Londres
Nuestro maratónico viaje de cuatro días
Volamos al más importante aeropuerto de la ciudad, Heathrow, en un vuelo de British Airways desde Buenos Aires. Una primera y necesaria aclaración. Hay otros tres grandes aeropuertos además del conveniente Heathrow: son Gatwick, Luton y London City, todos conectados con Europa y el resto del mundo. A la hora de elegir los tickets, se debe tener en cuenta que, según la ubicación y las aerolíneas que los operan, los precios serán más o menos económicos. Siempre al bajar del avión se debe tomar un transporte hasta donde uno se aloja, lo que implica más gastos y tiempo, ese valioso tiempo que vuela cuando estás de viaje.
Otro tip: para ver la ciudad al aterrizar en el aeropuerto de Heathrow, elegir el asiento de la ventanilla del lado derecho del avión.
En nuestro caso, como pudimos reservar con mucha anticipación logramos un alojamiento muy conveniente en el centro de la ciudad. The Z Hotel Piccadilly ofrece habitaciones muy (pero muy) pequeñas pero completas y decidimos priorizar la ubicación, quizás lo más significativo para recorrer las capitales europeas pues hay tanto por descubrir que, nuevamente, el tiempo resulta esencial.
Era domingo por lo que decidimos recorrer el mercado de Camden Town en su máxima expresión de bullicio. Súper animado, bien alternativo, colorido.
De allí, un bus que abonamos con la tarjeta de crédito -contact less- nos llevó hasta Primrose Hill. Otra sugerencia: en el Reino Unido todo se puede pagar con tarjetas por lo que no resulta necesario cambiar divisas. De hecho en nuestro viaje no vimos ni una libra, todo fue bancarizado. Una maravilla.
Primrose Hill es un barrio bien pintoresco de Londres. Pura sofisticación y elegancia. Recorrerlo es una invitación a salirse de lo turístico y conocer la ciudad auténtica y a los locales, con sus tradiciones y hábitos bien londinenses.
La propuesta es simplemente perderse por su centrito de pocas cuadras y -quizás, por qué no -aprovechar uno de sus bares o pubs para tomarse una pinta y hacer un descanso.
Los barrios de la ciudad son bien diferentes entre ellos, pero en todos confluye la particularidad de que los principales negocios se concentran en una arteria principal, sea la verdulería, la barbería, la librería o el pequeño mercado. Son un par de cuadras donde la energía se siente y luego, ya con solo apartarse unos metros, se ingresa a la tranquilidad residencial.
Desde allí tomamos el metro (tube) a Hampstead, pues además de conocer ese otro barrio bien atractivo al norte de la ciudad, queríamos aprovechar el buen clima para disfrutar un gran atardecer en Hampstead Heath.
Mas antes de eso, tomamos las callecitas que suben y bajan y nos mezclamos con los locales en un pub bien de barrio, The Holly Bush, para tomar unas cervezas. Desde allí, un uber nos llevó hasta uno de los ingresos al parque para subir hasta Parliament Hill Viewpoint, desde donde se obtiene una panorámica de la ciudad. Un imperdible para locales y turistas.
De regreso a la zona céntrica pasamos por el divertido Covent Garden Infinity Chamber, un pasadizo bien iluminado, ideal para instantáneas de redes sociales. Luego probamos Bunsik, un hot dog rebozado de maíz que parecía estar de súper moda pues había fila para ingresar al pequeño comercio, que sacaba estos panchos a cada segundo. Luego tomamos unas fotografías de la estatua de la bailarina, justo frente al Royal Opera House con las icónicas cabinas telefónicas de fondo. En dirección al animado Covent Garden vale reparar en el skybridge en la Royal Ballet School y la Royal Opera House.
Terminamos la caminata atravesando Goodwin's Ct., una callecita histórica de Londres, reconocida como notable, haciendo una rápida visita a Chinatown.
Al día siguiente tomamos el uber boat desde Embankment Pier hasta Tower Pier, por 16,60 libras los dos tickets. El recorrido toma unos quince minutos, si bien es la forma de transporte de muchos londinenses resulta una linda alternativa al tube o al característico bus rojo.
Justo frente al Tower Pier se encuentra Tower of London, el histórico castillo de su Majestad en la ribera norte del Támesis. Data del año 1078 cuando Guillermo el Conquistador mandó a construir la Torre Blanca. Sirvió como palacio real, fortaleza, prisión y en la actualidad guarda las Joyas de la Corona.
Desde allí, una corta caminata hasta St Dunstan-in-the-East, una iglesia anglicana del año 1100, que fue severamente destruida en la Segunda Guerra Mundial. En sus ruinas se gestó un muy lindo parque público.
Luego una rápida vuelta por Leadenhall Market, un mercado con distintiva arquitectura en el que funcionan cafés y restaurants antes del ingreso programado a Sky Garden. Se trata de un mirador gratuito pero que requiere reserva online con mucha anticipación. Está ubicado en el último piso del Fenchurch Building, conocido como el Walkie-Talkie por su peculiar diseño. La vista del Tower of London, del río y de la ciudad toda es inigualable. Fabulosa. Recomendación: reservar para la primera hora disponible. Muy cerca de allí otra opción de mirador la ofrece el The Garden at 120.
Siguió una caminata hasta St. Paul's Cathedral, la catedral anglicana del siglo 17, con su gigantesco domo. En su cripta se encuentran las tumbas de Nelson, Wellington, Churchill y otros ilustres ingleses.
Para cruzar el río en dirección a la Tate Modern lo mejor es tomar el puente peatonal Millennium, desde donde se disfrutan panorámicas del skyline de la ciudad.
La icónica galería de arte moderno no requiere tickets de ingreso ni reserva previa. Recorrer su muestra permanente es ingresar de lleno a las pinturas, esculturas e instalaciones más significativas del arte moderno y contemporáneo. En el sexto piso funciona Kitchen and Bar, la cafetería vidriada que invita a tentarse con un buen trago, con una de las mejores vistas de Londres, luego del intenso recorrido de la exhibición.
Ese largo día terminó -bus mediante- en la Tate Britain, a la que llegamos sobre la hora de cierre, mas con el ratito justo para disfrutar de las excepcionales pinturas de escenas marítimas de William Turner.
La tercera jornada inició muy temprano en la mañana pues queríamos presenciar una ceremonia religiosa en Westminster Abbey. La cita era a las ocho de la mañana para la eucaristía, en Shrine, la capilla de Eduardo el Confesor. Solemne, bien inglesa.
Luego, paseamos por la zona del Big Ben y el Parlamento. Dato interesante: se obtiene una linda fotografía de ese conjunto monumental desde el otro lado del río, del Bridge Arch, bajo el arco contiguo a las escaleras.
Cruzamos la ciudad en un bus rojo pues a las diez de la mañana teníamos tickets reservados para ingresar al British Museum. Si bien es gratuito, resulta súper recomendable reservar on line también con bastante anticipación.
Desde la célebre piedra Rosetta, que permitió desentrañar el jeroglífico egipcio, al mausoleo de Halicarnassus; la colosal estatua de Amenhotep III, del año 1350 AC; momias egipcias; el monumento Nereid, del año 390 AC, con forma de templo griego; los mármoles del Partenón de Atenas; reliquias asirias; antiquísimas estatuas de Buda más la completa biblioteca Grenville y hasta dibujos de Rafael, por nombrar solo algunas de las joyas de la historia universal que allí se exhiben. Terminamos con un descanso en el hall Queen Elizabeth II Great Court, diseñado por Norman Foster, con su vidriado techo. Al salir, un Taco Bell (favorito de @tripticity_) invitaba a un stop para recargar energías.
De allí, una corta caminata nos llevó hasta The Roof Garden, el mirador de acceso gratuito del correo oficial. Bien tranquilo, ofrece una postal distinta de la ciudad, con el Great Court del British Museum abajo. Y, como plus, unos baños impecables.
Desde allí, nos dirigimos a The Now Building - Outernet London, un edificio abierto al público que ofrece una impresionante experiencia inmersiva.
Continuamos rumbo a Neal's Yard, una calle histórica de la ciudad reconvertida en un centro de negocios y cafés.
Teníamos reserva hecha en The National Gallery por lo que nos apresuramos para llegar a tiempo. De nuevo, si bien es gratis, es recomendable contar con pre booking para evitar posibles colas.
Ante la abrumadora muestra de la historia de la pintura que allí se exhibe, decidimos disfrutar la sala de Van Gogh, con sus Girasoles en el centro, para luego arrancar con nuestra práctica de “barrido”. Así le llamamos a eso de caminar rodeando esas inmensas galerías con vistas rápidas atento a la escasez de tiempo y la cantidad descomunal de grandes obras colgadas en esas salas.
El cafecito del museo es bien acogedor por lo que luego hicimos un stop para retomar energías, disfrutando de una sidra inglesa para luego partir a otra visita express a The National Portrait Gallery, otro de los increíbles museos de Londres.
Esa jornada interminable la concluimos en Fortnum & Mason, la icónica casa de Londres, con su variedad de blends, cookies, chocolates y delicatessen de la que quieras con el sello de distinción y elegancia británico.
Una tienda de esas que vale conocer. ¿Un secreto? Unos minutos antes de las 19, cuando cierra, muchos productos frescos como scones, panes y sandwiches son alcanzados por un descuento del 50%.
La agenda de nuestro último día en Londres venía igual de recargada que los anteriores.
Primero probamos el croissant relleno de crema de vainilla en forma de cubo de Le Deli Robuchon. El hit del momento en términos de patisserie.
Siguió un bus hasta Harrods, la multitienda de lujo más conocida de la ciudad, sobre Brompton Road en Knightsbridge. Fundada en el año 1849, supo pertenecer al papá de Dodi Al-Fayed, quien murió en el accidente automovilístico en París en 1997 junto a Lady Diana, Princesa de Wales.
Lujo, grandes marcas europeas, opulencia, algunas de las características de la mega tienda de departamentos.
Tanto el Food Court como el sector de Navidad son absolutamente imperdibles, mal que le pese al señor @tripticity_.
De camino al Victoria & Albert Museum pasamos por el London Oratory, una iglesia católica de South Kensington.
El museo es extraordinario, no solo por su arquitectura, sino por lo entretenido que resulta visitarlo. Arte decorativo, piezas de la antigüedad de todos los continentes, artículos religiosos, incluso mobiliario moderno.
Además, su cafetería es otro imperdible. Si bien un tanto ruidosa es simplemente preciosa.
Hicimos rápidas visitas al Natural History Museum y su vecino el Science Museum, ideal para visitarlo con niños. No eran de nuestro particular interés, mas estando justo al frente de V&A valía hacer una pasadita.
Desde allí tomamos un bus hasta el Design Museum, el que da cuenta de la historia del diseño, especialmente gráfico y de publicidad. Lo más asombroso, su moderno edificio. Justo atrás, en el medio de Holland Park se encuentra el Kyoto Garden, un típico jardín japonés en el que hicimos otro merecido stop entre ardillas y pavos reales.
Terminando la tarde, tomamos un bus hasta Ladbroke Square Gardens para perdernos por Notting Hill, el otro bien particular barrio londinense y su centro sobre la célebre Portobello Road. Si bien el mercado del domingo es el hit del vecindario, las tiendas de antigüedades abren en la semana.
Y así, agotados pero felices, terminó nuestro viaje a Londres, pues al día siguiente nos esperaba el tren Eurostars que, desde St. Pancras Internationals hasta Gare du Nord en París, conecta las dos grandes capitales europeas en dos horas.