Finca Santa Elena
Una hermosa sorpresa en el corazón de la Quebrada de las Conchas
Quien suele atravesar la Quebrada de las Conchas, en la ruta entre Salta y Cafayate, no ha de imaginarse que a solo unos pocos kilómetros de la ruta 68 se encuentra esta oferta turística y gastronómica de primer nivel.
Los viajes por el mundo, la devoción por los animales y la quesería de calidad, el espíritu emprendedor y las ansias de superación de Alejandro Villagrán, creador de Santa Elena, se notan en cada detalle.
Hay un genuino interés en ofrecer excelencia en cada uno de los servicios propuestos, que combinan las tareas cotidianas de la estancia Santa Elena con las cabalgatas adaptadas al visitante y a las degustaciones de queso de cabra.
Llegamos cerca del mediodía. El increíble Omar nos dio la bienvenida y comprendimos que desde ese momento sería nuestro guía y asistente personalizado, a la manera de las más exclusivas cadenas de turismo rural. Luego de acomodarnos en el cuarto de la vieja casona, en el que pasaríamos la noche, nos acercamos hasta los corrales en donde los caballos nos esperaban para salir hacia una de las cabalgatas más magníficas de nuestras vidas.
Se trata de una travesía por el corazón de la Quebrada, en la que se van atravesando las rojas formaciones rocosas que usualmente se admiran desde la ruta. Se cabalga entre esas formaciones de aspecto surreal a la par de las cuevas de los cóndores, fácilmente detectables por las manchas blancas que dejan los excrementos de las aves más majestuosas de los Andes.
Las vistas son conmovedoras, los distintos colores de la quebrada forman distintos arco iris de los más variados tonos. Luego de una hora se llega hasta las Ventanas, dos aberturas formadas por obra de la erosión que sirven de marco para la foto asombrosa, con el contraste de fondo por el verde del valle y las tonalidades rojizas de las montañas.
Una es grande, enorme, un tanto rectangular; la otra es pequeña, bien redonda. Las fotos sólo capturan una pequeña parte, muy mínima, de lo que ese escenario natural realmente significa.
Omar, además de avezado jinete, se encarga a la vez de hacer los videos y fotos para que el visitante se compenetre a pleno con la experiencia. Sabe con mucha sensibilidad cuándo es momento de posar y cuándo es momento de disfrutar en silencio la aventura.
Luego de las Ventanas nos acercamos al sector de la reserva natural, desde la cual se pueden admirar los Castillos, denominación que caracteriza la parte de la quebrada en la que altas torres se formaron a lo largo de los años simulando fortalezas.
Precisamente la otra máxima atracción de Santa Elena es la cabalgata justo debajo de los Castillos, circuito que se hace por el mismo lecho del río de las Conchas. Solo puede hacerse en temporada estival, cuando las aguas limpian la arena acumulada en el piso y permite que el caballo pueda desenvolverse sin peligros. ¡No vemos la hora de realizarla!
De regreso ya en la finca era hora de la degustación de los quesos de cabra, actividad principal del establecimiento.
En una construcción de adobe, con un gran mirador a los corrales en los que los animales componen la escena, y de telón de fondo el bellísimo cerro de la Cruz, Miguel Reyes, un experto manufacturero de quesos, nos fue guiando para saborear las siete variedades gourmet que allí se producen, armonizadas con sendos malbec y torrontés de la cercana bodega Stutz.
En realidad @tripticity_ tiene intolerancia al queso de cabra, así que se limitó a acompañar los vinos con la notable panadería también dispuesta. No así el chofer y cadete, quien comió en partida doble y no dudó en expresar su beneplácito por la calidad de los productos.
Es notable tanto la dedicación cómo sabiduría de vida del apuesto Miguel, quién en un tono pausado nos fue narrando el proceso productivo y las características de los quesos que iba ofreciendo. Con la confianza ganada con el transcurrir de la charla, Omar develó que Miguel además era poeta. Encontramos su libro más tarde, en la biblioteca de la sala principal, descubriendo un alma romántica debajo de tan seria coraza.
En ese pequeño descanso, mientras apreciábamos el ocaso, nos fuimos preparando para otro highlight, la cena a cargo del enorme Luis Ramírez, oriundo de Animaná y formado en el IGA de Buenos Aires.
Iniciamos con unas deliciosas empanadas de queso y quinoa acompañadas -por supuesto- por la clásica salsita picante de tomate, cebolla, pimentón y ají, tal como nos lo indicó Luis al presentarlas.
Los principales de esa noche fueron una fresca ensalada de verdes, peras caramelizadas y nueces crocantes y un ojo de bife, perfectísimamente ejecutado en su punto, con cremoso de quinoa.
Cerramos con una marquise de chocolate y frutos rojos, y el típico postre regional salteño por excelencia, la torta de dulce de leche y crema de miel de caña, reversionado en forma de mini pastel.
A la hora de té digestivo, acordamos que la cena ya formaba parte de las mejores propuestas culinarias de Salta. Está encaminado el proyecto de abrir en la finca un pequeño restaurante, el que no dudamos integrará el podio gastronómico de la provincia si mantiene esa calidad y ese servicio.
En la mañana, el desayuno con bollos y tortillas de campo, mirando la postal de los ventanales, fue la culminación de una parada perfecta en Finca Santa Elena.
Partimos felices tras las vivencias compartidas, no sin antes visitar la fábrica de quesos en el antiguo casco de la finca en la que Miguel, una vez más, mostró su idoneidad y alta sensibilidad.
Ya salíamos cuando Alejandro se acercó especialmente para despedirnos; otra muestra más de que la experiencia de Finca Santa Elena es personalizada.
Pudimos agradecerle en persona y plasmar lo que intentan estas palabras: fueron 24 horas inolvidables.
En la siempre sorprendente Cafayate, que cada día te permite descubrir alguna nueva experiencia, Finca Santa Elena nos deslumbró como una propuesta que combina naturaleza, calidez y buen gusto.