Brasilia

Monumentalidad y formidables edificios

Nos hacía ilusión conocer la capital de Brasil pues, por nuestro gusto por la arquitectura y la historia, resultaba un destino prioritario en nuestra lista de sueños por concretar.

Ya al aterrizar en el aeropuerto internacional Presidente Juscelino Kubitschek fue un anuncio de lo que serían esos días en la urbe con forma de avión. Es que al ser diseñada se la proyectó asentando en el fuselaje la avenida central y en las alas las vías de conexión. De hecho fue por la punta del ala sur que el Uber nos llevó directo hasta el hotel frente al Jardín Burle Marx en un viaje de unos quince minutos.

El alojamiento había sido elegido -con mucho tino- por el señor @tripticity_.

El B Hotel Brasilia, situado en el Eje Monumental, fue proyectado por Isay Weinfeld, el arquitecto brasileño destacado en el mundo, honrando el acervo arquitectónico de la ciudad.

El simpático Tiago nos dio la bienvenida y nos asignó una habitación en el piso décimo con vista al reformado estadio Mané Garrincha y, aún mejor, mirando al oeste, lo que nos aseguró una extraordinaria postal de los atardeceres brasilienses, aunque la animada terraza de la azotea terminó siendo el lugar indicado para disfrutarlos, mientras saboreábamos unos aperol spritz insuperables con tremendo setting. Allí, con el característico cobogó, la técnica decorativa que permite la ventilación mediante paredes con huecos ornamentales, se ubica también la piscina del hotel y en las noches el DJ de la casa compone el ambiente ideal para el deleite.

El primer día decidimos tomar un tour guiado para conocer la mirada local sobre su fascinante historia. En resumidas cuentas, en la década de los cincuenta se decidió edificar la nueva capital brasileña en la región central interior, lejos de la costa atlántica, concretando el plan piloto ideado por Lúcio Costa, el principal urbanista; Oscar Niemeyer, el principal arquitecto; Joaquim Cardozo en los cálculos de estructuras y Roberto Burle Marx como el gran diseñador de paisaje. Cuatro ases que materializaron la ciudad utópica durante la presidencia de Juscelino Kubitschek.

La corriente migratoria necesaria para su construcción desde cero fue denominada como los candangos; arquitectos, ingenieros, constructores, obreros y familias que fueron los primeros habitantes de la nueva capital, de hecho, es el actual gentilicio -junto con brasiliense- de quien nació y vive en la ciudad, así como gaúcho respecto a los nacidos en el estado de Río Grande do Sul o carioca respecto de los de Río de Janeiro. En la plaza de los Tres Poderes, un monumento denominado “Os Guerreiros”, obra del artista Bruno Giorgi, honra a esos trabajadores.

La ciudad ubicada en la sabana es sede del gobierno federal, conformado por los tres poderes de la república (ejecutivo, legislativo y judicial).

Esa primera jornada recorrimos el Eje Monumental, para luego dirigirnos al Lago Paranoá a fin de obtener una panorámica del bello Ponte Juscelino Kubitschek. Luego, hicimos un stop en el Palácio da Alvorada, residencia oficial del Presidente de la República, seguido por otro paseo por la avenida principal del fuselaje hasta el memorial Juscelino Kubitschek, tan espectacular como el resto de los edificios públicos de la ciudad.

Terminamos con una visita al descomunal santuario São João Bosco, con sus muros totalmente compuestos de vitrales en tonos rosados y morados. El sol empezaba a bajar por lo que los rayos que iluminaban el perfecto cuadrado que compone la iglesia se sintieron como providenciales, como un gran obsequio del destino.

Para el atardecer, elegimos el tremendo rooftop del hotel para disfrutar la puesta del sol, de las más imponentes en esa meseta brasileña.

En la noche, nuestra habitación de tipo minimalista, con muebles de diseño y suaves sábanas nos garantizó un absoluto descanso, luego de la ducha con amenities Trousseau (la sofisticada marca brasilera de productos de baño), para prepararnos para la siguiente jornada en la que nos esperaban fuertes caminatas.

Primero, un gran desayuno en el restaurant Térreo, con el delicioso y bien característico pan de queijo brasileño, frutas, jugos, un inolvidable croissant de almendras y un café local fuerte y bien gustoso, por supuesto sin azúcar.

Luego de la bacanal, tomamos un Uber hasta el centro cultural Oscar Niemeyer, para iniciar la visita -a nuestro ritmo- de esa galería al aire libre que es el Eje Monumental.

Continuamos por el Espaço Oscar Niemeyer y el Panteón de la Patria y de la Libertad, el impresionante edificio que evoca a una paloma, el Memorial Tancredo Neves. También en la plaza de los Tres Poderes visitamos el Centro Cultural homónimo, el Museo Histórico de Brasília y el Espaço Lucio Costa, que honra al creador de ese diseño de aeronave de la ciudad.

Además, en un costado de la explanada luce elegante el Palacio do Planalto (la casa del gobierno federal) y el edificio que aloja la Corte de Justicia.

Una caminata en subida nos llevó hasta el impresionante Congresso Nacional, obra -como el resto de los monumentales edificios- del ingenio de Oscar Neimeyer con dos altos edificios centrales y los recintos de las cámaras legislativas en forma de medios círculos invertidos. Allí decidimos tomar la visita por su interior para continuar deslumbrándonos, con el diseño y arte que allí reside. Era sábado por lo que pudimos incluso ingresar en las salas, mas lo fue luego de una larga fila para registrar a los visitantes.

Justo enfrente se encuentra otro destacado arquitectónico, el Palacio Itamaraty.

Desde allí iniciamos una caminata por la Explanada de los Ministerios para llegar a la Catedral de Brasília y maravillarnos por su elegante planteo. Es que la Catedral Metropolitana Nossa Senhora Aparecida es un edificio que parece de otro planeta. A decir verdad, la ciudad toda parece extraterrestre. Sus figuras, los perfiles de sus edificios públicos son absolutamente fantásticos.

Continuamos con la visita al Museo Nacional de la República, con su forma de plato volador y su alegre ingreso. También al frente se encuentra la Biblioteca Nacional de Brasilia Leonel de Moura Brizola. Desde allí tomamos otro Uber que nos llevó hasta el Planetario de Brasilia, para una rápida visita.

Nuestro recorrido finalizó en la Torre de TV, de clara inspiración en la parisina de Eiffel. Subimos a su mirador para obtener una notable vista de la ciudad, de sus modernistas monumentos y su tan singular urbanismo.

Y así, totalmente maravillados por ella, regresamos al hotel para honrar otra puesta de sol desde lo alto del fantástico Bar 16, haciendo como siempre nuevos amigos, en esta oportunidad los paulistas Felipe y Marcela y los locales Mauricio y Carolina.

Luego bajamos al Lobby Bar para degustar su coctelería de autor.

En la mañana, nos aguardaba un vuelo para São Paulo, para completar ese viaje cultural por las dos mega ciudades brasileñas, mas no sin antes darnos otra fiesta de manjares típicos en el desayuno ofrecido por el B Hotel Brasilia.

Y así, felices y llenos partimos muy orgullosos de haber conocido la capital de nuestra amada Brasil.