Museo Regional y Arqueológico de Cafayate
Rodolfo Bravo
En la casona de estilo colonial, sobre la calle Colón a tres cuadras de la plaza central, un tímido cartelito da cuenta de la existencia de un museo. Poca información se obtiene en la web y, de hecho, supimos de él después de decenas de viajes a la ciudad del sol. Fueron largos años sin estar al tanto de su existencia.
Un fin de semana de otoño decidimos hacer una escapada a Cafayate para festejar nuestro aniversario. Llegamos en la tarde. Teníamos reserva para cenar en Pacha por lo que aprovechamos esas horas y decidimos ver de qué se trataba.
Anochecía ya. Tras tocar el timbre un par de veces y esperar un buen rato, casi a punto de irnos oímos unos pasos lentos venir hacia la puerta. Fuimos atendidos por Helga, la viuda de Rodolfo Bravo, quien nos hizo pasar al primer salón y encendió las luces. Una fabulosa colección de objetos arqueológicos nos abrumó, con sus paredes atestadas de huellas de la riquísima cultura precolombina.
El chofer & cadete de @tripticity_ fue de a poco haciéndole comentarios a la hasta entonces seria y distante anfitriona, generando una amena charla sobre la historia ancestral y la más reciente, en particular sobre las célebres visitas que recibió de los grandes intelectuales salteños: Bernardo Frías, Juan Carlos Dávalos, Augusto Cortazar, Vicente Solá, el Cuchi Leguizamón, Manuel Castilla… Helga era un libro abierto.
Cabe aclarar que el museo es una colección privada, de índole familiar. En el interior, no se permite tomar fotografías. Por lo que no hay registros de la visita: solo el recuerdo de esa intensa hora de asombro vivida casi fortuitamente.
Para cuando nos cruzamos al segundo gran salón -otrora almacén al público- nuestra fascinación y genuino interés se hizo evidente. Es que no podíamos dar crédito de la belleza de los dibujos de las urnas funerarias, pucos y vasijas, en las que destacaban las representaciones de víboras y sapos.
Helga nos contó que su marido fundó el museo en el pueblo de Animaná en 1935 y una década después se instaló en Cafayate.
Rodolfo Bravo fue un autodidacta, experto en arqueología, que supo recorrer la zona en busca de material arqueológico. Todo lo que luce fue hallado en un radio de 30 kilómetros a la redonda y es la mayor colección de objetos precolombinos en todo el norte. De hecho constituyen la mayor parte de los 2180 ítems inventariados por la familia.
Por último, visitamos una gran sala en la que se exhiben objetos de tipo costumbristas de los últimos doscientos años. Se destacan las piezas de carácter religioso, las revistas de moda de la “belle epoque”, las revistas informativas sobre la Segunda Guerra y, por supuesto, artículos utilizados en las primeras producciones vitivinícolas de Cafayate.
Esa sala se orienta a la calle Calchaquí, por eso un tanto risueña Helga nos relató -a modo de final- que resulta toda una auténtica y curiosa contradicción que el patrimonio regional se sitúe sobre la calle Calchaquí, en tanto que los materiales arqueológicos descansen sobre la vieja calle Colón, actual Arnaldo Etchart.
Si bien la entrada es libre, al finalizar el recorrido se puede efectuar una contribución para ayudar al mantenimiento de este museo privado.