Museo Popular de Iruya
Bonita y sencilla exposición
Para una amante de los museos como @tripticity_ cada hallazgo siempre es una invitación que no admite ser desdeñada.
En Iruya, justo al lado de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario y San Roque, una puertita abre el ascenso por una muy angosta escalera al Museo Popular, como una réplica de lo que es andar por el pueblo a través de sus empinadas y ceñidas callecitas de piedra bola.
Y si el tiempo ya corre lento en Iruya, allí dentro simplemente no avanza.
Una cándida y tímida vecina invita a oblar el simbólico ticket de ingreso, equivalente a la compra de una barata golosina, así como a completar el formulario de registro en una deslucida hoja que parece haber sufrido los vientos que corren en el camino a esas latitudes.
A un costado, alfajores de dulce de leche y papines andinos en sus diferentes variedades habían sido dejados en custodia por una vendedora local, por lo que fue imposible evitar la tentación de hacernos con esos souvenirs, casi como entendiendo que esa pequeñísima colección contaba con su correspondiente tienda de recuerdos.
Son solo dos ambientes en los que se exhiben objetos que testimonian la historia de Iruya y la de su gente, así como reliquias indígenas y piezas arqueológicas, como ser puntas de flecha y utensilios.
Se destacan las maquetas que replican las costumbres y creencias del lugareño.
Una sección obviamente está reservada a la tradición religiosa, con los vestidos y mantos de la Virgen del Rosario, rosarios y dípticos de santos y estampitas.
La exhibición es modesta pero bonita, así como lo es Iruya.
