La llama Selena

Respetar los animales

Llegar a un alojamiento y encontrarse con una llama que aguarde al viajero para animarlo es -sin dudas- toda una anécdota.

Ese fue el caso de Selena. Una llama blanca que vive en el Refugio del Coquena, en Purmamarca. 

Me cansé de llamarla, pero escondida en la parte de atrás de su corral no se dignaba a aparecer. Eso hasta que dejé de prestarle atención. Entonces, pícaramente se acercó para incluso tirarme hasta unos toscos besos en el cuello. Comprobé que sus dientes grandes estaban bien afilados, gracias a que “el alfa”, es decir la alfalfa, siempre estaba bien dispuesta esperando en su cesta.  

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Mucha diversión propagaba Selena. Sin embargo, cual “mea culpa” al recorrer los caminos de Abra Pampa o Cochinoca en Jujuy, no tan transitados como la ruta 9 de la Quebrada de Humahuaca, surgió una reflexión. 

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Fueron un montón de llamas y guanacos divisados fortuitamente en las sendas; libres, intrépidos y esquivos, salían disparando ni bien me les acercaba.

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Es conocido que, fruto de la pandemia, los animales volvieron a hacerse ver en sus territorios perdidos ante grandes urbanizaciones, pero presenciarlo en persona fue toda una lección. Por eso, al transitar las rutas del noroeste argentino, ir con mucha atención, pues un auquénido (camélidos de Sudamérica) puede aparecer en el momento menos previsto. ¡Y con mucho cuidado! Por la falta de costumbre pueden asustarse y cruzarse frente al auto con facilidad.