La Conversión
La Destilería del Gin del Marqués
En el kilómetro 6,7 de la Ruta Nacional 52, en las afueras de Purmamarca, se encuentra La Conversión.
De sobria arquitectura en tonos grises, se eleva a un costado del camino, entre los vivos colores que caracterizan a los cerros del pueblo.
Habíamos probado el gin de su autoría tiempo atrás, en nuestra primera visita a El Mesón, y quedamos automáticamente enamorados. Era, por lo tanto, un pendiente conocer tanto a su creador como a su factoría.
La cita con el enorme Carlos Iturbe por fin tuvo lugar un viernes de otoño, a las 5:30 en punto.
Altivos cardones custodiaban el ingreso. En eso apareció Yana (negro en quechua) para darnos la bienvenida.
Todo impecable, impoluto y bello en su sala de recepción, con un claro estilo industrial, mas complementado con detalles que hablan de vida, mucha vida interior. Un gran cristal permite apreciar la sala de los alambiques, donde la alquimia sucede. Y una gran barra invita a sentarse para disfrutar el relato de vida, la historia de Carlos y la de su gin.
Saludamos al cultor de la antroposofía y de la alquimia sin siquiera conjeturar sobre la sublime clase de química, física, biología, astrología y espiritualidad (entre tantas erudiciones) que estábamos por recibir.
De formación militar, Carlos cursó la carrera de zootecnia y luego se convirtió en un gran discípulo del Dr. Segundo Santillán, reconocido medico antroposófíco salteño, vinculándose y abocándose al estudio de las plantas medicinales.
Nacido en Buenos Aires, se mudó a La Cumbre, provincia de Córdoba, donde se dedicó a ilustrarse sobre la vía húmeda de la alquimia, la que involucra a los vegetales.
Para entonces, formuló una aclaración: “la alquimia no es solo filosófica sino práctica”. A partir de allí, empezamos a comprender un poco aquello de la integralidad. Es que el proceso que involucra la hechura de su destilado es parte de él, tanto como él parte del gin que produce.
Tantos años de aprendizaje lo llevaron a concretar su proyecto de elaborar un gin de máxima pureza, un gin espagírico. ¿Por qué espagírico?, nos preguntamos. Entonces, continuó la enseñanza: la espagiria es la rama húmeda dedicada a obtener medicamentos alquímicos.
El gin es espagírico pues cumple los tres principios alquímicos en su interior, esto es, en él se reconoce el azufre, el mercurio y la sal.
Primero, el elemento mercurial es el alcohol de cereal bidestilado al 40% que guarda la información de los botánicos.
Luego, el azufre, aquello que cada planta cede, entrega. Son once botánicos los que perfuman y sazonan el Gin del Marqués: enebro, coriandro, cardamomo, pimienta de Jamaica, canela, almendra, menta, raíz de regaliz, raíz de angélica, piel de pomelo e hibiscus.
Y por último, la sal. Una vez que los botánicos se infusionan en frío, se extraen y se secan a la sombra. A continuación, se calientan hasta lograr su calcinación (momento en el que aparece el “ojo del tigre”) y las cenizas se tornan blanquecinas. Esos carbonatos (sal – carbonato de potasio al 80%) terminan de perfeccionar la bebida, pues extraen todo aquello que sobra, que no es puro.
Esa última operación genera en el gin mayor autenticidad de los sabores distintivos de cada uno de los botánicos. Así, Carlos nos explica que todo ese proceso es una santificación de la planta: aquello de lograr su estado más puro.
De allí el potente perfume de su destilado y su suave y elegante sabor.
Esa transformación no es solo de los componentes de la bebida, sino de él mismo, como persona, instándonos entonces como espectadores a reflexionar sobre las bondades de la purificación y lo sano que resulta esa madurez, esa conversión a lo más puro en cada momento de la vida. Muy difícil de explicar con palabras.
En definitiva, Carlos utiliza la misma técnica que aprendió para sus preparados homeopáticos para la elaboración de un destilado de extrema puridad.
Pues bien, todo ese elixir luego lo embotella manualmente y lo etiqueta. Produce unas ciento cincuenta botellas mensuales de gin; unas cuatrocientas botellas anuales de grapa y unas setecientas de brandy.
La botella del Gin del Marqués la importa de Italia. Son cristales fabricados en la vetrería Etrusca de Florencia. La tapa es de madera de roble y el diseño del escudo de la destilería lo encargó a una agencia de gráfica parisina.
Un detalle extremadamente cuidado en cada etapa y en el todo mismo. Se percibe que Carlos hace su gin de corazón.
Cuenta con un antiguo alambique de treinta y dos litros, su primer amor, y otro más grande que mandó a construir recientemente. Igual, su intención es continuar destilando en equipos chicos que le permitan lograr ese cuidado y atención que su idea exige.
Para finalizar, con esa precisión que lo caracteriza se dispuso a prepararnos los tragos con los que coronaríamos ese inolvidable encuentro. Un negroni preparado con el Gin del Marqués con un vermut rosarino (Belgrano) y humo de canela negra y un gin tonic con agua tónica Premium (Nina) y gotitas de limón. Excelsos, bonitos, suavemente perfumados y simplemente deliciosos.
La charla que continuó, mientras disfrutábamos de los tragos fue tan agradable que queríamos extenderla. Para cuando anocheció y la cita se iba terminando, nos contó sobre su afición por los astros, junto a los equipos de observación que destacaban la sala.
Hallazgos como La Conversión, su Gin del Marqués y su creador Carlos hacen que @tripticity_ sienta haber cumplido el objetivo, eso de animarse a descubrir, salir del día a día y del entorno conocido hacia nuevos horizontes, como –quizás- también su propio camino para la madurez y por qué no para la purificación. ¡Gracias Carlos por tu sabiduría!