Termas de Jordán
Trekking en las yungas jujeñas y la magia de San Francisco
Junto a grandes amigos llegamos a San Francisco, departamento de Valle Grande, Jujuy, ya entrada la noche, luego de atravesar el Parque Nacional Calilegua.
En los últimos años, esta región fue captando el interés de los buscadores de aventura.
Para nosotros fue precisamente eso, la primera escala de la ruta que une las Yungas con la Serranía del Hornocal, en la Quebrada de Humahuaca, durante un épico fin de semana extra largo de octubre.
Justamente por aquella razón -su flamante notoriedad- si bien en el pueblo hay tantos hospedajes que como casas de locales, el servicio turístico es todavía una actividad en desarrollo.
Tanto en términos de alojamiento y gastronomía como en circuitos turísticos se nota el deseo de los sanfrancisqueños de ir aprendiendo a cubrir las necesidades de los visitantes.
Sabíamos hacia dónde íbamos, por lo que era cuestión de suavizar las pretensiones y adaptarse a las comodidades que el pequeño pueblo ofrece, las que en ese contexto son un montón.
En esos días se anunciaba una invasión de turistas al tranquilo San Francisco. Por eso, sin dudar, ni bien llegamos nos fuimos hasta lo que vendría a ser la plaza principal, la Plaza de la Pachamama, y una vez dentro del mercado por fortuna nos asignaron la mesa correspondiente al puesto de doña Norma.
Solo quedaban papas, unas pocas porciones de pollo y una milanesa y media. ¡Marche el pedido! Ante nuestra consulta por un vino tinto, Norma se acercó trayendo en sus manos el botellón magnum de Viñas de Balbo. Le explicamos que era demasiado y que al día siguiente teníamos que hacer el trekking a las Termas de Jordán. Con una sonrisa cómplice, divertida, respondió: “¡Yo con tres de esos recién empiezo a macharme!” Finalmente, la elección fue un Toro tinto, la única alternativa al magnum. Al repasar en la etiqueta la leyenda "donde hay un laburante, hay un Toro" no pudimos sino sentir la alegría de aquel que aprecia cada lugar visitado, cada momento compartido.
De inmediato supimos que Norma era la primera prueba de la gracia y sentido de hospitalidad que nos esperaba.
Luego, por las empinadas callecitas de tierra llegamos hasta nuestro alojamiento, Tía Carola, hospedaje rural, en donde Lucy nos indicó las escaleritas que conducían a nuestra habitación, con baño privado y agua híper caliente. Un lujo.
El descanso se vio un tanto interrumpido primero por el bullicio de los perros ante el paso de los trasnochadores, y luego por los gallos del pueblo –son cientos- que durante toda la madrugada dejaron en claro que ese era su imperio.
Amanecimos bien temprano preparándonos para la travesía. Lucy nos sirvió un desayuno con cremonas calientes y bollos caseros y partimos rumbo al encuentro de Nieves Huanco, la guía que habíamos contactado un tiempo antes.
Su recomendación había sido salir bien temprano en la mañana, de modo de evitar el calor al regreso y además llegar a las termas primero, antes que nadie.
Desde la pequeña oficina de turismo donde tomaron nuestros datos fuimos en vehículo hasta el ingreso, donde se hace el control de las personas que visitan las termas, de propiedad de comunidades originarias. Así inició la caminata por un sendero bien marcado, con una leve inclinación inicial. A mitad de camino la pendiente se empezó a sentir. Bajamos hasta la altura del río y un intenso olor a mineral se empezó a sentir. Vegetación cada vez más tupida y verde nos rodeaba, cuando de repente, en lo bajo apareció la fuente natural de color esmeralda resguardada por rocas.
Habíamos llegado.
Preparados como veníamos, nos alistamos para darnos un baño termal en ese oasis silvestre.
El agua era tibia, mucho menos caliente de lo que suponíamos, pero el sol de octubre ayudó a ese momento de distensión.
A la hora de emprender el regreso, visitamos la fuente madre de donde brota el agua híper termal. El color de ese charco es bellísimo. Tanta pureza permite que microorganismos se desarrollen al punto de formar una película que rodea a las piedras.
Nieves, junto a Patricia, la otra guía que nos acompañó durante el recorrido, decidieron tomar otro camino de regreso de modo de no repetir el de ida.
Nos fuimos metiendo por un sendero encajonado de rocas, el que en época estival conforma el curso de un brazo del río Jordán.
Cantos gigantes recubren el pasadizo, en el que se deben ir sorteando grandes piedras arrastradas por la voracidad del agua tras las lluvias del verano, hasta que en un momento llegamos a las Escaleras al Cielo, un perfecto anfiteatro formado por la naturaleza, lugar propicio para un descanso en el que disfrutamos de snacks para recargar energías y continuar el camino de regreso, en el que el calor se empezó a sentir, por lo que agradecimos el sabio consejo de nuestra fenomenal guía. Con sus veintinueve años, Nieves no solo se capacitó en turismo, sino que además se formó como maestra especial y para entonces además compartió con nosotros que estudia lenguas nativas.
El pesado retorno, en subida, se hizo más ameno gracias a la compañía de Lucía Coppini, una compañera del trekking dedicada al turismo. Si bien es de Buenos Aires, cada vez está más cerca del norte por su proyecto aventurate.ayl que ofrece tours premium y personalizados por Salta y Jujuy. ¡Muy interesante coincidencia con otra amante de los viajes y desafíos!
Luego de tan fenomenal travesía, regresamos al pueblo ya en la siesta. Se imponía una buena ducha y un descanso, mas cerca de las seis de la tarde nos vimos tentados por conocer los microemprendimientos que se gestaron en San Francisco, a los que nos había instado a conocer la extraordinaria Nieves. Es por eso que nos dirigimos hasta esa “casita azul de techo de pasto”, que luego supimos que era uno de los favoritos yuyos de @tripticity_, el suico.
Entramos en la tienda y para nuestra inmensa alegría nos atendió Dolores Gutiérrez. Súper simpática, activa y determinada, empezó a contarnos sobre su proyecto EspiruYungas, de cultivo de espirulina. La pasión con la que relataba cómo fueron sus años de aprendizaje y la relación que terminó sosteniendo con esta alga sanadora nos conmovió. De hecho en un momento nos confesó que ella siente a la espirulina como su cuarta hija, habiéndola bautizado con el nombre de Amayal, que en quechua significa pureza del agua. Así nos fue explicando que si ella siente calor pues la espirulina también siente calor, si ella siente frío la espirulina siente frío, y por eso sabe cuándo ir a taparla o destaparla. Los piletones donde la cultiva son por el momento provisorios, pero su objetivo es terminar pronto un gran piletón de piedra.
Luego fue el turno de Pamela, quien nos detalló su micro emprendimiento de indumentaria, Darkas, diseñada con tintes a partir de cáscara de cebolla, carozo de palta, nuez o corteza de árboles.
También en la tienda se exhiben y ofrecen productos de biocosmética como repelente de insectos y jabones sólidos hechos con aceites naturales que se comercializan con la marca Nutrientes.
Estas pequeñas industrias fueron promovidas en San Francisco gracias al aporte de la Fundación Roemmers, gigante de la industria farmacéutica argentina.
Fue tan animada la charla con Dolores que cuando nos confesó que debía partir a ocuparse de su espirulina, nos tentamos y le pedimos acompañarla. Así fue como Dolores se trepó en el cacharro, la Toyota Hilux modelo 2007 que lleva y trae a @tripticity_ en sus aventuras, noble carroza que incondicionalmente nos acompaña en los más difíciles viajes off road, y nos dirigimos hacia los piletones y la huerta orgánica de su marido, quien si bien se desempeña como policía en el pueblo, a instancias de ella también se anotó en las capacitaciones para convertirse en productor de frutas y vegetales.
Allí aprendimos sobre el cultivo de la espirulina, luego nos mostró los conejos que cría a fin de utilizar su excremento como abono para la huerta contigua.
Conocer a personas como Dolores no es solo inspirador sino que se siente como un shock de energía en el alma, lo mismo que se siente al ingerir uno de los licuados que ofrece en su despensa, hecho a base de frutas naturales y espirulina.
Tan entretenidos estábamos que no reparamos que ya se habían hecho las ocho de la noche, horario en el que el cadete y chofer de @tripticity_, quien no había participado de la caminata a las termas, había acordado con Norma para la cena.
Bien temprano él había subido hasta el mercado y al encontrarla le dio charla, oportunidad en la que se anotició que ella había sido la cacica de la comunidad. También le confesó que promovía el turismo siempre cuidando a los locales, dándoles a ellos la preferencia como prestadores sea de alojamiento o de comedores.
Norma había prometido ocho porciones de ñoquis vegetarianos acompañados sólo con tuco. Y fueron memorables, riquísimos, inolvidables tanto como el resto de la noche que compartimos celebrando esa gran escapada y la amistad con Mechi y Gabo, Romi y Víctor, y Jero y Jose.
Al amanecer siguiente no podíamos despedirnos de San Francisco sin un milkshake de frutilla y espirulina especialmente preparado por la colosal Dolores. Antes de partir, fue el energizante natural ideal para el arduo camino que nos esperaba rumbo a Caspalá.
San Francisco quedará en nuestra memoria como el pueblo en el que descubrimos grandes ejemplos, personas maravillosas que nos movilizaron. ¡Gracias San Francisco! ¡Gracias Nieves, Patricia, Pamela, Lucy, Norma y Dolores por tanta gentileza y amabilidad!