Bodega Solín Terraza
El vino ancestral de El Divisadero
En ocasión de visitar la bodega Inicios de la familia Humano, Raquel nos instó a conocer el desarrollo vitivinícola de Miguel Terraza en El Divisadero.
Para llegar allí se debe pasar Finca Las Nubes y luego cruzar un profundo afluente del río Colorado, en tránsito solo apto para camionetas. La opción con menos adrenalina es cruzar el puente peatonal y desandar un empinado camino de unos doscientos metros. No hay manera de perderse: además de los carteles, están las referencias que Miguel señala previamente por mensaje.
Entonces, en medio del cerro, aparece la Bodega Solín Terraza.
Miguel trabaja en forma coordinada con la red de cooperativas de familias de tradición diaguita calchaquí, consolidando el turismo rural comunitario.
De hecho, antes de llegar a su bodega pasamos por La Rinconada, proyecto de su primo Enrique Terraza, en donde además del alojamiento con la comunidad con una impresionante vista, se ofrecen interesantes experiencias, en un entorno de verdad inigualable, entre montañas, cardones y, a lo lejos y por debajo, el murmullo de la ciudad de Cafayate.
Una vez ya en la finca de Miguel, de casi dos hectáreas, su gestor nos fue guiando por un paseo por las vides, mostrando su amor y compromiso por la actividad vitivinícola que heredó de sus ancestros.
Los viñedos, rodeados de nogales y frutales, lucían los ocres colores del otoño. Solín Terraza tiene plantas de malbec, cabernet y el típico torrontés de los Valles Calchaquíes.
Durante el recorrido, Miguel nos contó cómo de pura casualidad se gestionó un crédito para adquirir cuatro mil metros de manguera y dotar de agua a las familias de la comunidad, mediante un valioso aporte de la embajada suiza, en el marco de un evento de turismo campesino celebrado en Mar del Plata. Una veintena de familias se beneficiaron y, gracias a ello, las tierras cuentan con riego de una hora cada veintitrés días para sus vides.
Para cuando llegamos a la bodega, impecable y ordenada, Miguel evidenció sus conocimientos y dedicación en el arte de sus vinos. El edificio cuenta con diversas salas para la guarda, la elaboración, el fraccionamiento y la venta. Produce mil setecientas botellas por año, a razón de una por vid.
En el salón de venta no solo se ofrecen sus premiados vinos artesanales, sino también dulces regionales elaborados por su hermano Raúl junto a su madre Teresa.
Cuando nos enseñó la botella, confesó que el nombre de la etiqueta es un homenaje a su padre. También nos contó que tiene dos hijos, Daniel Alberto y María Fernanda, ambos dedicados a la industria y a solo un paso de convertirse en enólogos, dando cuenta -en definitiva- de la clara tradición familiar ligada al vino. ¡Todo un testimonio!