Una escapada a la ciudad de Córdoba
Historia, alta gastronomía y baños romanos
Visitar Córdoba era para @tripticity_ un pendiente después del encuentro en Trevelin con Marcelo, el enorme Viajero (así con mayúsculas) y nuestro ya gran amigo. El distinguido cordobés nos había pasado datos fascinantes que quedaron cual replicando hasta concretar la escapada.
La ciudad es un imprescindible para todo amante de la historia argentina.
Para empezar, nos alojamos en el hotel boutique Azur. Ubicado sobre calle San Jerónimo, a solo un centenar de metros de la plaza central San Martín. Con un diseño moderno, en colores neutros y mucha tendencia, se construyó sobre una antigua casona colonial, lo cual se puede contemplar en algunas paredes de ladrillos antiguos deliberadamente expuestos amalgamándose con la decoración toda. Las habitaciones son cómodas y elegantes. Tiene un corner bar en donde se invita a deleitar el tradicional mate argentino. Su terraza permite disfrutar de una infusión o un trago en las soleadas tardes, de invierno en el caso de nuestra visita. Allí funciona, además del gimnasio y de una pequeña pileta, el restaurante Bruma, donde también se sirve el desayuno, el que resultó descomunal. Panadería de vanguardia, jugos exprimidos y cafetería, todo muy apetitoso.
Otra opción auténtica para alojarse es la propuesta por el hotel Virreinato, de solo tres habitaciones y construido sobre antiguas ruinas jesuíticas, justo en el centro histórico. Alberga un museo privado sobresaliente. Fue hogar de Guillermo Barranco y Barón Moyano Miller, quienes en sus múltiples viajes por el mundo fueron adquiriendo objetos singulares. Así fue como se armó la exponencial colección de antigüedades que contiene. Algunas paredes son de calicanto, originales del siglo XVII. Las escaleras son de mármol. Hay chandeliers venecianos, valioso arte religioso, máscaras de Medio Oriente, un espejo del siglo XVII, pinturas jesuitas, un bellísimo gobelino del rey Darío de Persia hecho en Flandes, una colección de vajilla de porcelana antigua… de verdad sorprendente. También se exhibe una antigua batea de lavabo jesuita que fue encontrada en la propiedad y un portón del Convento de las Teresas. Ana Rocío nos guió en la visita y nos contó un poco de la historia de esa fabulosa pareja. Guillermo era artista, el Barón era el hijo de la duquesa Ana de Dinamarca. Se enamoraron y recorrieron los cinco continentes, lo que se comprueba al contemplar la incalculable cantidad de objetos antiguos, reliquias y obras de arte que componen la colección, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
La casa también tiene sellos de su antigüedad, así el techo del living tiene la estructura de cañón cruzado, típica de la Compañía de Jesús. Además, hay un túnel subterráneo que lleva al antiguo pozo que daba a una napa, junto a un viejo sótano de almacenamiento. ¡Imponente!
Justo al lado del hotel Virreinato se encuentra el proyecto gastronómico de Guillermo Hidalgo y de Gerardo Pedernera, Mármol Siglo 17. Esa noche probamos sus opciones de sandwichs; uno frío, el “Suidae” (pan ciabatta, mostaza Mármol, carne de cerdo, cole, relish de pepinos, salsa BBQ y mix de snacks) y uno caliente, el “Holstein” (pan ciabatta, mayonesa de morrón, cebolla caramelizada, ternera braseada, provoleta, hojas verdes y mix de snacks). De altísima calidad, los acompañamos con un tinto del norte cordobés.
En la mañana siguiente nos esperaban tres horas de caminata junto a Mariana Marrama, quien propone un recorrido personalizado por los principales puntos de interés del casco histórico de la ciudad. Su proyecto Guiándote por Córdoba ofrece una recorrida descubriendo la historia de la ciudad. Se visita obviamente la iglesia matriz, la Catedral Nuestra Señora de la Asunción; la plaza San Martín; la Manzana Jesuítica; la Iglesia Monasterio San José de las Carmelitas Descalzas, entre otros monumentos.
Luego de un snack y limonada de frutos rojos en el bar de tendencia, Astor Sociedad Hedonista, que funciona dentro del Teatro San Martín, continuamos caminando hasta el otrora barrio arrabalero Güemes, convertido hoy en un centro de bohemia y vanguardia; galerías con bares de tendencia, como Muy Güemes o Barrio; tiendas de diseño; amplia oferta gastronómica y de diversión nocturna, en definitiva, un lugar para visitar. Allí, también nos hicimos de los memorables alfajores Culpa de los Dos, recomendación de Clara, la cordobesa con quien compartimos la experiencia Pristine Camps en Salinas Grandes (provincia de Jujuy). Justo al frente, otra perlita: la casa de té Mil Grullas. Para los tea lovers, es la meca de la ciudad con una variedad de hebras y blends hechos en Hamburgo, según nos explicaron Julián y Victoria, quienes amablemente nos guiaron por la pequeña tienda. El nombre se debe a la leyenda de las Mil Grullas, según la cual los dioses te conceden un deseo cuando se completa su manufactura.
En la noche, la cita era una cena de pasos en El Papagayo, el restaurante de Javier Rodríguez que se caracteriza tanto por la creatividad de su cocina como por la peculiar arquitectura: se trata del salón más angosto del país, de solo tres metros de ancho. Dos grandes alegrías nos dio Papagayo; para empezar el encuentro con la gran amiga de @tripticity_ Valen Vullo, quien siempre está presente dando consejos para esos hallazgos que tanto valoramos. Luego, al ingresar, en la pequeña antesala, una colección de los vinos salteños de la Bodega El Porvenir que dan la bienvenida al comensal. Como salteños orgullosos que somos, percibimos ese detalle como un buen preludio de lo que sería esa experiencia gastronómica. ¡Y así fue! Soberbio banquete de unos once pasos.
La secuencia fue así:
Mejillones y papa
Tarta waldorf
Palta, café y chocolate blanco
Profiterol, paté de ave y chutney de tomate
Huevo brevemente cocido, arrope de chañar y crema ácida
Crudo de merluza, arroz y leche de sésamo.
Membrillo, romesco y velo de jamón
Humita, provolone y salsa criolla
Pasta, rabo, brócoli y ajo
Cordero a las brasas, almendras y uvas
Miel ahumada, queso criollo y pan de especias
Manzana con pochoclo
Semifreddo de maní, chocolate y pomelo
En la mañana siguiente, teníamos cita en Baños de Azur. Un circuito de aguas que propone relajarse en una atmósfera ambientada en los antiguos baños romanos. Agradables aromas; sensaciones producidas por las diferentes temperaturas del agua en sus distintas formas; hidromasaje; baño de ozono; hammam; ducha horizontal con diferentes presiones y temperaturas; fuente de exfoliación de escamas de hielo; pozo de agua helada; impluvium (o habitación de lluvia); piscinas con sector de masajes para la parte inferior del cuerpo y de cascadas de gran caudal para hombros; solo por nombrar algunas partes del circuito de dos horas, que finaliza en una sala de relajación con camastros de piedra donde se disfruta de un tisana con frutos secos mientras se vivencia la instalación lumínica a cargo del artista cordobés Santiago Viale. ¡Maravilloso final!
El resto de ese día hicimos un lindísimo recorrido por el distinguido pueblito de las Sierras Cordobesas, La Cumbre, junto a nuestro gran amigo Marcelo.
De regreso, el festín tuvo lugar en Cartof, un restaurante fusión gourmet a cargo del chef Dante Aparicio, en el que nos sorprendió la delicadeza y delicia de cada uno de los platos que ordenamos. En un edificio moderno, con cocina a la vista y ornamentado con grandes paneles al estilo de Roy Lichtenstein, arrancamos con su pan de masa madre acompañado de manteca de jamón de jabalí y unas excelentes papas fritas al aceite trufado con huevo pochado y jamón de jabalí. De principal, las estrellas fueron el risotto con carpaccio de pulpo, los ñoquis cuatro quesos con panceta ahumada, puerro y parmesano y el atún en tempura (San Uri). Cuando creímos que nada podía superar tamaña proeza gourmet, llegó el dulce en forma de maceta con tierra y una planta: se trataba del soufflé de chocolate caliente con helado de crema de arándanos. ¡Pura creatividad y sabor!
Al siguiente día, visitamos los tres museos que se encuentran alrededor de la Plaza España: el Museo Superior de Bellas Artes Palacio Ferreyra; el Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa y el Museo Provincial de Fotografía Palacio Dionisi. Luego, continuando por la Avenida Poeta Leopoldo Lugones se llega al moderno Museo Provincial de Ciencias Naturales "Dr. Arturo Umberto Illía".
A la hora del atardecer, nos aguardaba la Experiencia Capuchinos. La Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de los Capuchinos ofrece un tour guiado descubriendo la historia de la bellísima obra del arquitecto Augusto Ferrari y una inigualable vista de la ciudad, eso sí tras el ascenso de 182 escalones (lo que equivale a unos cuarenta metros) a lo alto de la torre. Primero se aprecia la monumental fachada de hormigón armado, dividida ornamentalmente en siete niveles. En el primero, setenta columnas rodean los tres pórticos de acceso (el siete en el cristianismo representa el perdón), luego veinticuatro columnas pareadas que representan a cristianos mártires y a los pueblos paganos que buscan la conversión; más arriba, las grandes esculturas de Moisés y San Juan (lo que representa el Antiguo y el Nuevo Testamento). En el segundo nivel se observan musculosos atlantes que representan el pecado original. Los doce apóstoles en el tercer nivel sin Judas, mas con San Pablo (Apóstol de los gentiles). En el cuarto nivel hay doce ventanas detrás de Jesús que representan las doce tribus de Israel. A continuación, en el quinto nivel arrancan las dos grandes torres, más arriba San Francisco con varios santos.
La peculiaridad de las torres es que una cuenta con aguja y la otra no, esto es pues la torre izquierda representa la imperfección y la torre derecha la perfección. Al final, una cruz de cuatro metros de alto.
Toda la edificación combina vivos colores logrados a partir de una mezcla del hormigón con ferrites (en colores ocre, amarillo y negro). Cinco años tomó su construcción.
Luego se visitan las terrazas y balcones -en los que dominan las gárgolas- y, por último, tras el ascenso por la escalera caracol, se llega a lo alto de la torre para una insuperable vista de la “Docta”.
Ese intenso día lo concluimos en Standard 69, la nueva propuesta gastronómica de Javier Rodríguez en el renovado barrio Güemes. El servicio estuvo a cargo del atento Gonzalo Murúa, quien nos asistió tanto en la elección de los platos como en la del vino. Arrancamos con unas deliciosas croquetas de jamón serrano; continuando con langostinos asados con crema de remolacha y castaña; provoleta ahumada, miel especiada y almendras; y la salchicha parrillera con salsa de tamarindo y criollo de choclo. Acompañamos el banquete con un Cabernet Franc de Achaval Ferrer. Para rematar, el riquísimo zapallo en almíbar (cremoso de arroz con leche, quinotos y praline de semillas de calabaza).
Nuestro último día en la ciudad inició en el Café de Especialidad Le Dereau, con un café nicaragüense filtrado con Aeropress y un Flat White, acompañados de una tostada de palta y queso crema y otra tostada francesa al horno con coulis de naranja y frutas de estación. Justo al lado se encuentra el Museo de Arte Religioso Juan de Tejeda, una verdadera joyita; más allá del interés que puede generar la colección, la que resulta memorable, es imprescindible entrar en el solar ubicado justo frente a la Iglesia Catedral para una de las más bonitas vistas de sus cúpulas.
Una rápida caminata por la concurrida peatonal de Córdoba para llegar hasta el Mercado Norte, el lugar elegido para la despedida. Auténtico, vibrante y colorido invita a deambular por sus corredores. Allí las propuestas de Fazzio y Diran son tentadoras. En el último conseguimos por fortuna una mesita para disfrutar de la genuina comida árabe y armenia. Diran nació en Alepo y la cocina es su arte. Cuando le comentamos cuánto nos había sorprendido la tranquilidad con la que concreta cada plato, con absoluta humildad nos confesó que se debe a que sabe lo que hace, dando cuenta quizás de esos años de experiencia que lo llevaron a ser un excelso cocinero. Es un placer verlo mientras arma los delicados platos.
Empezamos con empanada de masa philo de carne y nueces; continuamos con shawarma (el bocadillo árabe de lomo y cerdo fileteado, con salsa de pasta de sésamo y labban, envuelto en pan pita) y para finalizar el excelso Kebbe labanie: bombitas de kebbe rellenas con manteca y menta en caldo del labban. ¡Exquisito! Indescriptible la perfecta combinación de sabores. No podíamos irnos del mercado, ni de Córdoba, sin un dulce, por ello probamos el último mamul de dátil y nuez que quedaba; el clásico baklava de masa philo con nueces y canela bañado en almíbar y un bombón de dátil bañado en chocolate, acompañados del inolvidable café armenio con borra. ¡Gracias Diran por darnos la mejor despedida de la ciudad que te dio hogar y la que te venera por tu extraordinaria cocina!
Para terminar, una rápida caminata por el Corredor de Arte Urbano, justo frente al río Suquía, a la altura del puente Mestre, allí donde los altos y modernos edificios de la ciudad componen el vanguardista barrio de Capitalinas.
¡Adiós Córdoba, la ciudad de rica historia y notables sabores!