Toledo

Monumentalidad medieval

Hicimos un day tour a Toledo desde Madrid, el que habíamos organizado con anticipación sin comprar los tickets online de tren, en el convencimiento de que simplemente bastaba con ir a la Estación Atocha, adquirirlo y treparnos al vagón. Pues bien, sucede que Toledo es uno de los destinos más elegidos por los turistas que visitan la capital, por lo que resulta recomendable asegurarlos al menos el día anterior para tener la posibilidad de elegir el horario deseado.

La demora en conseguir un asiento, para dos horas después de lo previsto, en verdad resultó toda una oportunidad para conocer el vecino barrio de Lavapiés, pues conseguimos tickets para el tren de las 11:30 de la mañana, lo que nos permitió incluso tomar un desayuno saludable en uno de sus lindos cafés del barrio.

Luego de eso, volvimos a Atocha y tomamos el AVE que en un poco más de media hora nos dejó en la bella estación de Toledo.

Al llegar, no dudamos en tomar un taxi, el primero que vimos, indicándole al conductor que nos llevase hasta el Mirador del Valle para obtener una panorámica de la ciudad, del río Tajo que la circunda. Desde allí el Alcázar luce magnífico, así como toda la fisonomía de la bella Toledo.

Los taxis locales son excelentes y tienen predisposición para aconsejarte, esperarte y sacarte las fotos desde los mejores lugares.

Así, listas las postales, para evitar desgastarnos con tanto ascenso le pedimos que nos llevase rumbo a la imponente Catedral de Santa María, también llamada Catedral Primada de España. Es realmente impresionante. De estilo gótico, fue construida entre los años 1226 y 1493. Una obra descomunal. Su interior, igual de magnífico, cuenta con la Capilla Mayor, el retablo, la Sala Capitular, la Capilla Mozárabe, las vidrieras, el Coro, la Sacristía, allí donde cuelgan lienzos extraordinarios de los grandes pintores españoles, como El Greco o Velázquez. Los tickets de ingreso se compran en la tienda del frente e incluyen una audioguía.

Al salir, un itinerario cuidadosamente armado nos iba a permitir creernos perdidos en las angostas callejuelas toledanas, descubriendo sus maravillas. Una aclaración: fundamental es llevar calzado cómodo pues en Toledo todo es de subida o de bajada. Ni la mejor clase de fitness te defiende del desgaste físico que implica recorrerla.

Iniciamos en el Pozo Amargo. La leyenda toledana cuenta que lágrimas de añoranza del amado causaron en una joven, y fueron tantas que amargaron las aguas del pozo. Una corta caminata mediante y llegamos hasta la Judería, para descubrir las placas que -en tres idiomas- se encuentran estampadas en el suelo dando la bienvenida a ese precioso barrio.

Justo enfrente, en la Iglesia del Salvador, validamos los tickets que habíamos comprado online de la Pulsera Turística, la que nos iba a permitir ingresar en los principales edificios de la Toledo Monumental.

En la Iglesia del Salvador se pueden visitar las excavaciones que dan cuenta de la historia de esta milenaria ciudad.

Un poco más adelante, la Iglesia de Santo Tomé es la visita obligada en Toledo para extasiarse con la obra icónica de Doménikos Theotokópoulos (originario de Creta, de allí su apodo de “El Greco”), el célebre Entierro del Conde de Orgaz, pintado entre los años 1586 y 1588, que plasma el entierro de Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de la villa de Orgaz.

Luego, visitamos la Sinagoga de Santa María La Blanca, de una belleza sutil. Fue una de las favoritas de @tripticity_. Se trata de un edificio mudéjar, del siglo XII, reconvertido en iglesia bajo la advocación de la Virgen en 1411. Lo espléndido es su interior, con sus paredes blancas, columnas que forman un “bosque”.

Seguimos rumbo al Monasterio de San Juan de los Reyes, otra joyita de la ciudad de estilo gótico. En su interior destacan las galerías del claustro de dos plantas.

De camino al Colegio de las Doncellas Nobles, reparamos en el Cobertizo de las Doncellas. Son construcciones en altura que permitían comunicar dos edificios. Hay varios en la ciudad, algunos más ornamentados que otros, pero todos igual de atractivos. Una vez en el Colegio, continuamos sorprendiéndonos con los tesoros toledanos.

Antes de llegar a la Iglesia de los Jesuitas, pasamos por el Cobertizo de San Pedro el Mártir.

La barroca Iglesia de San Ildefonso (santo patrono de Toledo) destaca por su fachada y nave principal de color blanco, mas sobre todo por las increíbles vistas que ofrece de Toledo desde sus dos torres y el pasadizo que las conecta.

Siguieron los Cobertizos de Santa Clara y Santo Domingo y llegamos hasta la Mezquita del Cristo de la Luz, en una maratónica jornada de subidas y bajadas. Es una ermita del año 999 con arcos de herradura típicos del arte musulmán. Por supuesto: testimonia el paso de tres religiones por el edificio. Se trata del monumento más antiguo de la ciudad, el mejor ejemplo de la multiculturalidad de Toledo. La leyenda del Cristo de La Luz cuenta que se encontró una cruz milagrosamente iluminada en su interior.

Una vez que llegamos a la Plaza de Zocodover, que obra como plaza mayor, nos hicimos de snacks pues hasta entonces no habíamos parado ni para un sorbo de agua, y rumbeamos para el Alcázar, una fortaleza medieval, rectangular, ubicada en la parte más alta de la ciudad. De regreso, a pocos metros en la Plaza de Zocodover, y ya exhaustos, tomamos un bus urbano que el destino quiso que por un desperfecto en el servicio, fuese ese día gratuito. En diez minutos nos llevó hasta la estación de tren de Toledo. En el camino pudimos ver el antiguo Puente de Alcántara que cruza el Tajo, obra de los romanos, cerca del año 100, con sus pilares y arco central.

Subimos al tren y nos desplomamos en los asientos, agotados tras cumplir a rajatablas el circuito programado, para descansar en el corto viaje de regreso a Atocha. Justo frente a la estación, el mítico bar El Brillante nos aguardaba para unos bocadillos que nos hicieron volver el alma al cuerpo. Probamos el famoso de calamares fritos y uno de bonito con pimiento rojo, ambos deliciosos, por supuesto, con una copita de la casa, celebrando el aguante y estoicismo con el que pudimos cumplir el objetivo de recorrer los principales monumentos toledanos.