Oberá

La ciudad de las colectividades

La segunda ciudad misionera -por su importancia económica y cantidad de habitantes- se sitúa en el centro de la provincia, en una zona muy rica y vistosa en donde la tierra colorada contrasta con los verdes de la selva paranaense y los perfiles de las explotaciones madereras. 

La ciudad alberga al evento icónico de la Feria de las Colectividades; es que en la provincia de Misiones se asentaron inmigrantes de diversas nacionalidades europeas, lo que se nota en los rasgos de su afable gente. Su predio recrea las construcciones típicas de los países y el resto del año se aprovecha como un parque público. 

También son simpáticas sus platabandas, plazas y plazoletas, cada una dedicada a una colectividad. 

No es una ciudad para caminar mucho pues, de verdad, es una montaña rusa de subidas y bajadas. Hay iglesias de los estilos y cultos más variados, las que se hallan sin mayor esfuerzo tanto en la ruta 14 que la cruza como en la ciudad toda. 

Nos alojamos en el hotel Casino Oberá; típico edificio de los años noventa de Argentina, cuya suite del noveno piso ofrecía vistas a la ciudad y un jacuzzi doble, digno de una escena de novela venezolana o de una película de clase B. 

Ya a las nueve de la mañana los jubilados del pueblo hacían cola para ingresar al casino, y en la noche, por ser miércoles, en el bar restaurante del entrepiso las mujeres aprovechaban las promociones en su honor. 

Justo frente al hotel descubrimos un bar histórico, el San Martín, con lugareños fumando en el interior y vermucito en la mano, a la espera de una empanada servida en bandeja de aluminio. A sus espaldas, en la barra, viejos destilados nacionales y una extensa colección de cassettes de chamamé y folklore; toda una excursión por la máquina del tiempo. ¡Un millennial se sentiría probablemente perdido!  

La producción maderera y de yerba mate son los fuertes de la zona, pero la razón por la que decidimos hacer un stop fue la posibilidad de visitar los campos de té más importantes de la Argentina. Sin duda, el mejor organizado es el emprendimiento de Carolina Okulovich y su mamá, sommeliers que crearon La Ruta del Té

Entre un campo de golf y eternas líneas de camellia sinensis, una antigua cabaña misionera fue convertida en un exquisito salón de té. Para más información sobre La Ruta del Té accedé a este link

Otra versión no tan desarrollada pero muy valorable es el caso del emprendimiento de Irma Fraga, Doña Irma, en Campo Viera, sobre la ruta 14 hacia el norte. Un cartelito amarillo invita a parar para descubrir las hebras orgánicas, artesanales y secadas al sol por su productora local. 

La ciudad también ofrece alta gastronomía de la mano de Marcelo Prozapas, en su catedral de culto gourmet, el restaurante Del Monte. Es un antiguo secadero de yerba mate reconvertido en salón comedor, con una ambientación contemporánea. Cuenta con una nutrida carta de vinos y con tremendos tragos. 

Arrancamos con una pasta de tomates secos, berenjena y aceituna. Luego un coctel de mollejas en crema de puerro y chardonnay. 

El plato insignia de nuestra noche fue estofado de carpincho; una suntuosa cazuela de estilo norteño en caldo caliente, con papa, zanahoria y cebolla, ideal para esa primera noche de fin de invierno que nos tocó en Oberá, fría y lluviosa. Mi elegido fue una lasaña con hongos típicos de los abundantes bosques misioneros. 

Luego un soberbio volcán de dulce de leche, que acompañamos con un memorable trago preparado por José María, mozo y barman: una caipiroska en versión misionera, de vodka y licor casero de rosella, un hibisco conocido en otras latitudes como Flor de Jamaica. ¡Un deleite!