Alto Aragón

Al encuentro de los orígenes

De Aragón es el ochenta por ciento de la sangre del señor @tripticity_ por lo que resultaba ineludible concretar una visita por esas tierras de los Pirineos.

Por ello, tomamos un auto de alquiler en la estación Delicias de Zaragoza y rumbeamos por la autopista hasta Huesca. De allí bifurcaciones por los caminos secundarios que van subiendo las montañas hasta llegar a Tramacastilla de Tena, el pueblo de la abuela Josefa.

Se encuentra en el Pirineo, a 1224 msnm. Es una bien pintoresca villa que sirve de centro para quienes quieren disfrutar de la nieve de la montaña.

Tiene una iglesia románica del siglo XII. Justo al lado, en el cementerio, el señor @tripticity_ pudo encontrar a sus bisabuelos, en el que fue uno de los momentos más sensibles del viaje.

Paseamos por su pequeñito centro y volvimos a la ruta en dirección a Bergua. Mas de camino, pasamos por otros dos poblados de bisabuelos. Viú, que resultó ser otra villa de un puñado de casitas y Broto, bastante más extenso también al servicio del turismo de sky, con barcitos y hoteles para los visitantes.

Un camino más rural y serpenteante mediante y llegamos a Bergua, donde nació Genaro. Ese abuelo que faltó en esa niñez y que lo llamaba a llegar hasta ese recóndito caserío del Pirineo.

Claramente, tuvo mucha trascendencia en siglos pasados, por el decir de su iglesia en ruinas y construcciones en altura. Todas de piedra, lo que evidencia su antigüedad.

Luego del momento de silenciosa conexión con Casa El Herrero, la natal del abuelo Genaro, bajamos hasta Huesca, donde nos esperaba un glorioso encuentro.

Primero hicimos una rápida recorrida por su centro histórico, pasando por la Catedral de Huesca, del siglo XVI y por el Monasterio de San Pedro el Viejo, para llegar en horario hasta el Café del Arte, justo al lado del Casino, frente a la Plaza de Navarra. En su terraza conocimos a María del Carmen y a la genial Carmen María, madre e hija, parientas directas, justo el día de la despedida de soltera de ésta última. Se sintió una fiesta esa cena temprana y vivaz charla en la que se revinculó para siempre la sangre aragonesa de ambos lados del Atlántico.

Cuando volvíamos en la oscuridad de la noche por la autopista, rumbo a Zaragoza, no podíamos dejar de agradecer por tantas emocionas juntas en apenas una jornada.