San Pedro de Yacochuya
Un terroir excelente
A cien metros de la intersección entre las rutas nacionales 40 y 68 se abre el camino a Yacochuya, la bodega emblema de la familia Etchart.
La senda, escoltada por cardones en fila y pircas de adobe, es un preludio del colosal entorno del establecimiento que se recuesta en la ladera este de la montaña, que cuenta con una de las más sublimes vistas del valle.
Yacochuya en quichua significa agua cristalina, como la del río que baña los viñedos.
Para @tripticity_ sin embargo quiere decir boda, pues fueron su famoso torrontés y su potente malbec los que nos acompañaron en la celebración del matrimonio. Fue un cálido sábado de otoño en el que el catering se demoró un poco… por lo que el prestigio que caracteriza a esas botellas indujo a los invitados a tomar una copa tras otra, con el estómago vacío y sin cesar. Lógica consecuencia: rápidamente la festividad se impuso en el ánimo de todos y la algarabía imperó esa velada de alta graduación alcohólica. Ni las tres visitas de la policía pudieron silenciar al DJ.
Las vides en altura, el sol imperante y el clima seco de los valles, con sus pocas precipitaciones, producen un vino elegante y con estructura.
La bodega -por su parte- es distinguida, se advierte la fascinación de su fundador por el arte, por cuanto algunas piezas de su célebre colección privada se exhiben en sus muros y salas.
Sus notables vinos son reconocidos internacionalmente. Es que el destacado enólogo francés Michel Rolland, a fines de los noventa, se hizo cargo de esa fenomenal quimera cuando asesoró a Arnaldo Etchart en las primeras producciones de los vinos premium.
Sus líneas son Yacochuya M. Rolland, San Pedro de Yacochuya y Coquena (más joven, que solo pasan por tanques).
Su representativo torrontés o cualquiera de sus tintos son siempre una tentación, y para quien pasa unas horas en Cafayate, sea o no amante de los vinos, es un muy buen plan visitar la bodega Yacochuya.