Museo Regional de Pintura Terry
Un Bellas Artes frente a la plaza de Tilcara
Justo frente a la plaza principal de Tilcara, opacado por los altos toldos de la feria que copó el solar principal del pueblo, una casona antigua espera la visita del viajero más curioso y, claro, más atento.
José Antonio Terry, hijo de un histórico ministro argentino de Hacienda, decidió asentarse allí a principios del siglo XX junto a su bella esposa.
Las salas de la planta baja dan cuenta de su devenir artístico. De la colección, resaltan los desnudos de su primera etapa, cuando viajaba a Europa para perfeccionar su arte.
Las obras de la sala principal quizás revelen su cúspide, cuando se ocupó de retratar a los lugareños de la Puna y sus costumbres. Los semblantes son auténticos, singulares y sumamente expresivos.
Su autorretrato con lente y pipa evidencia una personalidad avasallante, que le permitió sobrellevar su discapacidad física y trascender a través de sus pinturas; es que José, al igual que sus dos hermanas también artistas, padecían la sordera desde su nacimiento.
Además de su faceta de pintor magistral, persisten muchas obras que su espíritu solidario concretó en Tilcara; entre ellas la creación del Club Atlético Terry, acaso el único del mundo en ser fundado por un pintor. José supo dotarlo de una cancha de básquetbol con piso de mosaicos, algo único en la puna para su época... Tras su muerte, sus herederos continuaron ayudando al club, hasta que incongruencias en la rendición de cuentas acarrearon el punto final. Todo un símbolo de nuestra Argentina.
En el atelier de la planta alta se lucen los utensilios de Terry, así como otras grandes obras de su manufactura. Es también admirable el mobiliario de su época.
Décadas después, cuando la casona fue convertida en museo, se adicionó la heredad vecina en la que funciona el centro de exposiciones temporarias. Allí tuvimos la suerte de visitar la muestra “Museo en la Frontera”.
El actual director de la institución, Juan Muñoz, decidió honrar al primero en ocupar el cargo, Félix Leonardo Pereyra, mediante una exhibición de dibujos de niños de Yavi y La Quiaca realizados en 1964. El entonces director había instado a los alumnos de las escuelas públicas de frontera a dibujar su entorno, y esas obras fueron conservadas en el archivo del museo durante medio siglo como parte de su patrimonio. A mediados de 2020 el hallazgo de esos dibujos conmocionó a Muñoz, a tal punto de que decidió montar una muestra con aquellas pequeñas obras maestras de aquellos grandes niños, que sin saberlo brindaron su ingenuo pero profundo testimonio de su tiempo. La perfección de los trazos, la sensibilidad infantil de los rostros de los personajes dibujados, la sorprendente precisión de los bocetos de la Iglesia de Yavi y del puente ferroviario que une La Quiaca con Villazón (Bolivia) conmueven al visitante. Y mucho más al escuchar, de parte de sus descendientes y conocidos, los infortunios que tantos de ellos sufrieron con el devenir del tiempo.
Todo el recorrido lo hicimos junto a la valiosa orientación de Adrián, de esos agentes comprometidos con su oficio que generan la gratitud y el reconocimiento de todo amante de los museos.