Zagreb
Intrincada y en pleno desarrollo
Zagreb es la ciudad más poblada de Croacia. A nosotros nos resultaba imposible no recordar su salida de la ex Yugoslavia, cruel guerra mediante, en la que Argentina supo proveerle de armas, en contra de los serbios.
La capital fue dominada por los romanos, por el Imperio Austro-Húngaro y por el comunismo por la República Socialista de Yugoslavia. Es distinguida, destacando en su pequeño centro histórico los altivos edificios con sus peculiares tejados y las buenas vistas ya que se ubica en lo alto. Además de las subidas y bajadas, resalta en la parte de abajo su línea de edificios más grises, aunque se nota que quieren dejar su pasado oscuro, resignificar su intensa historia y confiar en un futuro próspero.
Llegamos a Croacia desde Ljubljana en un rápido bus de FlixBus. Teníamos la precaución de que en la frontera los controles croatas podían ser intimidantes, pero pasamos por suerte sin siquiera ninguna interrupción.
Veníamos de varios días de tour non-stop por el este europeo, por lo que habíamos previsto un descanso en su célebre hotel Esplanade, ubicado al frente del Glavni Kolodvor; mítico recinto nacido de los tiempos del Expreso de Oriente.
Sí, llegamos en un bus repleto de jóvenes viajando por el viejo continente con bajo presupuesto, y caminata de quince minutos mediante, cargando las carry on, hicimos el check in en el exquisito y paquete hotel Esplanade, para tener un día de descanso y relax, con cama cómoda y sauna relajante antes de continuar con el rally que teníamos planeado.
Frente al hotel se destaca la Fuente de la Explanada. También muy cerquita el Jardín Botánico y el Teatro Nacional, Hrvatsko narodno kazalište, del año 1895.
Caminamos por el barrio y llegamos a un lugar que había descubierto el señor @tripticity_, de cocina croata. Se trataba de Heritage. Aunque diminuto y hasta un tanto incómodo, con espacio para cinco comensales ofrece las comidas nacionales de Croacia en versión de tipo emparedados de suma exquisitez.
Regresamos al hotel para cumplir el objetivo de pleno descanso.
En la noche, el bar del hotel nos tentó con una copa de un vino blanco local y el zagoraki štrukli de la casa, legendario pastelillo de queso fresco y crema agria, bien gratinado.
Al día siguiente, luego de un opíparo desayuno iniciamos nuestro recorrido por la ciudad. Iniciamos una caminata de quince minutos aproximadamente por Av. Tomislava rumbo a la Ciudad Alta, Donji Grad, la vieja ciudad de Gradec.
Visitamos la Plaza Josip Jelačić, con su estatua ecuestre de quien fuera en el siglo XIX el virrey y gobernador militar puesto por Austria. Luego continuamos rumbo al Mercado Dolac.
Sabíamos que era un obligado conocer los Túneles Gric. Se trata de una red de refugios antiaéreos de la Segunda Guerra Mundial, Cerca del Art Park, encontramos uno de sus ingresos. En la actualidad funcionan como espacios culturales, en los que también se encuentran baños públicos bastante limpios. Pueden resultar complicados de encontrar pese a que están marcados en el Google Maps. Hay que ir alerta pues los carteles indicativos están a la vista.
Al salir, tomamos el funicular Uspinjača, el transporte público más corto del mundo, con solo sesenta metros, que une la calle Tomićeva en la ciudad baja con el Paseo Strossmayer en la ciudad alta. Su ticket es obligatorio para todo viajero de ley.
En la Torre Lotrščak, todos los días tiene lugar el disparo del cañón a las 12 del mediodía, que rememora el disparo que sucedió durante el asedio de los turcos.
También en la parte alta de la ciudad se encuentra la Iglesia de Santa Caterina, la de los jesuitas de estilo barroco. Se encontraba entonces, como la mayor parte del centro histórico, en obras de restauración, pero disfrutamos de su muy buen mirador de la ciudad. Luego pasamos por la Iglesia de San Marcos. El perímetro exterior se encuentra vallado porque el municipio, insólitamente, la usa de estacionamiento. Original del siglo XIV, es famosa por su tejado de azulejos con el escudo de Zagreb (el castillo blanco en fondo rojo) y del Reino de Croacia (el de los Habsburgo). Es extraordinario.
Continuando pasamos por la Puerta de Piedra, Kamenita Vrata, antigua entrada oriental de la ciudad. Durante el incendio del 1731 se destruyó casi completamente excepto la pintura anónima de la Virgen y el Niño que hoy se venera y que recibe ofrendas de los devotos locales.
Bajando, rumbeamos por la Calle Tkalčićeva, llena de bares y pubs. Fue allí donde encontramos una de las tiendas que nos recordó que fue en Croacia donde se inventó -en el siglo XVII- la corbata, aunque hoy también es bien conocida por sus excelsos deportistas.
Una vez en lo más bajo, pasamos por la Catedral, con su campanario de ciento cinco metros, la que fue muy dañada en 2020 en uno de los tantos terremotos de la región.
De regreso al hotel Central, un tres estrellas que nos aseguraba sábanas limpias y agua caliente por la noche, antes del vuelo rumbo a Sofia, nos perdimos por su centro más comercial.
Y nos tentamos con un picoteo en Sopal, un wine bar con opciones de tentempiés croatas: el dendelion, una flor con queso cottage y papel de arroz y una especie de ceviche de atún fresco. Todo muy delicioso, acompañado por supuesto con una copa de vino local.
A la mañana siguiente, pedimos un Uber que nos llevó al aeropuerto para tomar el vuelo al siguiente destino, la bella Sofia.
Dejamos la capital de Croacia sabiendo que un regreso ya le debe @tripticity_ a este cada vez más turístico país para conocer su bella costa del Adriático.