Doña Teo
Legendario almacén de hierbas medicinales
En San Antonio de los Cobres, justo donde los mapas marcan la esquina de las calles Marcenaro Boutell y Pellegrini, una puerta de un enérgico azul permite ingresar al boticario andino más extraordinario del norte argentino.
Es el almacén de hierbas medicinales de doña Teófila Martínez de Olmos, quien se enorgullece al afirmar que tiene más de mil quinientas variedades, todas de la puna y el altiplano.
Es una mezcla de anticuario, mercería, despensa y farmacia, pues algunos médicos mandan allí a sus pacientes con indicaciones para su dueña.
A la primera consulta que le formulamos, doña Teo ya se mostró desconfiada y no dudó en inquirir: “¿Por qué tantas preguntas?” Al comentarle sobre @tripticity_ nos contó sobre su decepción con algunos periodistas que tiempo antes habían pasado por su tienda, sintiéndose usada y hasta ridiculizada. Entendimos su enojo y su desgano de atender a extraños.
De a poco fuimos entrando en clima. Compramos cien gramos de suiko y otros cien gramos de arcayuyo sanador, y ya para entonces nos ofreció el bingo de la parroquia San Antonio de Padua, lo que honramos sin hesitación. Aun mostrándose un poco cascarrabias, fiel a su férrea personalidad, nos confesó que además de madre de ocho hijos y abuela de "como unos 20 nietos", es maestra de catequesis y prepara a los novios de San Antonio de los Cobres en el cursillo prematrimonial.
Sabe de hierbas como pocas y además es coplera. Toda una sorpresa resultó la desapacible pero encantadora Teo.
En verdad, al escuchar su historia de vida uno se siente chiquito, muy chiquito, ante tamaño testimonio de superación. Huérfana de madre y padre, trabaja desde que tiene conciencia, apenas si pudo aprender a leer, y así y todo no duda a sus setenta y largos en subirse en un bus hasta el sur del país para vender sus tejidos de lana de llama cada vez que es necesario.
Su tienda es un imprescindible de la capital de la puna, aunque -atención- no siempre atiende la puerta. Hay que tocar el timbre e implorar que el destino conjure a favor del buen ánimo de la anfitriona.
Oriunda de Sey, se asentó en San Antonio de los Cobres hace muchos años, ya ni recuerda cuántos. Hoy su botica naturalista sorprende al viajante. Es solo cuestión, como siempre, de apartarse un poco del GPS y recorrer las callejuelas contiguas buscando historias como la de doña Teo.