Cuevas de Acsibi & Cráter de los Cóndores

Explorar la inmensidad del paisaje de Seclantás

Llegamos a Seclantás al atardecer de un viernes, lo que nos permitió visitar el Camino de los Artesanos, para hacernos de lindísimas ruanas y pashminas; todos textiles hechos por los productores locales en telar, sea con lana de oveja o de llama.

Una vez en el pueblo, era hora de la cita con auténticos sabores regionales en Casa Díaz. Un restaurant que honra las recetas coloniales y resalta los condimentos y productos de la zona como ningún otro en la provincia. Empanadas de carne, humitas o el emblema de la casa: la chuchoca, una espesa sopa a base de maíz chuchoca, zapallo y carne, con cebollín de verdeo y grasita colorada; un plato bien sazonado, colorido y gustoso, casero y de larga, muy larga, cocción, todo bien acompañado por un vino de altura de Molinos, el terruño vecino que se enorgullece por su excelsa producción. Además, Casa Díaz ofrece la variante vegetariana de los tallarines caseros con tuco o ensaladas de la huerta. Para el postre, un platillo de dulce casero de cayote con nueces y un bombón de nuez acompañado de vino mistela.

Antes de partir, cumplimos la impostergable visita a la despensa, para hacernos del vino de la casa, el mistela de manufactura de Alejo Díaz, y del insuperable dulce de tomate; es un placer escucharlo relatar el proceso para obtener esa dulce textura (primero se pelan los tomates, se sacan las semillas y luego unas siete horas de cocción en la olla). @tripticity_ siempre agradece a Pío y Alejo Díaz por tanta calidez en la atención y por preservar en su oferta gastronómica las recetas ancestrales.

Cuando ya se aplicaba el dicho “a panza llena, corazón contento” nos dirigimos a Finca Montenieva, a unos cinco kilómetros de la plaza del pueblo.

Allí nos esperaba Fido Abán, quien con absoluta calidez nos dio la bienvenida y nos ubicó en su hospedaje. Sencillos cuartos para cuatro o cinco personas, son ideales para quien quiera aprovechar al máximo el día de visita a las atracciones de la zona, en tanto se esté dispuesto a pasar una noche en una casona antigua de los valles, sin mayores pretensiones.

A la mañana siguiente, nos deleitamos con un desayuno de campo, con tortillas y dulces, antes de salir en una camioneta 4x4 para un viaje por el lecho del río de cerca de una hora, en el que se hace un stop en un tupido cardonal para las infaltables fotos y luego se continúa hasta el punto en que se torna intransitable para cualquier vehículo. Entonces se inicia el desafío de una exigente caminata.

El paisaje durante las casi ocho horas fue verdaderamente hermoso.

Al inicio, el sendero resulta claro, mas a medida que se avanza las huellas desaparecen y el conocimiento de la zona por parte del guía se torna indispensable.

El primer objetivo era llegar hasta el Cráter del Cóndor, una gigantesca y multicolor cavidad intacta y natural de la tierra. Daniel Liendro, nuestro guía, oriundo de Seclantás, nos indicó que resultaba clave acercarse arrastrándose, cuerpo a tierra, por cuanto allí, en esa inmensidad, la naturaleza extrema no tiene defensa y el precipicio que se despliega es aterrador. Los colores de los paredones son claras huellas de la milenaria erosión. ¡Impactante! La hondura del socavón y la belleza de su forma resultan imposibles de definir con palabras.

Después de asombrarnos y tras agradecer a la vida por la oportunidad de conocer ese recóndito tesoro, y también a la Pacha por cuidarnos durante el recorrido, emprendimos el arduo regreso hasta el punto de bifurcación, esta vez para retomar el tenue sendero de la izquierda rumbo a las Cuevas de Acsibi.

Durante ese recorrido, fuimos bendecidos con la visita de una pareja de cóndores que nos permitieron admirar la gracia de su suave planeo. 

El nombre de las cuevas significa “valle de fuego” en cacán, la lengua de los pueblos preincaicos.

Primero, se debe bajar por el cerro, lo que requiere -por momentos- de la asistencia de sogas para evitar los continuos resbalones que se dan en el empinado descenso.

Una vez que se llega al lecho del rio, se inicia otra caminata larga bajo el impasible sol de los Valles Calchaquíes. Durante todo el recorrido el paisaje es extraordinario. Los colores van cambiando, de un gris azulado a un ambarino claro, luego se va abriendo paso el naranja cada vez más intenso de los altos paredones hasta que el rojo se impone: las cuevas se acercan. En efecto, son formaciones arbitrarias de un bermellón intenso. La primera sensación es de orgullo, tras haber descubierto las anheladas Cuevas de Acsibi, luego sobreviene el asombro, pues a medida que se recorre esa fabulosa creación de rojos sedimentos, se van descubriendo las antojadizas y singulares apariencias que adquirieron a lo largo de los milenios.

Allí, una vez más, nos visitaron los amigables cóndores y nos regalaron su danza en el cielo azul y prístino. Se sintió como una nueva señal de buena fortuna, cual un obsequio de la naturaleza. Continuamos hasta el final, donde una perfecta cueva se forma entre medio de rocas que se encuentran suspendidas casi milagrosamente y moldeadas por el viento y el agua.

La exigencia física para alcanzar el Cráter y Acsibi es elevada, muy elevada; mas la sensación al conocer esas cuevas es única. Es que la geomorfología es prodigiosa, sus colores vibrantes y la experiencia toda acaso es una prueba de dicha y gracia de la vida misma, más si se hace acompañado de grandes amigas, compañeras de la vida que alegraron el recorrido, alentando y animando a cada rato.

Tras tomar el regreso por el mismo recorrido de ida, tratamos de estirar los músculos cuanto pudimos y tomamos el vehículo hasta el punto donde Daniel nos dijo era ideal para armar nuestro merecido banquete. Bajo un añejo algarrobo, que nos brindó su sombra, armamos la mesita y una fabulosa picada que disfrutamos con el hambre del cansancio, entre risas y la alegría de haber cumplido esa gran osadía.

Luego de esa celebración, emprendimos camino ya al anochecer hasta Cachi, donde nos alojamos en la siempre cumplidora Hostería del Automóvil Club Argentino para un merecido descanso.