Casa Díaz
Cocina Ancestral
En Seclantás, el pueblito más inadvertido de los Valles Calchaquíes junto con La Poma, una casona familiar abre sus puertas al visitante y propone una auténtica gastronomía regional salteña, inspirada en el recetario de la abuela.
Dos mesitas en la galería hacia la calle, otras dos en una pequeña sala interna y tres más en el pequeño patio interior nos dieron la bienvenida.
Siguiendo las instrucciones del cartelito, tocamos la campana al lado de la puerta cancel. Apareció Pío, quien nos ubicó y contó la propuesta de la casa: platos tradicionales, uso de productos de la zona, en particular, los frescos vegetales de la huerta del fondo de la casa y, por supuesto, un respeto sagrado por las recetas.
Ese mediodía de domingo no imaginábamos el festín que nos estaba aguardando.
Para empezar, las empanadas, cargadas, jugosas, bien salteñas, con salsita picante de ají cayena y tomate.
Las acompañamos con una ensalada de verdes recién cosechados, marinados con una vinagreta casera, aunque esas hojas crujientes invitaban a deleitarse sin aderezo alguno.
Pero nada como el sabor de la humita en chala, que estuvo simplemente increíble de tan cremosa, con su choclo tan bien molido con la compañía de un fresco queso de cabra. Sí, estaba tan rica que @tripticity_, por una vez, tuvo que quebrar su habitual reticencia a lo caprino.
Luego, debimos probar el estofado de cabrito, auténtico plato de la cocina tradicional argentina.
De postre, solo hubo lugar para un pequeño bombón de nuez y dulce de leche bañado en fondán. Fue allí cuando Pío nos convidó un mistela casero en una copita y la charla que continuó nos permitió conocer su historia, la de su papá Alejandro y -en definitiva- la de la Casa Díaz. Es decir, de la familia del célebre Pío Pablo Díaz, cuyos descubrimientos sobre yacimientos arqueológicos son internacionalmente conocidos y una parte de esa colección se exhibe en el pintoresco Museo de Cachi.
Hoy Pío retoma su legado con su proyecto de respetar los sabores coloniales.
Luego, ajenos a la amenaza de lluvia que se venía desde el Parque Los Cardones, paseamos por la huerta e ingresamos en la tienda donde se ofrecen delicatessen norteñas, como uvas en escabeche con grapa, dulce de cayote y tomate y conservas varias. Allí, antes de partir, Pío nos agasajó con una copa de ulpada, una bebida del recetario regional salteño que sirve para recobrar energías, en nuestro caso, para ir hacia la majestuosa Recta de Tin Tin y bajar la cuesta del Obispo. Hecha con harina de maíz tostada, azúcar y agua, fue un genuino recuerdo de sabores de la niñez, cuando salíamos de la escuela y nos aguardaban los carritos callejeros de golosinas que ofrecían picolé, la gallinita rellena, la chancaca y, por supuesto, las bolsitas de harina de maíz azucarada. ¡Qué nostalgia!
Antes de emprender el retorno por El Colte, en el Camino de Los Artesanos, dimos unas vueltas por las empedradas callecitas de Seclantás, en el que el color rosa destaca, no solo en la Iglesia Nuestra Señora del Carmen, sino también en su bonito cementerio en altura, con una impresionante vista.
El anhelo de volver pronto a Casa Díaz ya nos invadía, pues sin dudas se convirtió en uno de esos lugares inolvidables a los que siempre @tripticity_ habrá de resaltar. Llegamos con ganas de quitarnos el hambre y nos fuimos colmados de un viaje por el tiempo, disfrutado en clave gastronómica de primer nivel.