Santander
La bonita capital de Cantabria
Nos encontrábamos en la fabulosa Bilbao y no queríamos perdernos la oportunidad de pasar por Santander, ya que se encuentra a menos de dos horas en bus, lo que nos permitía proyectar un rápido day trip.
Arribamos a la estación y desde allí otro transporte público local nos dejó en el ingreso del enorme parque que rodea el Palacio de la Magdalena.
Abajo, a la distancia, los bañistas de la playa El Sardinero nos generaron un deseo insatisfecho de unirnos. Es que por más que el calor acechaba, debíamos ser eficientes para poder conocer la ciudad antes del regreso a la siesta a la moderna ciudad industrial del País Vasco.
Paseamos por el Muelle de las Carabelas y por el Parque Marino de la Magdalena, antes de llegar al palacio.
La residencia de la Magdalena se ubica en la península homónima. Se trata de un airoso edificio que albergó a la monarquía española en sus giras estivales. De hecho fue residencia de verano del rey Alfonso XIII a principios del siglo XIX, mas en la actualidad pertenece a la ciudad y fue declarado monumento histórico-artístico. Desde allí, las vistas al Cantábrico son fabulosas.
De regreso, en otro bus urbano, iniciamos la caminata por la Plaza de Pombo, para luego dirigirnos al Paseo Marítimo de Santander y contemplar la conmovedora escultura Los Raqueros, justo al lado del Real Club Marítimo. La obra recrea a niños marginales que se sumergían en las aguas de la bahía del Cantábrico para recoger monedas tiradas al agua. La escena es muy vívida, da un poco de melancolía a decir verdad.
A continuación, pasamos por el Palacete del Embarcadero, un pequeño edificio de principios del siglo pasado, que sirve como centro cultural.
Una antigua grúa conocida como la Grúa de Piedra es otro highlight del paseo marítimo.
Y un poco más adelante, el colosal Centro Botín. Un centro de arte diseñado por el arquitecto Renzo Piano en razón del mecenazgo de la Fundación Botín, de la familia propietaria del Banco Santander. Su diseño en altura genera que se encuentre suspendido sobre pilares y columnas a la altura de las copas de los árboles de los Jardines de Pereda.
Un ascensor ofrece subir a la azotea del edificio, mientras la obra sonora del artista Martin Creed canta “sí sí sí” y un “no no no” al ascender o descender. Bien divertido.
Cruzamos el parque y nos adentramos por las callejuelas de la ciudad para llegar hasta el Funicular Río de la Pila, el ascensor que permite a los locales evitar el desgaste enorme que implica andar por la ciudad y sus subidas. La vista de la bahía en ese soleado y caliente tarde de septiembre fue toda una postal.
Fuimos luego bajando, pasando por la plaza del Obispo José Equino y Trecu, por la gótica Catedral de Santander y los paseos comerciales de la ciudad para llegar a la Estación de Autobuses y emprender el regreso a Bilbao, acalorados pero satisfechos de haber conocido la bonita capital cantábrica.