar la suite nos habían informado que contaba con estacionamiento, sin aclarar que eran limitados por lo que más tarde resultó una complicación encontrar un espacio en la calle para el cacharro (la Toyota 4x4 que lleva y trae a @tripticity_). La respuesta que los dueños transmitieron a la conserje fueron absurdas. Y para colmo esa noche hubo granizo.
Más allá de los avatares, partimos rumbo a Colección Georg para vivir una extraordinaria tarde de arte y sensibilidad a pleno. Ingresar aquí para acceder a la crónica completa.
Ya en la mañana, partimos por el camino de los Siete Lagos, bellos espejos de aguas en los más sutiles tonos turquesas, entre las impactantes montañas, rumbo a Villa La Angostura. Aunque repleto de turistas, el recorrido invita a frenar no solo para tomarse las obligadas fotografías sino para valorar la perfección del paisaje patagónico.