Puglia
Explorando su encanto
Aterrizar en el aeropuerto de Bari se sintió como llegar a casa. Después de tres semanas en Europa del Este, Italia nos resultó tan familiar.
Tomamos un tren directo a la ciudad, que tomó un poco más de media hora.
De allí, una caminata corta pero que se sintió por el calor agobiante hasta Palazzo Danisi Rooms & Suites.
Una muy buena alternativa para unos días en Bari desde donde recorrimos la Puglia.
Para esa tarde, teníamos pensado una visita a Monopoli. Se llega en tren y al bajar iniciamos una caminata de casi media hora, bien relajada hasta su centro histórico. Primero conocimos la Cattedrale Maria Santissima della Madia, de estilo barroco. Tener en cuenta que la basílica cierra al mediodía. Nos llamó la atención el cartel de prohibido el ingreso en traje de baño, pues no nos imaginábamos que alguien pudiese pretender ingresar así, pero al salir, luego de contemplar el ícono bizantino de la Virgen de la Madia, nos topamos con turistas que venían directo de la playa, casi goteando, por lo que entendimos la razón del letrerito.
Seguimos caminando al Porto antico, la antigua puerta de ingreso a la ciudad, perdiéndonos por sus hermosos callejones peatonales, admirando su característica arquitectura en piedra blanca, hasta llegar al Castello Carlo V, del año 1500 con una extraordinaria vista al mar Adriático.
Pasando por Vico del Mare, llegamos hasta Cala Porta Vecchia, donde los turistas aprovechaban el agua de mar para refrescarse.
Luego decidimos que era hora de probar la rica gastronomía de mar, por lo que nos sentamos en L´ísola che non cé para ordenar una bien turística Fittura Mulloschi, con una variedad de mariscos fritos, y dos Aperol Spritz.
De camino de regreso a la estación de tren hicimos otro stop en una pizzería bien de barrio, llena de locales, en la que compartimos una bocata de pulpo y camarones con rúcula. ¡Deliciosa!
Para el día siguiente, habíamos contratado un tour privado para conocer los íconos de la Puglia de un modo eficiente.
Empezamos por Matera, recorriendo su bellísimo casco antiguo. La ciudad es conocida por sus casas excavadas en la roca caliza, conocidas como Sassi. Son los asentamientos prehistóricos declarados por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.
La ciudad antigua creció en altura en una ladera, por lo que resulta imperdible aprovechar las panorámicas que ofrecen sus miradores.
Luego nos dirigimos por una autopista hasta Alberobello, con su particular arquitectura en piedra con tejados cónicos o piramidales.
El conductor, sí pues el italiano que nos tocó como guía solo sirvió de eso, de chofer, pues se la pasó hablando de sí mismo y despotricando contra los turistas americanos y fanfarroneando con la superioridad de Italia, hubo de dejarnos en la Fontana Santa Lucia, en Piazza Giangirolamo II, desde donde se obtiene una vista fenomenal de toda la estructura de los tejados tan singulares.
La tradición cuenta que su particular forma cónica en piedra se origina en una cuestión impositiva, para evitar el pago de impuestos, pues lucían de forma precaria, de forma de poder ser demolidos en caso de inspección y vueltos a construir. Estas casas, conocidas como Trullis se convirtieron en una tradición constructiva por lo que hoy se encuentran por doquier en la zona.
Ciertamente, la cantidad de turistas autómatas que deambulaban por las pequeñas callejuelas resultaba abrumadora. El calor tampoco ayudaba. Pero la singular belleza de estos pequeños pueblos italianos siempre termina conquistando los corazones, máxime si se la combina con su incomparable gastronomía.
El último stop en el circuito fue en Polignano a Mare, con su bellísimo centro histórico mirando al mar. Antiguo pueblo de pescadores que se encuentra en auge entre los miles de turistas, quienes acuden en la temporada estival a bañarse en el Adriático. Nos perdimos por sus bien estrechas callejuelas, admirando su hermosura, hasta llegar al Belvedere su Lama Monachile, con su escénica vista.
Luego desde otro mirador, observamos la bien encajonada playa de la Grotta Piana, que para entonces bullía de visitantes.
De regreso a Bari, decidimos hacer una caminata por la comercial Via Sparano da Bari hasta el casco viejo.
Primero, nos sentamos en una pequeña mesita de sus callejones, en la rotisería Lo sfizio del borgo antico, para probar los célebres panzerotto con polpo, un sándwich con pulpo, tomate, lechuga en pan recién horneado y unas bien heladas cervezas Peroni.
Continuamos de camino a la Piazza del Ferrarese, pasando por el mirador de Muraglia di Bari, bordeando la costa.
Otro indispensable era probar la foccachia del Panificio Fiore. ¡Extraordinaria!
Con el corazón contento, luego de esos manjares, nos dispusimos a conocer la Basílica San Nicola, la iglesia románica del siglo XII, conocida por su santo, quien diera –según cuenta la tradición- origen a la celebración de los regalos en Navidad.
Lo característico de la iglesia es que sirvió de lugar de culto tanto católico como cristiano ortodoxo.
Nos perdimos por las callecitas del barrio antiguo y luego emprendimos el regreso a nuestro Bed & Breakfast, pero sabíamos que no podíamos terminar el día sin probar los famosos orecchiettes, por lo que elegimos un restaurant cerca de nuestro alojamiento que habíamos visto en nuestro research previo, el Mamapuglia. Y estuvo excelente. Al ver el recinto lleno de locales, ese viernes caluroso por la noche, supimos que sería una buena opción. ¡Y la pasta resultó obviamente muy buena!
En la mañana de nuestro último día en Puglia, teníamos que cumplir con un pendiente. Conocer las italianas que elaboran la pasta afuera de sus casas, en los pasadizos del casco histórico, en particular, en la Via delle Orecchiette, muy cerca del Castello Svevo di Bari. La escena es muy pintoresca y se convirtió en un obligado de todo turista que pasee por Bari.
Nos habían compartido el dato sobre que resulta mejor perderse en las callecitas y comprar la pasta en los rincones más escondidos, ya que allí las amasadoras tenían un poco de paciencia extra con el foráneo. Charlamos con una de ellas y al comprobar su predisposición, por supuesto nos sentamos con ella e intentamos hacer la pasta, lo que en mi caso resultaba toda una hazaña, no siendo buena en la cocina. Luego de ese ratito compramos la pasta correspondiente para llevar de regreso a casa y comerla de regreso de tan increíble viaje, como una ocasión para celebrarlo, despidiéndonos de la eternamente bella Italia.