San Sebastián
La distinguida ciudad costera con historia y gastronomía
La mejor forma de moverse en Europa es sin dudas por tren. Por eso, cuando analizábamos cómo ingresar a España desde París, esa fue la opción elegida.
Un tren de unas cuatro horas de París hasta Hendaya nos dejó en la frontera francohispana. Fue cuestión de bajar, caminar solo unos pasos y encontrarnos con la estación Euskotren, la opción local que permite llegar hasta San Sebastián, con una combinación en la cercana Lasarte-Oria, para nada incómoda, y así bajar en pleno centro donostiarra.
Nos alojamos en el conveniente Cristina Enea Rooms, habitaciones cómodas justo al lado de la estación y de Tabakalera. Por sobre todo buena ubicación para una estancia de una noche.
Dejamos las valijas y, rápidamente, cruzamos el río Urumea rumbo a la Catedral del Buen Pastor, de estilo gótico, con su alta aguja de unos 75 metros.
Solo teníamos ese día para recorrer la villa veraniega real, por lo que debíamos ser eficientes.
Tomamos un bus urbano que pasó por la Playa de la Concha hasta Ondarreta, donde disfrutamos la brisa de mar. Hacía mucho calor por lo que al menos me animé a meter los pies en el agua refrescante. Pronto había que partir. Queríamos subir el funicular, erigido en tiempos de la reina María Cristina, el que con una pendiente de sesenta grados sube al Monte Igeldoko y facilita una fantástica vista de toda la bahía Kontxabo, la isla de Santa Klara y del opuesto cerro Urgull.
Además, allí en lo alto, funciona un parque de diversiones para niños.
Apreciamos la panorámica que ofrece la altura y descendimos para visitar el barrio antiguo de la ciudad, luego de una corta caminata por el paseo costero.
Iniciamos en Plaza Guipúzcoa, situada en el centro de la Parte Vieja, hasta el casco histórico de Donostia. Lo mejor es simplemente callejear, perderse por esos pasadizos para contemplar el encanto tradicional e histórico de la ciudad. Imperdibles stops deben hacerse en la Plaza de la Constitución y la Basílica de Santa María del Coro, una iglesia del siglo dieciocho que destaca por su fachada de estilo barroco.
Nuestro paseo siguió por el mercado de la Bretxa, admirando los distintos tipos de charcutería baska, con una corta parada en el frontón de pelota vecino a la plaza de la Trinidad.
Antes de partir, hicimos un picoteo de gloriosos langostinos en sal marina a los pies mismos de la basílica Koruko Santa Mariaren, armonizados con una versión de txakoli, aperitivo que consiste en vino de cepa hondarrabi zuri mezclada con ron.
Ya entrada la media tarde cruzamos al barrio de Gros. Allí destaca el Kursaal, Palacio de Congresos y sede oficial del Festival de Cine de San Sebastián. El edificio se compone de gigantescos cubos de vidrio. Bien impactante.
También allí se encuentran infinidad de restaurants y bares de pintxos, por lo que deambulamos por esas elegantes calles de San Sebastián despidiéndonos con nostalgia de su belleza. Al día siguiente nos esperaba la colosal Bilbao.