San Ignacio Estancia Andina
Paz absoluta en un hotel eco boutique
Mendoza es conocida turísticamente por sus circuitos de bodegas con almuerzos y degustaciones, mas otro tipo de turismo es también posible en la hermosa tierra del vino.
Una estancia en el piedemonte, allí donde inician las alturas, con la capital en lo bajo, es el rincón que la familia González Landa concibió para ofrecer al visitante un auténtico paréntesis de calma e introspección.
Conocen de hospitalidad pues lo llevan en su esencia, por lo que el trato es absolutamente personalizado desde la reserva hasta el traslado en la hora del retorno.
Fue el gerente operativo quien nos buscó del aeropuerto para subirnos hasta el campo. Sucede que la posada boutique se ubica donde antes se establecía una mina de uranio, en el puesto del Viejo Chambón, a unos mil quinientos metros sobre el nivel del mar. De ahí que hoy se distinga, además, por la sustentabilidad. En el compromiso por garantizar un impacto armonioso con la montaña, el equipamiento tiene como base la eficiencia energética y propone un uso razonable de su agua de vertiente.
Nos alojamos en una de las cuatro habitaciones de este eco alojamiento de montaña, ambientada cálidamente y con detalles de interiorismo que dan cuenta de la vocación de sus anfitriones por darle valor a la historia. Así, los antiguos muebles reciclados armonizan con los vivos colores de los objetos decorativos, resaltando sin dudas el bello gobelino de la Virgen de Guadalupe que ornamenta el comedor.
La sensación es la de llegar a una casa, como un mimado que tendrá la libertad de un hogar familiar. De hecho, la cocina está abierta al visitante y es tan bonita como los otros espacios comunes.
Su interior compone un adorable refugio pero lo disfrutable está afuera, entre las pendientes de la montaña, en los corrales de los animales, en el pequeño bosque frente al deck de la casona, en los senderos para trekking.
La serenidad del entorno nos resultó contagiosa, el paisaje invitaba a solamente relajar y disfrutar, y fue así que se nos escurrieron las horas, a pura paz en cuerpo y alma.
Capítulo aparte merece la gastronomía, resaltando el asado al estilo tradicional de campo, preparado por el hacendoso Pedro Ochoa, el gaucho custodio de la estancia, quien tras armar el vigoroso fuego va colocando prolijamente los variados cortes que luego presenta a los comensales, acompañados por supuesto de ensaladas de frescos vegetales, todo dispuesto en una bonita mesa campestre, bien inspiradora.
El almuerzo compartido entre visitantes, familia y amigos es una fiesta, en nuestro caso animada por Marcos, el hijo mayor, súper entretenido y bien dispuesto a honrar al huésped.
También nos resultó memorable la cena de recepción que tuvimos con Fabián y María, los creadores del proyecto, quienes con absoluta cordialidad compartieron con nosotros la recepción, de estilo casero por supuesto. Esa noche, escucharlos compartir con nosotros su historia, mientras degustábamos unas empanadas mendocinas y unas pastas, todo armonizado con inmejorable malbec, se sintió alentador y ejemplificante. Hace más de cincuenta años que están juntos y parecen mantener incólume la vitalidad y ternura que los unió, a pesar de las distancias. María es nacida en Puebla, México, y de muy joven dejó todo por amor, por eso tantos detalles decorativos que conmemoran a su tierra de origen.
En la mañana, nuestros anfitriones dispusieron un desayuno mirando a la arboleda añosa, sobre el deck, mientras la brisa de la mañana potenciaba el aroma del café recién hecho.
Al rato, fuimos invitados a montar los caballos para concretar una cabalgata por los senderos de la estancia, entre los arbustos autóctonos, que iban siendo identificados por Leandro, el jinete y guía. Atravesamos el lecho del río, allí donde un rojizo intenso se hace presente en la montaña, una pintoresca franja geológica que quiso embellecer aún más el piedemonte.
A lo lejos, bien en lo bajo, se vislumbraba la ciudad de Mendoza. Es que la posada se ubica a solo veinticinco minutos de la céntrica plaza Independencia.
De regreso, nos divertimos alimentando a la pareja de llamas y a las cabras que nos esperaban ansiosos.
En la noche, el fogón bajo los árboles compuso el escenario perfecto para que nuestro ya querido gaucho Pedro desempolvase la guitarra y entone cuecas y tonadas típicas del folclore cuyano. A continuación, fue Marcos quien recitó a viva voz El Malevo de Argentino Luna, causando sensación en la selecta audiencia de amigos y visitantes.
El esplendor del paisaje de San Ignacio, tanto como la energía que comparte la montaña con su sigilo, componen un escenario supremo para una práctica de yoga, sobre todo en el deck de la lomada, allí donde el horizonte se expande. Para todo devoto yogui ese rincón es una gema de magnitud, bien propicia para un grounding fortificador.
En ese entorno natural de armonía, Sofía Bunge nos invitó a descubrir una actividad de pura sensibilidad, la propuesta de @sb_inspirar.conectar de coaching con caballos.
Sofía y sus dulces coequipers guían a quien se anime a encontrar respuestas interiores y visualizar y concretar objetivos. Dentro del corral, Sofía con sus palabras invita a un viaje a las emociones avanzando a la par del caballo, el que las percibe y evidencia al exterior con su lenguaje corporal. En ese momento, la coach tras la lectura de ese idioma orgánico la pone a disposición del consultante, generando un proceso reflexivo. La sesión significó para @tripticity_ un hermoso momento de mucha movilización interior.
Estancia San Ignacio nos dejó una vivencia de descanso, de sosiego, de apreciación de la belleza, todo con el confort de una eco posada a pocos minutos del centro capitalino. Como nos contó el adorable Marcos, es el espacio de montaña en el que su familia invita a complacerse con la vivencia de sentirse en lo natural, energizarse con los animales y deleitarse con la gastronomía clásica del Cuyo.
Bajamos bien temprano en la mañana, pues nos esperaba nuestro vuelo de regreso. Al despegar, desde las alturas divisamos a lo lejos a la Estancia, con la cordillera nevada de fondo, y le dijimos hasta pronto a esa gema mendocina que se ganó un lugar de privilegio en nuestra lista de destinos inolvidables.