Mar del Plata
La súper completa capital de la costa argentina
Un fin de semana de marzo, cuando todos los pronósticos indicaban que ya no sería temporada de playa, nos escapamos con una gran amiga rumbo a Mar del Plata.
El señor @tripticity_ no pudo sumarse en este viaje pero se encargó, como es costumbre, de encontrar perlitas, datos claves, sobre todo en materia gastronómica de MDQ.
Para nuestra sorpresa, los cuatro días en la ciudad fueron soleados y cálidos, lo que nos permitió disfrutar de largas caminatas por la costa e, incluso, meternos al mar para refrescarnos del intenso calor.
Llegamos en la tarde. Desde el aeropuerto a nuestro alojamiento tomamos un taxi, pero luego nos anoticiamos de que Uber funcionaba ya en la ciudad. Desde entonces fue nuestro medio de movilidad durante la estadía. Muy conveniente, siempre el favorito de @tripticity_.
Elegimos el célebre hotel Costa Galana, un cinco estrellas en cuanto a estructura y servicios, aunque su decoración revela su cierta antigüedad. Fue inaugurado en la década de los noventa, cuando las cortinas pesadas, el bronce y las alfombras eran tendencia. Nuestra habitación tenía una vista parcial al mar, mas siendo en un piso alto, hizo diferencia despertarnos mirando el horizonte del Atlántico.
Al llegar, no dudamos en descubrir el spa ubicado convenientemente en el segundo piso al frente. De lo mejor del hotel, completo, en perfectas condiciones y con una inmensa vista a la Playa Grande. @tripticity_ tiene experiencia en la materia, por lo que se permite recomendar el hotel principalmente por sus instalaciones de hidroterapia, aunque también por su estratégica ubicación, justo frente al mar, muy cerca de la entretenida Alem, la arteria que ofrece cafés, restaurants y bares diversos.
Después del circuito por el yacuzzi, con burbujas en distintas variantes, el haman, las reposeras calientes y el spa seco, nos aprestamos a prepararnos para un banquete en Lo de Fran, Cocina de Mar. Bajo el lema, “pesca del día, sabores para siempre” este restaurant en la zona del puerto es un must en términos gastronómicos. Por supuesto, como casi en todos lados resulta indispensable la reserva previa. Esta cantina contemporánea se destaca por los frescos productos de mar que elabora tanto en los fuegos sarteneados como en la parrilla.
Al llegar, nos invitaron con unos boquerones salteados en aceite y pan de masa madre. Continuamos con langostinos sobre base de sal en cocción en sartén. Indescriptible su sabor delicado, la suavidad de su textura. Y luego, la parrilla de mar, con abadejo atigrado, merluzón, chipirones y langostinos, acompañados de puré de papa y de calabaza, tomates confitados y choclo. Terminamos con una sopa de chocolate blanco y helado de maracuyá y un extraordinario ganache de chocolate con aceite de oliva y sal.
En la mañana siguiente aprovechamos el buen clima para hacer una caminata por la playa.
Inteligente decisión pues luego nos esperaba un suculento desayuno en el Costa Galana. Todo de alta calidad, muy sabroso, destacándose sin dudas las medialunas, bien hechas, como deben ser las medialunas, crujientes por fuera y blanditas en el centro. Simplemente perfectas.
Ese primer día decidimos conocer Aquarium Mar del Plata. Dudábamos respecto de la idea de animales encerrados pues de primeras no luce correcta, pero luego nos explicaron que funciona como centro de recuperación de la fauna marítima regional. Por eso, decidimos darle una chance. Así fue que tomamos el bus público número 221, que se paga en efectivo y llegamos al mediodía. Primero vimos el show de los lobos marinos, no muy conmovedor. Luego tomamos la experiencia con los delfines con un costo adicional, que permite conocer un poco a estos simpáticos animales en un encuentro de aproximadamente una media hora.
Al salir, como estábamos relativamente cerca de la reserva Peralta Ramos, decidimos tomar el té en la Cabaña del Bosque antes de regresar para una nueva sesión de spa, lo cual se convertiría en nuestra rutina de cada día.
En la noche, decidimos cenar en Casa Mediterráneo, un restaurant de mariscos, con una muy linda decoración. Elegimos las gambas al ajillo y un salteado de mar, finalizando con un volcán de chocolate.
Al despertar, el sol radiante invitaba a disfrutar la cortesía que ofrece el hotel Costa Galana en su club de Playa Grande. Y así pasó la mañana, con la templada brisa, el sol radiante, los surfers montando un espectáculo al tomar las olas.
En la tarde, visitamos el monumento histórico nacional de Obras Sanitarias de Mar del Plata, la Torre Tanque, para obtener una de las mejores vistas de la ciudad. Desde allí pasamos por el Museo Juan Carlos Castagnino, que se encontraba cerrado a pesar de la información brindada en el brochure de la oficina de turismo, descendiendo hasta la monumental Rambla, con su complejo compuesto por el Hotel Provincial y el Casino Central, obra de Alejandro Bustillo. Por supuesto que allí nos sacamos la foto con los característicos lobos marinos que coronan la explanada que baja hasta playa Bristol.
Visitamos el icónico hotel y sus murales y el casino, para luego concretar uno de los clásicos de Mar del Plata: los churros con chocolate en Manolo.
Tras la sesión de spa en el hotel, nos dirigimos a Lo de Tata, para la experiencia de comida bodegón. Una cantina especializada en mariscos y pescados. Augusto, el simpático mozo, muy diferente a la joven que oficiaba de maître que carecía de toda amabilidad y hasta nos hizo dudar sobre si quedarnos o no, advirtió nuestro pesimismo ante la incómoda recepción y decidió por nosotras. Su elección fue la corona de mar, compuesta de una empanada de pescado, boquerones, rabas, langostinos, todos apanados y fritos, acompañados de una salsita picante y la insignia de la casa, la tortilla de papas babé. Lo acompañamos con un Pinot Noir de Costa Pampa, el proyecto de la bodega Trapiche en Chapadmalal, muy cerca del Mar Argentino. Ya no había lugar para el postre, por lo que optamos por despedirnos con un vermut de la casa.
El tercer día, repetimos el rito del alto desayuno, caminata y relax en la playa, para luego dedicar el resto de la jornada a la propuesta cultural que ofrece la ciudad. Así, primero visitamos el magnífico Mar, Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata, con su escultura gigante de lobo marino hecho a base de envoltorios de los icónicos alfajores locales, obra de la artista Marta Minujín. Las muestras son temporales y para nuestra fortuna nos tocó una colección muy interesante. La favorita fue Opi, la propuesta de Marcela Cabutti, quien generó un espacio lúdico con las bolitas de vidrio, clásico juego argentino, gracias a la donación de la única fábrica que existe en la actualidad en América Latina, Tinka.
Luego, volvimos hasta el centro de la ciudad en el querido bus 221, para desde allí emprender una caminata hasta Villa Victoria, la casona que fue residencia de Victoria Ocampo, en la que se conserva su habitación y escritorio, particularmente los empapelados propios de la época, todo con aves. La casa de verano, construida en madera, de estilo y manufactura inglesa, es muy vistosa en su fachada y arquitectura. Allí funciona el Centro Cultural Victoria Ocampo. Los jardines que la rodean son muy bonitos. En la casa de huéspedes funciona el cafecito y bar Avelina by Ficus, en un entorno maravilloso pero con un servicio bastante pobre, solo para tomar algo sin grandes pretensiones, especialmente en términos de atención, pero bien bonito justo frente a la casa en el mismo predio. El nombre del bar es en honor a quien fue la casera de Villa Victoria, amiga y entendida de la historia de la gran escritora argentina.
De regreso al hotel, cumplimos la tradición del paso por el spa, para aprestarnos a la experiencia gastronómica que ofrece Sarasanegro. La cocina de mar del restaurante de Fernanda Sarasa y Patricio Negro. Elegante, delicado, el ambiente es acorde a los platos que proponen en su cena de cinco pasos. La carta de vinos es descomunal, con una variedad de etiquetas sorprendente.
Empezamos con el pescado vitello tonnato, una trucha arcoíris con salsa de vitelino tomate y alcaparras. Continuaron los langostinos con echalote confitado y bearnesa. La pesca del día fue, por un lado, salmón blanco y, por el otro, la chernia, con pesto de pistacho y crema de coliflor y pil pil. Todos los platos evidencian el paso de sus dueños por la cocina europea.
Siguieron la selección de queso y dulces para terminar con los postres, sea la variante de limón o de chocolate, ambos muy ricos, mas siendo claramente los frutos del mar lo notorio y definitorio de Sarasanegro.
Y así culminamos nuestra multifacética visita por la ciudad del mar, no sin antes despedirnos con un gran desayuno al día siguiente, contemplándolo y brindando por la amistad, los viajes de amigas y el turismo argentino.