Bad Brothers
Vino & cocina de altura
En una casona antigua, a media cuadra de la plaza principal de Cafayate, un zaguán da la bienvenida al establecimiento insignia de los vinos de Agustín Lanús. Se trata de Bad Brothers Wine & Food Experience.
Luces bajas reciben al comensal, tanto en los pocos ambientes cerrados como en los patios y galerías donde las mesas se disponen para la cena. Paredes de grisáceos y el casi siempre estrellado cielo de Cafayate generan la atmósfera perfecta para el maridaje culinario.
La carta propone platos que fusionan lo contemporáneo con productos de los Valles Calchaquíes. La cocina cuenta con el asesoramiento de un chef cuyo nombre en la actualidad resuena fuerte en el norte argentino: Walter Leal. Esto se advierte en detalles como el uso de ramitas de aguaribay para presentar unos panecillos de bienvenida o la generosidad de alimentos típicos como papines andinos, maíces y -por supuesto- el queso de cabra, que abunda en toda la gastronomía salteña y que, debo confesarlo, no le tengo cariño. Y va el dato: usualmente en los Valles casi todo lo que lleva “queso” es de cabra… por lo que para aquel que no lo aprecia, como es mi caso, ¡consultar siempre antes de hacer el pedido!
La oferta de vinos es exclusiva de producción y manufactura de Agustín Lanús; sean los de extrema altura bautizados con el nombre de su creador a la inversa, Sunal; o los de gran altura, homónimos del bar. En el caso de Sunal, provienen de viñedos ubicados a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar, en los parajes Luracatao y Pucará en Salta, Amaicha en Tucumán y Hualfín y Santa María en Catamarca. Los vinos Bad Brothers provienen de viñas de Cafayate y Tolombón. La propuesta de degustación no solo es por botella, sino también en copas servidas de los tanques que contienen futuras producciones.
El menú ofrece una seguidilla de tres pasos más el postre. Esa noche fría, de inicio de primavera, optamos por compartir el trío de empanadas de los Valles Calchaquíes; una de entraña cortada a cuchillo, una tipo caprese con quinoa y una de queso… con el célebre de cabra.
Los principales fueron un memorable osobuco braseado al tannat con papines a la crema y una especie de risotto de trigo perlado con crema de remolachas, naranja, parmesano y verduras grilladas. Para entonces, el dúo musical El Camino empezó a matizar con folklore la experiencia.
Apenas antes de que la botella de Sunal Salvaje empezara a vaciarse, llegó a la mesa Un Señor Postre (así decía la carta), típico salteño con un twist gourmet: turrón de miel de caña, duraznos asados con naranjas y pochoclo de amaranto.
Para quien se anime, se puede rematar la velada con un Grandy (un poco de grappa y otro poco de brandy).