Santiago de Chile

Contrastes junto a los Andes

Un fin de semana largo resultó tentador para una escapada de tres días a la capital de Chile.

Desde Salta conseguimos un conveniente vuelo en conexión vía Buenos Aires, mas no nos permitió el cruce de la cordillera con claridad pues fue en horario nocturno que aterrizamos en el Aeropuerto Internacional Arturo Merino Benítez, y si bien estaba la luna llena y podíamos ver su inmensidad, realmente debe ser increíble cruzarla de día.

Un paro esa noche del personal de Migraciones implicó que el trámite tomara más de media hora. Al salir, pedimos un Uber, que con todo el revuelo que había esos días previos a las fiestas patrias nos resultó bastante caro.

Es que justo el viaje coincidía con la celebración del aniversario de la República, por lo que todo estaba adornado con banderas y se sentía la fiesta cívica en el ambiente.

Una aclaración: para entonces Uber se encontraba prohibido en Chile por lo que el punto de encuentro nos resultó un poco complicado. Pero lo logramos.

Un viaje de más de media hora nos llevó hasta el hotel Regal Pacific Las Condes. Un cinco estrellas con sus años pero cumplidor, muy convenientemente ubicado justo frente a la estación de metro Manquehue.

Ya era tarde por lo que fuimos directo a descansar en la bien amplia habitación que nos asignaron con vista a la avenida y a la cordillera de los Andes.

A la mañana siguiente, aprovechamos la variada propuesta para el desayuno y nos deleitamos a lo grande.

Luego nos dirigimos al metro para iniciar nuestro recorrido. Compramos la tarjeta bip que nos permitiría movernos en transporte público, luego bajamos al andén para tomar el moderno metro.

Hicimos una combinación de líneas en Baquedano para continuar en la L5 hasta Quinta Normal.

Se trata de la estación que conecta al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, el que aborda la historia reciente de Chile.

En su sitio oficial se informa que se trata de uno de los museos más importantes de Santiago de Chile y su visita es esencial para comprender la historia del país, pues se dedica a preservar la memoria de las víctimas de la dictadura militar que tuvo lugar en Chile entre 1973 y 1990, así como a promover la educación y el respeto por los derechos humanos.

Es público y de acceso gratuito. Fue inaugurado por la presidenta Michelle Bachelet el 11 de enero de 2010, en el marco de las obras gubernamentales que celebraron el Bicentenario de Chile.

Al salir, subimos a un bus que nos llevó directo al centro de la ciudad para dar inicio a un recorrido por los principales edificios públicos, descubriendo su bonita arquitectura.

Fue allí cuando advertimos el primer contraste, la zona céntrica mucho más dejada, con personas en situación de calle, con sus edificios raídos, bien diferente al barrio de nuestro hotel, más moderno y burgués. Además nos insistían los propios locales en andar con atención para evitar robos o malos momentos.

Sacamos fotos en La Moneda, el Palacio Presidencial sede del Gobierno de Chile, un edificio neoclásico del siglo XIX, construido entre los años 1786 y 1812. Su nombre se debe a la función original que cumplió, ya que fue un centro de acuñación de monedas.

Pasamos por su Centro Cultural La Moneda, sin ingresar pues no nos resultaba tentadora la propuesta de exhibición temporaria ofrecida y caminamos por el Paseo Ahumada hasta la Bolsa de Comercio de Santiago, para admirar su arquitectura.

Luego, fue el turno del Teatro Municipal de Santiago. Es la casa de ópera, diseñada con un claro estilo neoclásico francés. Justo al frente, en la plazoleta, la Fuente de los Niños. Una obra que regaló la República Argentina con motivo del Primer Centenario de la Independencia de Chile en 1910, del escultor Arturo Dresco.

Retornamos por Paseo Ahumada, atravesando la recova del Museo de Arte Precolombino, hasta el Palacio de Justicia y del otro lado de la calle el ex-Congreso Nacional - Compañía de Jesús.

A continuación, fue la hora de la Plaza de Armas, bien animada. En ella destaca la Catedral de Santiago y el Museo de Historia Nacional. Como había celebraciones por doquier, el museo no fue la excepción, allí se encontraban bailando la cueca generando un muy lindo ambiente para los turistas. El ingreso es gratuito y nos resultó bien interesante su exhibición de objetos antiguos.

Siguió una caminata por el colorido Paseo Bandera rumbo a la zona del Mercado, pero antes una obligada parada en la La Piojera, el restaurant tradicional, que evoca las costumbres de antaño y donde sirven el “terremoto”, el cóctel representativo de Chile, mezcla de vino pipeño blanco con helado de piña y granadina o fernet. Fuerte y dulce.

Al terminar nos cruzamos al Mercado Central, con pescados y mariscos exhibidos al comensal y donde nos aguardaba un súper banquete. Sabíamos que almorzar en el mercado de abastos más tradicional de Santiago era una atracción en sí misma. Y rápidamente nos convencieron los mozos en ocupar una mesa en Don Augusto y ordenar una centolla. Empezamos con el pastel de jaiba. Delicioso. Y de principal llegó la reina de los mares fríos. Su carne blanca es suave y magra. Se acompaña con un aceite con ajo que le da gran sazón.

A continuación hicimos unas cuadras hasta el Museo Nacional de Bellas Artes, de ingreso gratuito. Cuenta con una exposición permanente con obras de artistas chilenos. Fue inaugurado en 1910, también con motivo del centenario de Chile. El Palacio se encuentra unido al Museo de Arte Contemporáneo, ambos en el Parque Forestal.

Muy cerquita de allí está el cerro Santa Lucía, bien pequeñito, por lo que resulta muy fácil una caminata hasta su cima, tiene un gran valor histórico en la ciudad. Es un parque de estilo francés en pleno corazón de Santiago. Tiene una altura de 69 metros. En él destaca el Castillo Hidalgo y la bien bonita Fuente Neptuno. La vista panorámica de los picos nevados de la cordillera de los Andes es extraordinaria.

Al salir, tomamos el metro para dirigirnos hasta el barrio de Providencia. Queríamos visitar el moderno Mercado Urbano Tobalaba y luego el Costanera Center. Un shopping enorme con acceso por Av. Vitacura. La cantidad de gente que paseaba por sus tiendas y pasillos era indescriptible, pero igual logramos hacer unas compras.

Para la hora del atardecer, teníamos previsto subir al Sky Costanera Center. La Torre del Costanera Center es el rascacielos más alto de América del Sur. Su observatorio tiene vista panorámica de 360 grados de Santiago. Por lo que visitarlo al anochecer es una atracción. Y lo fue. Súper entretenido ver iluminarse la ciudad toda tanto como la propia estructura superior de la torre. El mirador, a 300 metros de altura, tiene una plataforma de observación vidriada en el piso 61 y a cielo abierto en el 62. Su ticket de acceso se compra en el lobby del Mall Costanera Center.

Allí decidimos tomar un rico trago mientras disfrutábamos del glorioso atardecer con los Andes en el horizonte. ¡Hermoso!

Ya al día siguiente, decidimos conocer el enorme shopping Parque Arauco, muy cerca del Parque Araucano, en el barrio de Las Condes. Tiene un sector de tiendas de lujo muy llamativo y luego un sinfín de opciones de compras.

Un dato a tener en cuenta: en varias oportunidades tuvimos inconvenientes para pagar con la tarjeta de crédito, ya que el posnet no las tomaba, por lo que no quedó otra que abonar en efectivo.

Luego de las compras, decidimos deleitarnos con la auténtica comida fusión de Tanta, el restaurant de Gastón Acurio, el que es un éxito en todo el continente.

Al regresar al hotel disfrutamos de su pileta climatizada antes de un profundo descanso después de esas dos jornadas tan intensas.

Para el último día habíamos reservado un tour con SantiagoCityScape. La propuesta era hacer un recorrido por el Barrio República, actual sede de la vida universitaria de Chile. El recorrido implicaba salirse del circuito tradicional de turismo, caminando por la avenida República, conociendo la historia de sus palacios y mansiones, explorando la arquitectura histórica en pasajes escondidos y conjuntos de interés arquitectónico que están declarados patrimonio de la ciudad.

La caminata duró casi tres horas, lo que por momentos resultó demasiado, quizás nos hubiese gustado que fuese más conciso el relato sobre cada casona antigua, donde vivió a principios de siglo la burguesía que se fue formando como consecuencia del boom de la minería. Esos palacetes luego abandonados sirvieron en muchos casos como centros clandestinos de detención durante la dictadura militar por lo que también se incluyó una parte histórica en el recorrido, además de la apreciación de la belleza arquitectónica.

Iniciamos por el pasaje General García, con su estilo art deco, luego por pasaje República hasta la Avenida de igual nombre. El barrio fue originalmente la Quinta Meiggs, perteneciente al empresario ferrocarrilero Enrique Meiggs, quien cayó en bancarrota y huyó del país.

Recorrimos el Conjunto Virginia Opazo de residencias construido por el arquitecto Luciano Kulczewski e inaugurado en 1944. Son treinta y una casas de fachada continua, todas diferentes, pero con un claro hilo conductor de estilo neoclásico, todas de color blanco.

Avanzamos por la Avenida República hasta el Museo de la Solidaridad Salvador Allende, con una exhibición de arte contemporáneo, aunque -vale decirlo- como éramos un grupo de varias personas el ingreso fue resistido y debimos cumplir un proceso de registro para obtener la autorización.

Al finalizar el tour, tomamos un Uber hasta La Chascona, pasando por el Centro Cultural Gabriela Mistral, en el Barrio Lastarria. Es la casa de Pablo Neruda en la falda del Cerro San Cristóbal, en el bohemio Barrio Bellavista.

Una corta caminata hasta Patio Bellavista, centro gastronómico colorido y con muchas variantes para comer. Allí hicimos un stop para picar un mix de frutos de mar fritos, muy poco saludables pero bien sabrosos.

Desde allí, caminamos hasta el metro que nos llevó al Centro Artesanal Los Dominicos, justo al lado de la histórica Iglesia de los Dominicos, muy cerca de la Cordillera, con un montón de tienditas de artesanos ofreciendo sus productos, con construcciones rústicas que reproducen las características típicas de un pueblo tradicional, calles estrechas de tierra y casas de adobe.

Para cuando finalizábamos el Templo Baha'i, muy cerca de allí, ya estaba al cerrar, por lo que decidimos volver al hotel para otro baño de agua atemperada antes de tomar el vuelo internacional de regreso, como para cerrar el fin de semana con un relax en el spa del hotel.