Quebrada de las Conchas
Las más insólitas formas en los rojizos cerros
La parte próxima del camino que lleva a la icónica Cafayate representa uno de los paseos más lindos que ofrece la provincia de Salta. La ruta nacional 68 involucra un trayecto sinuoso en el que curiosas formaciones geológicas dan lugar a la impactante Quebrada de las Conchas, la que se ubica -en su mayor parte- en el departamento de Guachipas. Todo muy lindo a excepción de los mareos que siente @tripticity_ en estos zigzags. Por eso, siempre es recomendable tomar el mágico dramamine, píldora que merma los síntomas propios de la descompostura, o al menos una infusión de té de coca antes de arrancar la travesía.
Son divertidos los nombres de las caprichosas formas que adoptó la naturaleza, para regalarles a los orgullosos salteños la vanagloria de sus Valles Calchaquíes.
En el recorrido de Salta a Cafayate la primera parada permite ingresar en la impactante Garganta del Diablo. Un corte vertical de las rocas sedimentadas de más de 50 metros de altura que te hacen sentir chiquito entre tanta inmensidad. En el ingreso, por un paso angosto, el eco de la voz ya divierte, abriéndose de repente ese majestuoso cono natural.
Luego el Anfiteatro, otra obra de la erosión de inigualable belleza. Hay también un obelisco, alto y presumido.
Más adelante, las Ventanas. Asombra encontrar una enorme claraboya abierta en la roca que permite ver -del otro lado- el siempre verde vallecito al lado del río que serpentea la quebrada.
El Fraile, el Sapo, la Yesera y los Castillos son las últimas formaciones rocosas antes de llegar a la ciudad del vino y el sol.
Para terminar de maravillar al visitante, a pocos kilómetros de Cafayate, se encuentran los Médanos.
Un espectáculo inesperado formado por blanca arena, bien finita y suave. Altos y bajos, generan un ambiente perfecto para la recreación de niños y adultos.
@tripticity_ se vio tentado a zambullirse, rodando en la arena, tanto que a la noche al llegar al hotel Plaza, en el centro de la ciudad, generó un pequeño médano doméstico al desvestirse, pues en los bolsillos y en cuanto rincón de la ropa se había entremetido la inmaculada arenisca.