París

A pleno arte en la ciudad de la belleza

Viajamos a París desde Londres en el tren de alta velocidad Eurostar que llega a Gare du Nord, en el décimo distrito de la ciudad (10th arrondissement).

El pronóstico auguraba días de lluvia, mas por suerte falló y solo nos acompañaron algunas gotas de agua esa primera tarde y temprano en la mañana siguiente.

Pero cómo quejarse si, como bien nos dijo la señora que nos sirvió el rico desayuno, “Paris sans le pluie ce n'est pas Paris” (Paris sin lluvia no es París). Así fue como esos primeros días de septiembre pudimos recorrerla de manera súper agradable y con buen clima.

Paramos en el Hotel Massena en la zona de la Madeleine, muy bien ubicado. Pudimos conseguir este alojamiento a precio asequible pues lo contratamos con muchísima anticipación, ya que usualmente los hoteles estratégicos son caros. Además de la ubicación, el desayuno fue memorable por sus croissants con dulce y las baguettes con quesos franceses.

Dejamos las carry on, tomamos el paraguas y salimos a caminar. Primero visitamos la tienda de departamentos Printemps en el boulevard Haussmann. Además de su cúpula de vitraux se destaca por los excelentes miradores que tienen sus restaurantes y bares de las azoteas, con panorámicas de la Torre y de la Opera.

Continuamos por un rápido recorrido por las Galeries Lafayette, también en el boulevard Haussmann. No se trata de hacer compras, sino de apreciar la belleza del hall principal con sus balcones y marquesinas.

La gran avenida debe su nombre al ideólogo del París moderno.

Haussmann fue quien transformó la ciudad durante el Segundo Imperio, en la segunda mitad del siglo diecinueve, implementando un proyecto de urbanismo que implicó su modernización. Así ensanchó sus calles, parquizó las vías con árboles, impuso una altura máxima constructiva y el seguimiento de código de edificación, todo lo cual generó esa identidad actual que distingue a la ciudad.

De allí, una corta caminata hasta el Museo del Perfume. De ingreso libre y sin reserva previa, el Musée du Parfum cuenta la historia de la perfumería abierta en 1926 por la familia Fragonard, quienes tienen el savoir-faire (conocimiento) del mundo de las fragancias. El agua de colonia de la flor del naranjo -Eau D'orange- resultó hipnótica para @tripticity_.

A solo unos metros, se encuentra la monumental Ópera Palais Garnier, también construida durante el gobierno de Napoleón III, toda una obra de arte de la arquitectura de estilo ecléctico.

A solo unos cincuenta metros vale hacer un rápido stop en el Starbucks de estilo bien parisino, ubicado en 3 Bd. des Capucines.

La llovizna había calmado por lo que continuamos caminando hasta Passage Choiseul.

Primero una aclaración. También en el siglo diecinueve surgieron los passages couverts que les permitían a los parisinos atravesar calles refugiándose de las lluvias tan presentes, mientras disfrutaban de las marquesinas de las tiendas que allí se abrían.

¡Se sintió tan parisino atravesar el Passage Choiseul!

Luego ingresamos a la bellísima Bibliothèque Nationale de France – Richelieu, para disfrutar su ala oval abierta al público, majestuosa e imponente.

Nos cruzamos luego a Galerie Vivienne, con su techo vidriado, pisos de mosaicos y tiendas sobresalientes, como la librería Ancienne & Moderne, la perfumería de autor Mad et Len o la super peculiar tienda de venta de pergaminos de mapas y globos terráqueos. Una belleza, igual que los bien recoletos cafés y restaurants.

Justo al lado, la Galerie Colbert invita a otro descubrimiento, con su cúpula de cristal y sus espacios dedicados a la cultura. Allí se encuentra la brasserie parisienne Le Grand Colbert. Otra paquetería.

Continuando paseamos por Jardin du Palais Royal, con su bien prolija arboleda, rumbo al Louvre. En el camino disfrutamos el Domaine National du Palais-Royal, este conjunto monumental y sus galerías.

La escena compuesta por el Palacio Louvre y su pirámide, del arquitecto I. M. Pei, resulta colosal. Fue el sitio ideal para terminar nuestro primer recorrido por la ciudad.

A la mañana siguiente, teníamos cita programada para subir a la Torre Eiffel.

Tomamos un bus desde el hotel. Al respecto, una aclaración: el Metro de París es uno de los más conectados del mundo; ahora, contando con la herramienta de Google Maps y fuera de los horarios picos de tránsito, el bus urbano resulta una excelente forma de moverse por la ciudad.

Y así llegamos a Rue de Monttessuy con una llovizna novelesca para tener una primera gran panorámica de la Torre.

Luego subimos hasta la cima cuando las nubes empezaban a disiparse. Desde lo alto se puede apreciar la belleza del plan urbanístico de Haussmann, con las diagonales que caracterizan la ciudad. Es inevitable ir descubriendo uno a uno los grandes monumentos como el Arco de Triunfo, la Basílica de Sacré-Cœur de Montmartre, el Hôtel des Invalides, por nombrar solo algunos.

Y en eso que nos extasiábamos con esas imágenes salió el sol, para resplandecer a toda la ciudad de la luz.

La opción del mirador de la segunda planta resulta una opción un tanto más económica y muy bella también.

Desde allí nos dirigimos hacia Pont de Bir-Hakeim, con su columnata metálica y su atractiva decoración con farolas y estatuas. La formación cuenta con dos plantas, la inferior para el tránsito peatonal y vehicular y la superior por donde circula la línea 6 del Metro, que justamente al atravesarlo, ofrece una gran vista de la Torre Eiffel y una muy fugaz a la Estatua de la Libertad de París, la réplica ubicada en el Sena.

Una caminata en subida nos llevó hasta Av. de Camoens, la callecita notable desde la que se obtiene una de las más fotogénicas imágenes parisinas con la Torre en el fondo.

Regresamos hasta los pies de la genialidad de Eiffel para tomar en la ribera del Sena el característico Bateaux Mouches. Se trata de un barco que ofrece a los turistas un paseo por el río hasta Île Saint-Loui, pasando por la Île de la Cité y la histórica Cathédrale Notre-Dame de París.

Se hacía la tarde y era hora de descubrir otro gran distrito en la margen izquierda del río (la Rive Gauche). Empezamos por Place de l'Estrapade, una placita más de la ciudad que adquirió notoriedad luego de que sea uno de los principales settings de la serie Emily in Paris. Teníamos el dato de que la Boulangerie Moderne (también protagonista del show de streaming) era de las premiadas por su pâtisserie, pero nunca imaginamos que nos deleitaríamos tanto con su mille-feuille, una sublime combinación de hojaldre con crema de vainilla y frambuesas.

A solo metros se encuentra el Pantheón, un proyecto de iglesia que luego de la Revolución se convirtió en el mausoleo de los ilustres, con su elegante estilo neoclásico y su fachada con columnata.

Otra caminata, en la que se empezaba a sentir el cansancio de la jornada, y llegamos hasta Le Jardin du Luxembourg, para aprovechar su mobiliario público, sentarnos y recobrar fuerzas con esa gran postal.

Cruzamos el Pont Neuf para visitar la exclusiva tienda Samaritaine antes de nuestro appetizer en Maison Maison, un restaurant sobre la margen derecha del río ideal para cerrar la jornada brindando por el amor, la vida y los viajes. Con unas empanadas, como buenos norteños.

Al día siguiente, iniciamos nuestro circuito en la Basilique du Sacré-Cœur de Montmartre y su tan animada escalinata, siempre llena de turistas queriendo obtener la mejor captura.

Nosotros llegamos hasta lo alto en un uber, más para los jóvenes y fits se puede subir andando.

Transitar las callecitas de Montmartre, más allá de la inmensa cantidad de visitantes que la invaden, es una experiencia que no se debe soslayar. Y así, perdiéndonos por ahí, llegamos a otro favorito de los paseantes, Le Mur des Je t'aime. En una pequeña plaza un muro tiene estampado la frase Te Amo en infinidad de idiomas. Sí, muy instagrameable, demasiado quizás, pero divertido.

A unos diez minutos a pie, se encuentra Moulin Rouge, el teatro en el que se hizo célebre el cabaret característico de la Belle Epoque.

Luego visitamos rápidamente el pequeño Musée de la Vie Romantique, en la que era la antigua residencia del pintor Ary Scheffer, cuya muestra incluye una exhibición dedicada a la escritora George Sand.

Tomamos un bus hasta la emblemática Rue Montaigne, con sus tiendas de grandes diseñadores europeos, pues teníamos tickets sacados para conocer La Galerie Dior. ¡Qué sorpresa tan reconfortante! A @tripticity_ le fascina la biografía de Christian Dior tanto como sus icónicos diseños de elegantes vestidos, pero visitar esa galería fue de veras conmovedor. La exposición es un paseo para interiorizarse con la creatividad y la perfección de la manufactura textil del genio. La curaduría logró una exposición extraordinaria, entretenida, asombrosa, no solo para los amantes de la moda.

Antes de continuar, hicimos un stop para un helado en la Pistacherie, justo frente al Pont l'Alma, allí donde se encuentra el Memorial de Lady Di, por ser el lugar de su accidente. Esa tienda es imperdible para todo amante de los pistachos pues se ofrecen de todo tipo y en todas las versiones imaginables.

A continuación, concretamos nuestra visita a otra meca del diseño, la Foundation Louis Vitton en pleno Bois de Boulogne, un edificio monumental obra de Frank Gehry, que evoca el casco de un barco.

Luego, cruzamos la ciudad en el Metro hasta Les Halles para una última cita en Bourse de Commerce - Pinault Collection. El que era el palacio de la bolsa de comercio alberga una colección de arte.

Al salir, el cansancio imperaba, pero tomamos coraje, hicimos un stop en un mercadito cualquiera, donde nos proveímos de snacks, un par de vasos de plástico y un vino rosado y partimos hasta Jardins du Trocadéro, para esperar el show nocturno de luces de la Torre Eiffel. A cada hora, de manera automática se encienden las luces que la iluminan de dorado con centelleos. Un espectáculo imperdible.

Resulta bien divertido el ambiente que se genera pues vendedores ambulantes ya no solo ofrecen souvenirs sino también vinos frescos con las copas descartables para montar el pequeño picnic romántico, que nosotros habíamos improvisado por nuestra cuenta esa cálida noche de septiembre.

Nuestra última jornada en la ciudad coincidía con el primer domingo de mes. Muchos de los museos ofrecen acceso libre ese día, por lo que aprovechamos y armamos un circuito para poder exprimir al máximo la propuesta.

Comenzamos con la apertura misma de la extraordinaria Orangerie, ubicada en Jardin des Tuileries. Allí se exhiben los gloriosos nenúfares de Monet. Son ocho murales que el artista ideó como un espacio de reflexión. Como ingresamos temprano en la mañana pudimos disfrutar de cierta soledad, comprendiendo la magnificencia de esa obra icónica del impresionismo.

Cruzamos el Sena hacia su margen izquierda para la siguiente visita, nada más y nada menos que el Musée d'Orsay y su inagotable colección de arte.

En la que fue una estación de tren, el museo exhibe obras maestras, tanto del impresionismo y postimpresionismo, como del romanticismo y el realismo, absolutamente inagotable. Aplicamos nuestra técnica del “barrido”, lo que implica

caminar rodeando esas inmensas galerías con vistas rápidas atento a la escasez de tiempo y la cantidad descomunal de grandes obras colgadas en esas salas.

Para cuando lo notamos, ya habían pasado más de tres horas, por lo que hicimos un descanso, tomamos unas fotos del majestuoso reloj con vista a Sacré-Cœur de Montmartre y partimos rumbo al Musée Delacroix, en la que fue la residencia del artista en un primer piso con acceso a un muy lindo jardín, en 6 Rue de Furstemberg. Se visita su estudio y los jardines, en un edificio bien parisino.

Recorrer museos es un favorito de @tripticity_, pero resulta agotador. Por eso, antes de continuar, hicimos un stop en Ladurée, una tradicional patisserie francesa, famosa por sus macarons. Hacía calor por lo que pedimos un vino fresco y una selección de macarons, incluyendo el de pistacho y el de frambuesa.

De allí continuamos al Musée de Cluny para disfrutar de su fenomenal muestra de reliquias de la edad media. Allí se pueden apreciar estatuas monumentales de los reyes de Judá que dominaban la fachada occidental de la Catedral de Notre Dame de París , que fueron sacadas durante la Revolución Francesa y halladas en la década de los años setenta; pinturas religiosas; tapices; esculturas antiguas y manuscritos, como el Tratado de Combate, con ilustraciones sobre el manejo de las armas para los jóvenes príncipes de la nobleza.

Y terminamos en el Centre Pompidou, para la mejor exhibición de arte moderno y contemporáneo, pura vanguardia.

Obras de Vassily Kandinsky; Robert Delaunay; Otto Dix; Marc Chagall; Henri Matisse; Piet Mondrian; Joan Miró; Marcel Duchamp, por nombrar solo a algunos.

Era nuestra última noche, por lo que debíamos despedirnos de la bella París disfrutando de un típico plato de la gastronomía francesa. Por eso, nos dirigimos a Les Halles rumbo a Le Petit Bouillon Pharamond; un restaurant tradicional de comida local a precio muy razonable. Probamos el bœf bourguignon y un jambon braisé con puré de papas, mientras brindamos con el litro de vino en jarra que nos sirvieron.

Fue la mejor manera de terminar esta escapada de cuatro días a París, la bella ciudad impregnada de arte y bohemia.